por UTA

Corrió definitivamente sus imaginarias cortinas la decimoctava edición de los mundiales al aire libre de campo y pista Eugene 2022, paradójicamente, la primera que acogió la máxima potencia mundial de este deporte.

Haywards Field, el mítico estadio del estado de Oregon, la casa de “La Leyenda” Steve Prefontaine a quien tal vez más de un campeón rindió homenaje, acogió una edición que pasará a la historia por muchas razones, incluida su carismática y muy interactiva mascota “La Leyenda de Pie Grande”, pero que en lo organizativo, visto desde la objetividad más absoluta, dejó bastante que desear.

Problemas con los visados de varios atletas que casi tuvieron que viajar del aeropuerto a las pistas, alojamiento en instalaciones que no ofrecían ni mucho menos el confort necesario para los deportistas y otros detalles que oscurecieron el brillo de marcas y triunfos espectaculares son aspectos de los que Sebastian Coe y su equipo de World Athletics tendrán que tomar nota para evitar que se repitan en la venidera edición de Budapest 2023.

Eugene en lo deportivo fue propicio para el lucimiento de la delegación local, aplastante dominadora tanto en el medallero como en la tabla por puntos. Para que se tenga una idea de la insultante superioridad de la escuadra estadounidense, digamos que sus trece medallas de oro superan la suma de los títulos alcanzados por los cinco países que le siguieron en la tabla, encabezados por Etiopía con cuatro oros.

Deplorable fue el accionar de las grandes potencias europeas. Italia, que había cosechado tres títulos en la edición olímpica de Tokyo, se va de Eugene sin preseas, Alemania apenas sumó el título de la saltadora Malaika Mihambo y el bronce del relevo 4×100 femenino, en tanto Francia se aferró al triunfo del heptalonista Kevin Mayer. Algo mejor les fue a Gran Bretaña y Polonia, pero, comparadas con anteriores citas, sus actuaciones también dejan muchas insatisfacciones, como insatisfechas tienen que estar otrora potencias como Hungría o Rumanía, ahora no solo ausentes del medallero, sino prácticamente de la cita mundialista a la que, por ejemplo, los húngaros (sede el próximo año, vale recordar) apenas aportaron dos atletas: la heptalonista Xénia Krizsán que no concluyó la prueba y el martillista Bence Halász, quinto clasificado. Algo de luz al panorama del atletismo en el viejo continente aportaron naciones con figuras puntuales como Eslovenia y Lituania en el disco masculino, Noruega con Jakob Ingebritsen en las carreras de fondo, Suecia con el fenómeno Mondo Duplantis en la pértiga, Países Bajos impulsado en la pista por la formidable Femke Bol y con el record nacional y la plata de la heptatlonista Anouk Vetter, Bélgica con la reina de las pruebas combinadas Nafisathou Thiam como gran figura, Portugal con el nacionalizado Pedro Pablo Pichardo y España que realiza su mejor actuación en quince años y sube par de veces al cajón más bajo de podio.

África globalmente volvió a imponerse en el fondo y medio fondo, pero el reparto de medallas fue diferente, con un descenso notable para Kenya, que apenas sumó dos títulos y enfrenta una etapa muy delicada ante los estragos que en sus tropas están ocasionando el aumento del rigor en los controles antidoping y el éxodo de atletas que buscan mejores condiciones en otros países.

A la ya citada armada etíope, que en esta ocasión tuvo sus mejores exponentes entre las damas, se sumaron los títulos de fondistas de Uganda y Marruecos para redondear una cosecha de ocho metales dorados en las carreras de largo aliento. Eso sí, un feudo total africano en las últimas ediciones mundialistas: los 1500 metros para hombres, vieron como Europa copaba el podio, algo que absolutamente nadie podría haber imaginado un año atrás.

Ahora bien, el mayor éxito de los atletas del continente negro no estuvo en las pruebas de fondo, pese a la muy buena marca de la campeona del 1500m Faith Kipyegon. La gran reina africana tiene un nombre tan complicado que prefiero llamarla Tobi Amusan, esa chica que años atrás posteaba en sus redes sociales su certeza de llegar muy lejos y, especialmente, muy rápido, y que lo consiguiera con creces en Eugene, volando cien metros sobre las vallas a un ritmo nunca antes conseguido, en una semifinal de puro vértigo que hizo dudar de los cronómetros al mismo “Pato” Johnson, asombrado ante este record mundial de 12.12 que no cayó nuevamente en la final por ese 2.5 m/s de aire a favor.

