«Cree en ti, aun cuando hasta las personas cercanas hayan dejado de hacerlo» [Yelena Isinbayeva]

Debo escribir unas líneas esta noche. Debo, aunque sé, las palabras no alcanzan para describir una competencia tan grande como esta. Pero precisamente por ello vale el esfuerzo, para escribir, y describir, con los detalles que se puedan traducir a letras, las enormes emociones y las lecciones de entereza que desde el colchón del salto con garrocha se escribieron desde Moscú para el mundo; desde el Luzhniki, para la historia.

En principio eran 12, pero se sabía que en esa hornada de buenas saltadoras había tres que venía predestinadas a definir la historia. Tres que llegaron con presiones de todo tipo.
Jennifer Suhr, en deuda con su palmarés, en el que lucía título y subtítulo olímpico pero que andaba desprovisto de medallas en campeonatos mundiales.

Yarisley Silva, nuestra Yarisley Silva; armada de un arsenal de saltos superiores a 4.80m en la temporada, con coraza de líder mundial y con toda la fuerza, los deseos y el coraje para refrendar otra destacada actuación.
Y de Elena Isinbayeva ni hablar. Capaz de repletar el majestuoso estadio con su mística y cargando todo el peso del mundial sobre sus hombros. Por ser estrella, desde el terreno hasta las medallas y estando en su tierra, a la que según sus propias palabras- debía regalarle un rendimiento digno.

Así se lanzaron a la lucha; estas tres y unas cuantas más. Todas batallando con poco más de 40 000 aficionados, que bien a favor o bien en contra, vertieron todo su furor para hacer rugir una instalación que hasta entonces se antojaba desértica.

Yelena empezó tarde, más arriba que todas, pero el ambiente enrareció y los fantasmas de un nuevo fracaso la circundaron cuando descendió junto a la varilla en su primer intento sobre 4.65m.
Sensaciones que se vivieron con idéntico sigilo desde este lado del mundo, porque la cubana también erró, dos veces en la misma altura.

Jennifer no, Jennifer ni siquiera intentó los 4.65m; en un acto de confianza buscó y consiguió con perfección otro salto con diez centímetros de agregado.

Por ahí pasaron las tres y Silke Spiegelburg, que hasta entonces sin fallos, parecía que se despojaba de su maldición y acariciaba por primera vez el podio en un evento de primer nivel.
La batalla fue a parar a los 4.82m; con un protocolo violento por delante, con una secuencia signada por intervalos rarísimos; muy rusos.

Aquí las cosas se complicaron; Yelena cruzó su cuerpo en la segunda tentativa, era el mejor salto de su temporada, lo mejor al aire libre desde 2010 para ella. Del tiro apareció el primer vestigio de claridad en su mirada; y una ligera sonrisa invadió su rostro; como quien siente que ha encontrado las claves.

Acto seguido, Suhr respondió y quedó sola en la punta de la competencia pues Spiegelburg no pudo con la altura y fue directo al banquillo de espera. Esperaba por Yarisley, que estaba contra la pared; 4.82 o nada. Y la pinareña lo hizo, otra vez con la entereza que le caracteriza; y la maldición del cuarto puesto se enraizó sobre la germana que se quedó fuera del podio pese a haber hecho su mejor incursión de la contienda.

Varilla, entonces, a 4.89. Yelena abría la ronda en busca de lo que parecía imposible para una mujer envuelta en una temporada de muy pocas competencias, marcas discretas y declaraciones cautelosas. Pero Lena se ha especializado en destruir los imposibles. Quizás por ello se fue en blanco en Berlín 2009; quizás por ello asaltó el 2012 con una nueva incursión sobre los 5m (indoor) cuando nadie lo esperaba y también, por eso, porque los imposibles desde siempre han sido nada para ella, volvió a juguetear con las alturas y enrumbó su cuerpo firme hasta escalar con espectacularidad los metros y caer, con sus manos apuntando al cielo, a sabiendas de que desde ese momento en adelante, las cosas iban más a su ritmo.

Por ahí no cruzó nadie más. Las tres cumplieron con los vaticinios y se burlaron de las tensiones para juntas construir, una de las más emotivas porfías en la historia de esta compleja especialidad.
La rusa, por su parte, se vistió de oro mundial seis años y varias lesiones, cambios, decepciones, después. El Luzhniki estalló.

El mundo se rindió ante el show y reverenció el regreso de la zarina.

Volvió la risa y los intentos para récord del mundo.

Volvieron las lágrimas, las acrobacias y ese abrazo; profundamente sincero y agradecido para un Evgeny Trofimov que le dio y le devolvió a la pértiga, su reina.

Volvió en Moscú, y la ciudad, le regaló una noche lluviosa en señal de añoranza, por el adiós, que de momento, ha anunciado la mejor pertiguista de la historia.

Para despedirme, vale el recordar unas palabras suyas, de Yelena Isinbayeva, tras su segundo título olímpico en Beijing 2008 El oro no es cuestión de favoritismos.
No importa si has sido imbatible
No importa si eres el campeón defensor
No importa si eres el recordista del mundo
El oro nunca es un regalo.