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Las últimas noticias sobre Cuba en el mundo del fútbol hablan de la goleada que nos propinara Canadá este fin de semana en la ciudad de Toronto.

Muchos medios (internacionales), igualmente resaltan la pérdida de otros cuatro efectivos que ha sufrido la Selección Nacional que tomaba parte en las eliminatorias, rumbo al Mundial de Brasil 2014. Los hechos se reseñan desde horas antes de jugar el choque correspondiente a la penúltima fecha de la fase de grupos de la clasificación mundialista de CONCACAF.

Esta nueva “fuga” suma otros nombres a la larga -y al parecer interminable- lista que desde 2002 no ha parado de multiplicarse. El Equipo cubano ya no tenía opciones pero queda claro que de esta manera no se puede “levantar cabeza” en un deporte tan competitivo como este. Sin embargo, para ser consecuente con la realidad, esto de “dejar a Cuba e ir a apostar por otras tierras” se ha vuelto una triste tendencia para el deporte cubano en los últimos años. Una situación incómoda que ahora adquiere protagonismo en el más universal de los deportes pero que no ha dejado de sucederse en  otras tantas disciplinas  como el baloncesto, béisbol, voleibol, atletismo, polo acuático, entre otros.

Lo del fútbol  es muy penoso porque la gran mayoría de las y los atletas que se han “marchado” lo han hecho cuando han tenido la oportunidad de viajar a otros países, sobre todo desde tierras de América del Norte. Escenario propicio para “olvidarse del son e ir a intentar bailar a ritmo de country” en la Mayor Soccer League (MLS); que no ha dejado de demostrar que suele tener los brazos abiertos para adquirir –con la chequera en la mano a precio módico-  jugadores con talento.

Si pensamos en otro deporte, por ejemplo, en el voleibol, encontraremos más de lo mismo. Números que responden a menos deserciones pero que no dejan de ser alarmantes. Hay más de 50 jugadores (ambos sexos) que son regulares en equipos de ligas profesionales de todas las partes del mundo. Conjuntos que han ganado títulos y merecido toda clase de reconocimientos  a costa de  sus  estrellas, que en no pocos casos son cubanas y cubanos. Paradójicamente, Cuba no pudo estar en el torneo de voleibol de los Juegos Olímpicos ya que sus selecciones nacionales no alcanzaron a concretar su clasificación y se mostraron, notablemente, mermados en cuanto a la calidad de juego que exhibieron sus formaciones titulares. ¿Cómo se entiende entonces el fenómeno?

Pasa que acá no está autorizado que los cubanos que han salido del país, aun cuando lo hayan hecho por vía legal y manifestando su entera disposición de defender los colores de Cuba, vuelvan a poner su clase en favor de la tierra que les vio nacer. Una rígida disposición,  muy cuestionada, justa o injusta según con los ojos que se mire, y que, dado el panorama actual, se me antoja como  un punto para discutir entre los directivos y avezados especialistas, por ende responsables, del deporte en Cuba. Quién sabe, quizás con un simple rejuego en la táctica encontremos soluciones con las que Cuba pueda recoger a plenitud, los frutos de todo el talento que ha sabido cultivar.

Somos una potencia deportiva, nadie lo duda, pero a nivel mundial hoy estamos en franca zona de descenso. El éxodo de atletas cubanos a otros países, más que un síntoma de desarraigo, es la muestra fehaciente de que estamos fallando en alguna parte de la concepción de nuestro sistema deportivo. Seguimos enchapados y apegados a una estrategia que si bien,  hace años nos catapultó  la cima, es un hecho que hoy ha muerto a los pies del profesionalismo brutal. Recordemos que el campo socialista dejó de existir hace dos décadas y ya no contamos con el beneficio que proporcionaba la cooperación y el roce constante con las naciones integrantes del CAME,  por demás, eran fuertes potencias del deporte en aquel entonces.

La experiencia de lo cotidiano demuestra que el incentivo moral no basta y de ahí que muchos de los problemas que nos llevan a perder talento comienzan cuando los deportistas alcanzan el alto rendimiento y empiezan a codearse con la élite internacional. Entre otras cosas se deslumbra un cambio en la mentalidad e intereses de los muchachos y muchachas que hoy visten las sagradas “cuatro letras”.  Nos guste o no, sea ético o no, el dinero es una de las principales fuerzas motrices en este mundo y el deporte es una de las actividades más lucrativas de la actualidad.

