La Habana (21 jun).- MÁS DE 500 partidos internacionales con la selección cubana de voleibol desde 1973 hasta 1991 son los mayores tesoros de esta mujer devenida artífice del pase en el planeta.
Imilsis Téllez Quesada contribuyó a títulos tan importantes como el conquistado en el Campeonato Mundial de 1978, primero de ese rango para Cuba, y que en lo adelante las hizo ser reconocidas como las Espectaculares Morenas del Caribe.
En ese cofre también guarda preseas en Copas del Mundo, Juegos Mundiales Universitarios, Panamericanos, Centroamericanos y del Caribe, torneos Las Cuatro Grandes y de NORCECA y otros disputados en numerosos países donde regaló su magisterio como acomodadora.
¿Cómo llegas al voleibol?
En 1972, en un área especial de la Secundaria Básica Rodolfo Rodríguez, de Contramaestre, donde nací. Lico Báez, de mi municipio, y Victoriano Moreno, de Santiago de Cuba, buscaban niñas para la EIDE Capitán Orestes Acosta, y aunque no tenía mucha estatura poseía habilidades que aprendí con la profesora Elvis Rodríguez.
Me les acerqué y les dije que era la hermana de dos jugadoras que estaban en ese centro. En septiembre ingresé y entrenaba con varones porque las de mi categoría estaban en Holguín, a donde fui después unos meses hasta que todas retornamos a Santiago. Fui a mis primeros Juegos Escolares Nacionales en 1973, ganamos y me eligieron la mejor al ataque.
¿Preferiste ser pasadora?
Antes aprendíamos de todo, era atacadora y me gustaba mucho. Lo de colocadora vino después, tras esos escolares me promovieron a la preselección nacional juvenil y los entrenadores Tito Llanes, Celestino Suárez y Luis Jiménez me sugirieron esa posición. Yo me molestaba, pero me convencieron y a principios de 1974 comencé a entrenar con el equipo de mayores en el Centro Deportivo García Moré del municipio de Playa. En mi casa me llamaban “Matiti”, Eugenio George lo supo y ya me quedé con ese mote en La Habana.
Y muy pronto debutaste internacionalmente.
Ese propio año, en el torneo Esperanzas Olímpicas, en Halle, Alemania, como regular de las juveniles. Continuamos con el equipo nacional a la tradicional gira por Rumania, Bulgaria, Polonia y Checoslovaquia. Era jugadora de cambio hasta que en el 75 fui titular en los Juegos Panamericanos de México.
Y un año después tus primeros Juegos Olímpicos…
Los de Montreal’76, donde nos ubicamos quintas, porque perdimos con las coreanas y no pudimos avanzar. En el 77 fuimos subcampeonas en las Universiadas y en la Copa del Mundo, donde subimos al podio por primera vez. En las dos competencias solo perdimos contra las japonesas.
Llegó el Mundial de 1978. ¿Qué representó aquel título?
Aunque pasen muchos años siento un orgullo tremendo por ese triunfo. Era una de las establecidas y creo que puntal en la victoria, junto a la otra pasadora Ana María, “Mamita” Pérez, Lucila Urgellés, Mercedes Pomares y Erenia Díaz, que entró por Nelly, lesionada en el cuello. Completaron el equipo Ana Ibis Díaz, Maura Alfonso, Mavis Guilarte, Sirenia Martínez y Libertad González.
¿Otros momentos que te marcaron?
Los panamericanos de Caracas’83. Eugenio renovó el equipo, quedamos tres del 78: Mamita, Pomares y yo, y se nos unieron Josefina Capote, Norka Latamblet, Nancy González, Lázara González, Teresa Santamaría y Mireya Luis, que en su debut sustituyó a Mamita. Norka asumió la responsabilidad del centro, con la ayuda de Capote y Nancy. Le ganamos por el oro al equipazo de Estados Unidos de Debbie Greren, Rita Crockett, Flora Hyman, Sue Woodstra…, sacándonos la espina de la preliminar, el NORCECA de Indianápolis y una posterior gira por varias ciudades de ese país.
Al regreso de Caracas tuvimos un encuentro con Fidel, Vilma, Raúl y otros dirigentes que seguían nuestras actuaciones. No olvido cuando el Comandante dijo que se brindaba por el triunfo más relevante de los Juegos Panamericanos. Él nos llamó antes de comenzar el partido para preguntarnos si estábamos preparadas, y luego para felicitarnos.
