Por Lilian Cid

Jakob Ingebrigtsen es un fantástico corredor pero hay lecciones de la vida que aún no ha aprobado.

Es un tipo con una historia de vida tremenda. El abanderado, por sus resultados, de una saga familiar que a ratos ha llegado a irrespetar también.

A Jakob le asiste el derecho de decir lo que quiera pero -quizás- debería cuidar muchísimo la forma en que lo dice, para que Dios no se enoje y le mande británicos a demostrarle que es humano, que si necesita entrenador y que en el deporte hay que cargar, siempre, con dos jabas.

Hoy fue Joss Kerr quien le achicó la sonrisa al rematarlo en condiciones en la final de los 1500m en el campeonato mundial que tiene lugar en Budapest, Hungría. Hace un año en Oregon, la gracia se la hizo Jake Wightman. Después de eso y aunque se llevó el título de los 5000, hablo muchísimo e intento quitarse su frustración con mucha gente.

Por cierto, Kerr e Ingebrigtsen estuvieron siempre en la misma serie, en preliminares y en semifinal terminó el noruego por delante. Lo de la final, ya lo saben.

Es Imposible cuestionar su talento, que lo mueve de 1500 a 5000 con resultados de esta y de otra galaxia también. Ha ganado todo y de todo, dssde pequeño y hasta en Cross Country pero se las ha tenido que ver muchas veces de frente con sus propias palabras. La vida, y sus vueltas. Hoy estamos aquí, mañana, ¿quien sabe?

Lo bueno es que Jakob solo tiene 22 años, y de a poco tendrá que ir entendiendo que la vida y sobre todo el deporte funciona de otra manera, o al menos, la mayoría de los que lo practican lo entienden de otra forma.

Su objetivo, dijo una vez a World Atlétics, es convertirse en el mejor corredor que jamás haya existido. Ser una leyenda.

Y si, casi nadie tiene dudas de que parece predestinado a serlo pero debería empezar por entender que en boca cerrada no entran moscas …