Aquí el deporte es derecho del pueblo, palmas para eso, es práctica noble que nos hace ser mejores seres humanos, regocijarnos de vivir en la sociedad más justa y ser un país capaz de fabricar talentos por doquier,  pero seguimos sin retroalimentarnos con eficiencia a la hora de recuperar lo que invertimos en este proceso cuando esta debería ser la  premisa de orden,  máxime cuando estamos enfrascados en ser más viables, económicamente hablando.

El deporte en Cuba no es rentable en lo absoluto. Es una realidad aunque muchos desde fuera se dediquen a tildar con cuanto adjetivo denigrante se les ocurra a las autoridades deportivas cuando circula un rumor de que “Juanito ganó 10 000usd y solo le pagaron 1500usd”.  No hay una mentalidad de lucro en la práctica deportiva en Cuba y deberíamos enfocarnos en construirla, considerar variantes y analizar el tema como una posibilidad real de salir adelante.

Hoy mismo no hay muchos contentos;  los deportistas siempre tienen algo de inconformidad en el rostro y hasta los más agradecidos sucumben de vez en vez ante la realidad a la que tienen que enfrentarse a diario: por un lado, cuando salen del país, deben afrontar los avatares del mercantilismo y observar como deportistas con resultados (muchas veces de menor rango que  los de ellos) siempre perciben los dividendos resultado de su esfuerzo. Por otra parte, aquí mismo también tienen que lidiar con los que se han ido a otros parajes a buscar fortuna y regresan, en plan de turistas, para exhibir las “bondades” de haberse entregado al mundo profesional.

En cuanto a la dirección del deporte, pues tampoco han de dormir tranquilos. Hay que pensar en por qué no  salimos adelante y en cómo vamos a arreglárnoslas para mantener las conquistas del deporte revolucionario cuando hay que costear todo el desarrollo de los atletas desde la base. Problema que se agudiza con la realidad actual, donde los que están listos para rendir deciden renunciar o simplemente no obtienen los resultados que de ellos se esperaba. Sin resultados no hay dinero y sin recursos, ¿cómo pretender coexistir al más alto nivel?

Así hemos navegado por años, pero la suerte cada día se convierte en un factor más subjetivo dentro de esta historia, y los resultados, como suele suceder cuando usted no cuenta con todos los recursos volcados sobre la materialización de una idea,  escasean.

Pero  ahí vamos y seguimos con la frente alta, aun a sabiendas de que al final del camino habrá un precipicio en el que estamos prestos a caer y del que no sabemos si llegaremos a salir.

Creo entonces que,  a estas alturas y con los truenos que en todo el ciclo olímpico han caído sobre nuestras tierras,  el cambio se impone. La necesidad y las contradicciones, históricamente  han sido motivo puntual al analizar las causas del desarrollo en cualquier aspecto. Hoy el deporte cubano se debate entre ambas: tenemos la enorme necesidad de manejar recursos (más que humanos) para poder devolver el nombre de Cuba a los planos estelares que solía ocupar en este planeta y además,  nos revolvemos entre la contradicción de mantener nuestros principios y no abrirnos  a la internacionalidad pese a ser conscientes de que si no lo hacemos, cada día iremos a menos.

Yo lo miro desde afuera porque no está sobre mis hombros el poder de decidir, pero lo sufro con un alma totalmente revolucionaria; esculpida y forjada al calor de los conceptos  que dieron luz y que  han guiado nuestra Revolución a lo largo de los años,  y entiendo que debemos avanzar. Tengo seguridad de que  los millones de cubanos que amamos el deporte apoyaremos con las dos manos cualquier decisión que se tome en aras de mejorar. También  confío en que la misma llegue rápido, sobre todo porque (los cubanos) somos una especie que se ha caracterizado siempre por la inteligencia y hoy, en lo que al deporte respecta, estamos pecando de inocentes. O es que acaso hay algún otro país que se da el lujo de dejar ir a sus deportistas, formados a conciencia y con el apoyo de todo un pueblo, para que otro -en el más sacrificado de los casos- los pula, y  los utilice a placer para beneficiarse  y hasta darse el gusto de aplastarnos gracias a la oportunidad que nosotros mismos le pusimos en sus manos.

Por ahí anda mi idea, ¿usted qué cree?

Por ahí anda mi idea, ¿usted qué cree?