Cuando ya se celebra la edición número 51 de los Juegos Escolares Nacionales y estoy a pocos meses de entrar en los 70 años de edad, afloran, y se convierte en interés máximo, recordar a quienes formaron aquel primer equipo femenino de baloncesto Industriales en la categoría menores de 16 años. Sí, este amigo que les redacta fue uno de los participantes en la denominada primera olimpíada del deporte escolar efectuada en 1963.

Entonces tenía 17 años de edad y asistía a la competición como segundo entrenador del ya hecho Roberto Castillo. Quizás por llegar desde los campos habaneros (Madruga) y no contar con la debida experiencia, las autoridades de la antigua provincia de La Habana determinaron situar al frente del colectivo a un director capitalino. Desde la verdadera realidad de la etapa de base y con una formación de la secundaría básica Ramiro Guerra Sánchez , mi equipo únicamente fue superado en la final provincial por la escuela octubrina Eugenio María de Hostos. Mireya Cartaya, Marta Montes, Liana Blain y la muy espigada Magaly Pinillos lideraban aquel fuerte plantel que era seguido por decenas de aficionados.

Con el triunfo decisivo en el cemento del Pepe Barrientos de la barriada de Luyanó , el quinteto de la Hostos se ganaba el derecho a vestir los colores de Habana. Para las nuestras quedaban las aspiraciones de representar a Industriales. Doce muchachas de distintos centros fueron elegidas para integrar ese combinado, y cuatro serían de la madruguera Ramiro Guerra Sánchez: Alina Pérez, Fidelina Iglesias, Ana María Fernández y Sonia Almeida. El resto procedían de varias secundarias de la gran ciudad. Eda Esquivel, Coralia Roca, María del Carmen Marrero, Ada Vila, Margarita Fontova, Elvia Sánchez, Marisol Planas, Elena María García y Selma Bryant, todas muy destacadas en la final provincial, se unieron a la que constituía la base del seleccionado.

Ya en el tabloncillo de la ciudad deportiva y en los partidos cruciales por el podio, Industriales terminó tercero en los I Juegos Escolares, superado por Mineras (Oriente) y Habana.

A casi 52 años de aquella inolvidable cita, los recuerdos son imborrables y quedarán hasta el momento en que se apaguen nuestras vidas. Desconozco si algún día me volveré a encontrar de nuevo con las doce chicas que me regalaron satisfacciones y felicidad. Donde quiera que se hallen llegue a ustedes mi abrazo, besos y todo lo bueno de este mundo.

Tomado de Facebook