por: Lilian Cid Escalona/ Cubahora

Eugene es historia. La XVIII edición de los Campeonatos Mundiales de Atletismo ha pasado a formar parte de los libros, dejando con su realización una estela de marcas para revisar y muchas, muchísimas, historias que contar.

Cuba se fue sin medallas, hecho tristemente inédito. Solo cuatro atletas lograron ser finalistas (situarse entre los ocho primeros) y los 15 puntos que reportaron son, apenas, la segunda cosecha más discreta en la historia de estas citas que nacieron en Helsinki en el año 1983.

Este resultado, aunque comprensiblemente ha hecho saltar alarmas entre los seguidores del deporte, está en el entorno de lo esperado. Llegábamos al mundial “tocados” con una nómina donde destacaban algunas figuras, pero ninguna de ellas con claro favoritismo en sus especialidades. Se podía ganar alguna medalla, pero había que rendir al máximo y ese era otro hándicap, uno de los que hemos eternizado a través de nuestra historia.

En definitiva, los cuartos lugares de Maykel Massó (8.15m) y Leyanis Pérez (14.70m) en longitud y triple respectivamente, terminaron por ser las actuaciones más destacadas de la delegación cubana que completó sus finalistas con el sexto lugar de Luis Zayas en el salto de altura y el séptimo de Yaimé Pérez en el lanzamiento del disco.

Para valorar, sin dudas hay que remitirse a los propósitos de cada atleta y sobre todo, la intención con que asistió al campeonato mundial. Hay quienes lo tenían como competencia fundamental, y otros que tuvieron que aprovechar cada competencia para entregar lo mejor que tenían en el intento de lograr boleto a la magna cita. Sin embargo la actuación general es discreta, la más discreta de toda la historia.

Cuantitativamente, solo una atleta, Leyanis Pérez, logró una marca personal en medio de un mundial plagado de récords de todo tipo, desde planetarios hasta personales. La juventud de nuestros atletas no debería ser un impedimento para desempeñarse así, al contrario, los debutantes -como Leyanis- siempre tendrán a su favor la posibilidad de superarse, porque ello significa crecer y según los especialistas ese el momento idóneo para hacerlo. Otros dos, Massó y Zayas, lograron sus mejores desempeños de la contienda y ello es, igualmente, remarcable. También Yaimé lanzó lo mejor del año durante la fecha de clasificación, después miró de lejos la «encarnizada» batalla por el podio.

El resto de las participaciones no dejaron notas destacadas desde lo estrictamente deportivo (números), como publica el colega Javier Sifontes en Cubadebate, aunque haya que aplaudir la presencia de atletas en especialidades con prolongada ausencia como Greisy Roble en 100m con vallas o Shainer Reginfo en el hectómetro.

El rendimiento deportivo de un atleta está condicionado por diversas variables. Cuestiones que van desde la planificación del entrenamiento hasta la disposición individual de cada individuo durante su preparación y/o a la hora de enfrentar ese momento fundamental.

El atletismo cubano enfrenta un período complejo, y está llamado a reinventarse. Desde la base hasta la cúspide hay mucho por hacer.

Quien escribe ha insistido sobre la necesidad de optimizar la gestión federativa y el manejo eficiente de los atletas, y es que el tema es vital. El deporte es un negocio, y aunque a nosotros no nos guste verlo como tal, Sebastian Coe se las ha ingeniado y se las seguirá ingeniando por hacer del atletismo una disciplina cada día más comercial. Son las reglas del mundo en que vivimos – en el que buscamos brillar-, o nos adaptamos o seguiremos cayendo.

A la vista saltan ejemplos como el voleibol, que es quizás el más representativo de la inserción de nuestros jugadores en ligas foráneas sin tener que renunciar a ellos, y ellos a representar a su país. Y es muy cierto que el atletismo no funciona como el voleibol o el fútbol que tiene al club como centro de las mayores competencias globales. En el campo y pista los patrocinios son la principal fuente de ingresos para los atletas, pero igualmente es un tema en el que debemos profundizar

¿Por qué no lograr que los atletas tengan patrocinios en el orden individual? ¿Por qué representar solo a la Puma si podemos diversificar? Sydney McLaughlin es atleta de New Balance y cuando se enfunda la casaca norteamericana representa a la Nike, cada contrato tiene límites y hay que aprender a manejarlos. Como ejemplo vale Abby Steiner, una debutante en campeonatos mundiales, que acaba de ser “fichada” por la PUMA por una cifra que ronda los 2 millones de dólares.

Reynier Mena, Roger Iribarne y compañía que han liderado las polémicas con sus progresos en el rendimiento, andan bajo el auspicio representan del Benfica de Portugal, pero es cuestión de tiempo que asuman otra nacionalidad porque el objetivo final de cada deportista es defender los colores de un país, máxime en este deporte que está concebido especialmente para ello. Quizás sea tarde para reinsertarlos a la Federación Cubana (no lo sé), pero hemos de aprender la lección y buscar ¿Cómo lograr que el Benfica o cualquier club acoja a nuestros atletas sin que estos dejen de correr, saltar o lanzar por el país que los vio nacer? Lo del triple lo hemos sufrido, porque el ranking del mundo está plagado de cubanos, pero nuestra bandera no se iza en un mundial al aire libre desde el 2015 cuando el propio Pichardo ganó la medalla de plata.

Hay mucho por hacer, y diversas variantes por las que se podría apostar para oxigenar un deporte que se ha tornado sombrío. Además de la avanzada que nos representó en Eugene, acá queda un grupo de atletas que ha enseñado maneras y que hay que “protegerlos” porque son imprescindibles en el presente y futuro inmediato. La pandemia y otros demonios también hizo “estragos” en la reserva y los resultados que se avistan en las categorías inferiores no son rimbombantes.