Otro momento no solo de alto nivel competitivo sino de lealtad a la Revolución fue en nuestro primer NORCECA en Los Ángeles’75, porque la mafia nos asediaba, pero para nosotras oír el Himno Nacional era un orgullo, como escuchar ¡Ahí viene el equipo de Cuba!
Por eso creo que debemos trabajar mucho, con amor y entrega para rescatar aquello que conquistó un equipo que junto a sus valores técnico-tácticos, su amplio fogueo internacional, era muy unido, el dolor o el problema de una, era de todas.
¿Lo más difícil en tu carrera?
La muerte de mi padre el 6 de junio de 1980, víspera de mi cumpleaños y un mes antes de los Juegos Olímpicos de Moscú. Era mi inspiración y sentí que lo había perdido todo, afectó mi rendimiento y el del conjunto, y me quedó un sentimiento de culpa porque no cumplimos el objetivo de ganar la primera medalla a ese nivel en la rama femenina.
Veo que disfrutas de tu hijo y del nieto…
Ambos son como las medallas más importantes de mi vida, a pesar de que la llegada de Jermaine en 1985 limitó mi carrera. No pude ir al mundial del 86, pero ya tenía 29 años y quería ser mamá. Él y mi nieto Eikon Ronaldo prefieren el fútbol, pero ya el nieto volea y recibe con cinco años.
Tras tu retiro…
Oficialmente fue en los Juegos Panamericanos de La Habana’91, pero mientras me desentrenaba trabajaba con las pasadoras juveniles y cadetes. Luego lo hice con niñas del área de la Ciudad Deportiva. Me fui a una colaboración a Ecuador que me sirvió de mucha experiencia, pues incluso trabajé en voleibol de playa, y desde hace seis años atiendo a pequeñas de siete a 12 años en el Centro Deportivo Jesús Menéndez, de Marianao. Tres veces hemos sido segundas en las provinciales.
¿Te gusta enseñar a las nuevas generaciones?
Sí, porque yo aprendí con mis entrenadores a tener responsabilidad. Me inculcaron amor por la camiseta y la preparación, y en eso la labor de los entrenadores es vital. Ese nivel de compromiso hay que inspirarlo en ellas.
¿Un trabajo que debe comenzar tempranamente?
Exacto, los que trabajamos en la base tenemos que dar responsabilidades a cada jugador y ser ejemplos. Por eso estoy cada día en el terreno, les trasmito cómo llegué, porque nada cae del cielo. Es importante ser un patrón, hablarle a las niñas, que hoy representan a su escuela, después a su municipio y así sucesivamente, sobre la importancia de la relación del grupo, del compañerismo, porque en un equipo todas son necesarias. Trabajo de lunes a sábado y si hace falta en el receso escolar también lo hacemos, y cuando hay competencia se entrena doble sesión.
¿Qué significado le das a la superación?
Como jugadora uno tiene la maestría de la disciplina, pero hay que incorporar pedagogía y metodología. Soy Licenciada, pero aprovecho toda acción de superación, actualmente hago un diplomado en la Universidad del Deporte. Todos los días aprendo algo, me ayuda mucho mi hermano Pedro, profesor de ese centro, que viene hasta la cancha a compartir mis clases y contribuyó al primer lugar alcanzado en la provincial escolar (12-13 años) y segundo en juvenil (14-16).
¿Metas como entrenadora?
Seguir formando la cantera que nos pueda dar el nivel que nosotras llegamos a tener internacionalmente, y aportar a ese grupo que regresará al voleibol a los planos estelares, por lo que apoyo en la Escuela Nacional. Mi empeño, como el de Norka Latamblet, otra que prepara a menores, es formar jugadoras que promuevan con el requerido nivel técnico táctico, y los valores que deben tener. La base es un eslabón de esta cadena que se debe priorizar y darle más apoyo.
ES BONITO VER COMO EX-ATLETAS ESTELARES COMO FUE IMILSIS SE DEDICAN A TRABAJAR EN LA BASE, ES UN EJEMPLO. MIS FELICITACIONES.
NO SOLO SE HACE DEPORTE DESDE LOS EQUIPOS NACIONALES.
Felicidades campeona.
Muy interesante el artículo.
Poner a trabajar con las niñas a exatletas con tremenda trayectoria, quizás sea una buena estrategia, pero al final influyen muchos factores en la calidad de las atletas.
¡Muchos éxitos para Imilsis en su nuevo papel!