Pedro Pablo Pichardo2_Copa Cuba 2015_Por: Enrique Montesinos/ Granma

Hay quienes afirman que a los atletas debía medírseles por sus posibilidades y el cumplimiento de los objetivos individuales, más que por las medallas que alcancen o no.

Veamos algo cercano. Mejor ca­rrera de su vida y de cualquier cu­bano y en los pasados Juegos Pa­namericanos quedó fuera del po­dio. Aconteció en Toronto con Ro­berto Skyers en 200 metros, quien con 20.02 borró el 20.06 de Silvio Leonard vigente por varias décadas. Sencillamente hubo tres más veloces que él.

Y aunque no analizamos aquí a nuestros más de 50 atletas en To­ronto, digamos que poquísimos —me­­­nos de los dedos de una mano—, signaron su mejor marca en dicha competición, pese a estar mandatada como punto central del año. Se obtuvieron nueve medallas (5-3-1) retrocediendo a insospechados es­tán­dares de cinco décadas atrás: 12 en Winnipeg 1967 (2-3-7) y 15 en Cali 1971 (3-8-4). Lleva tiempo examinar todas las incidencias.

Los técnicos seguramente enfrentarán ese reto, o ya lo hicieron, porque cuentan con todas las herramientas. Dominan los secretos de las dosificaciones, las tandas, las sesiones, alternancias entre trabajo y descanso, realizan controles parciales… Planifican meticulosamente la puesta a punto del atleta para el momento indicado. Antes realizaron estudios superiores sobre las ciencias del deporte. No pocos os­tentan categorías científicas y sobre todo años de experiencia práctica.

El éxito de la planificación no puede evaluarse mediante patrones rígidos, pues los atletas no son má­quinas, de modo que el resultado principal será aceptable aún con ligeras variaciones por encima o por debajo. Se facilita en los deportes de tiempos y marcas.

Los atletas colaboran con la dedicación cotidiana y sus valores competitivos. Algunos bien preparados adolecen del extra ganador y ejemplos no faltan, aunque omitimos nombres porque ninguno quisiera lucir mal después de meses de adiestramiento. Es cuando los técnicos se ven obligados a decisiones difíciles ante la reiteración de los fracasos.

Tenemos los casos de los “cinchetes”, los que tienen alma, corazón y vida de campeones; gozan de una aproximación “viral” con el oro. Recuerdo al saltador en largo Iván Lázaro Pedroso, con 21 de oro de 25 preseas en lides cardinales de los años 90 del pasado siglo.

En la actualidad, el triplista Pedro Pablo Pichardo cuenta con carisma de triunfador, de conquistador de po­dios. Argumentos le sobran. Le vi­mos arrancar en el Mundial Ju­venil de Barcelona 2012 y allí se co­ronó. Mundial de Moscú 2013, plateado entre mayores. Mundial de Sopot 2014, bronceado bajo techo. Luego de cumplir una sanción, oro continental en Toronto 2015 y de nue­vo plata mun­­dial en­tre ma­yores en Beijing 2015.

Tan joven y solo sabe coleccionar medallas. Digno de elogios. Pa­recería inconsecuente señalar que no concreta su mejor rendimiento en la com­petición principal. Pero así es el deporte y seguramente también sea el principal desvelo suyo y de quien lo entrene, porque el deportista aspira siempre a lo máximo.

Cuando en el mes de mayo “flotaba” alrededor y sobre 18 metros en reiteradas ocasiones y escenarios, muchos alborozados lo vistieron de recordista mundial para su etapa tope, lógico según los patrones de progresión gradual del en­trenamiento deportivo.

Otros opinaron que —de acuerdo con su curva de desarrollo atlético— estaba adelantando un pico irrepetible en el año.
Pichardo no saltó bien en To­ron­to, lid principal, ni en Beijing, la se­­gunda alternativa. Por la metodología de estos tiempos para lograr más de un pico, hubiera podido ren­dir en ambas. Pregúntenselo a va­rios canadienses, o sin ir más le­jos a Ya­risley Silva y Denia Ca­ba­llero.

Repasemos que el martillista Ro­berto Janet, otro descollante en el Memorial Barrientos de mayo, tam­­poco pudo acercarse al récord na­cional implantado durante julio y agosto. En dicha reunión Yarisley pareció la “patita fea” en la pértiga, con una pobre marca.

El reciente balance de la Liga de Diamante 2015 mostró récords en ma­­yo, el de Pichardo en Doha (18.06), y el espectacular 6.05 del per­­­ti­guis­ta francés Renaud La­vi­llenie, tam­bién alejado de ese en­torno en el Mundial de Beijing.

A cualquiera le sucede, aunque a nadie le guste ni quiera ceder el mí­nimo escaño posible.

En Cuba se estimula económicamente de por vida al entrenador parejamente con el resultado de su pupilo. Reiteramos que toca a los técnicos cualquier evaluación.

Solo utilizamos un ejemplo llamativo para acercarnos al tema de la exquisitez y sabiduría que requiere el entrenamiento deportivo.