Pero hablar del “Pato” me recuerda que los andares de este animal son imitados hoy por medio Perú, absolutamente rendido a los pies de la marchista Kimberly García León y su doblete en los 20 y 35 km que la ubican como lo mejor de Latinoamérica y el Caribe, por encima de las fantásticas jamaicanas Shericka Jackson y Shelly Ann Fraser-Pryce con sus tres medallas (un oro y dos platas en ambos casos) y tiempos espectaculares.

Fue en general un mundial feliz para Latinoamérica y el Caribe que también vivió el éxito de la extraclase Yulimar Rojas, rozando el récord mundial de Inesa Kravets pese a su temporada entre algodones, el triunfo del vallista largo brasileño Alyson Dos Santos, cada vez más cerca de romper la barrera de los 46 segundos y dominador de la temporada, la esperada consagración de Shaunae Miller en la muy caribeña final de los 400 metros planos y el relevo mixto dominicano superando estrechamente el embate final de Países Bajos. A ellos se sumaron medallistas de Jamaica, Brasil, Puerto Rico y Barbados y actuaciones bordeando la presea de marchistas mexicanos y ecuatorianos, el guatemalteco Grijalva en los 10000 o los cubanos Leyanis Pérez en triple y Maykel Massó en longitud (de la actuación cubana hablaremos en otra entrega). Lejos del podio quedó esta vez Colombia, ya sin la triplista Caterine Ibarguen.

El otro país de América, Canadá, vio como la lesión del decatleta Damian Warner frustraba su más clara opción de título, pero el oro llegaba inesperadamente en el relevo corto masculino, al que sumarían otras medallas conseguidas en martillo femenino y el decatlón.

Y nuestro último vistazo va a Asia, continente que tuvo a China como su máximo representante con dos outsiders como Jian Wang en el tanque de saltos y Bing Fen en el disco femenino, la competitivad de Lijiao Gong que superó con creces su mejor resultado de la temporada para llevarse una plata en la bala para mujeres que reluce especialmente y una cosecha bronceada en la marcha que se antoja corta teniendo en cuenta las sensibles ausencias de los marchadores de Rusia. Japón, con sus marchistas se hizo un hueco en el medallero al que sumó el bronce de la combativa jabalinista Haruka Kitaguchi, mientras que el genial Mutaz Essa Barshim y la kenyana devenida kazaja Norah Jeruto completaron los títulos del continente asiático, que sumó medallas en pruebas en las que sus atletas no suelen figurar como los saltos triple y con pértiga (primera medalla de Filipinas en estas lides).

Australia, en tanto, se lleva la satisfacción de dominar en el salto de altura y la jabalina para mujeres, a lo que las damas sumaron otro bronce en la pértiga para una muy satisfactoria cosecha.

Así, ante la indiferencia de las águilas cuyo nido en las afueras del Haywards Field también devino imagen del evento, concluye un torneo que deja tres records mundiales, el ya citado de Amusan, la fantástica carrera de 50.68 de Sydney MacLaughlin en los 400 con vallas que hace pensar que si llega a correr los 400 planos puede tambalearse el añejo y cuestionado 47.60 de Marita Koch en la copa mundial de Canberra en 1985 y el 6.21 de Mondo Duplantis que lo dejó allí porque no quiso saltar más, porque busca ir subiendo la marca centímetro a centímetro como hiciera Sergey Bubka. También el evento deja records para estos torneos, marcas que se ubican en el top ten de todos los tiempos como el 19.31 de Noah Lyles en 200 y, como siempre existen dos caras en la moneda, también deja medallistas con registros discretos como en la longitud masculina o la jabalina para mujeres.

Ahora, de los hechos que trascienden las medallas y, obviamente, de la actuación cubana, la más discreta en las dieciocho ediciones, con la segunda puntuación más baja de la historia y la primera vez que no se alcanza una medalla, hablaremos en una próxima entrega.