Son tiempos en los que se vuelve a hablar de voleibol. La reunión entre los exjugadores de la selección nacional Robertlandy Simón, Raydel Hierrezuelo y Michael Sánchez y Ariel Sainz, presidente de la Federación Nacional de Voleibol (FCV), donde se oficializó su solicitud de reinserción al equipo, ha revolucionado las redes sociales, los medios de comunicación y, en cierta medida, amenaza con revolucionar la historia.
La aparición de Simón y compañía en las instalaciones de la Escuela cubana de voleibol, con su correspondiente repercusión ha hecho pensar en un futuro diferente; hay mucha gente que vuelve a soñar. Y lo cierto es que, aunque el futuro es incierto, el hecho de que hayan conversado y puesto algunas cartas sobre la mesa, es un paso importante; interesante, cuando menos.
Lo que sigue, según el propio Sainz, es poner en manos de las autoridades pertinentes el expediente de la solicitud para que puedan validar con la base jurídica correspondiente si el regreso soñado procede o no. Estableciendo, también ha dicho, los términos y condiciones de dicho trámite.
Al margen de lo que burocráticamente hay que ejecutar, que Simón, Sánchez, Hierrezuelo y los que siguen regresen de una vez, pasa también por exigencias de orden económico que hasta donde conocemos discrepan con la línea que en este sentido sigue el resto del mundo.
En el voleibol, como en todos los deportes, existe el llamado transfer internacional, que viene a ser una especie de permiso por el que los clubes han de pagar para emplear a los jugadores.
A saber, la suma que percibe la federación nacional del país de origen del jugador contratado oscila entre un 5 y un 10% de sus ingresos, en dependencia de la magnitud del contrato.
Según nos comentan desde Casa-Vera Sports, una agencia de representación deportiva con 20 años de experiencia y que actualmente lleva los hilos de la carrera de una decena de jugadores de élite en este deporte, hay otros casos donde las cotas a abonar están normadas. Estados Unidos, por ejemplo, pide por cada jugador contratado, sin distinción alguna por la magnitud del salario que percibe, 500 dólares como garantía mientras que en Venezuela la cifra pactada es de 1000 USD.
En Europa, el 95% de las federaciones cobra cifras que asocian al trabajo de oficina y que van desde los 250 (Finlandiahasta los 1500 euros por cada jugador, sin mirar el tamaño del contrato. Es tanto así que la Confederación Europea de Voleibol (CEV) tiene pública su sistema de cálculo para el pago de este asunto, ya sea entre las naciones de su región o para la salida de sus jugadores hacia otras zonas del planeta. Mostrando además la escala de sus bonificaciones administrativas para el otorgamiento del permiso para jugar internacionalmente.
En otros casos si se tiene en cuenta los salarios de los atletas, pero para regular el abono. Cuando se trata de un contrato superior a 100 mil, el “impuesto” nunca llega ser del 10% (máximo posible), porque es objetivo de las federaciones no es enriquecerse por vía de este transfer, sino recibir un aporte que favorezca a todos. Su gestión y el desarrollo profesional de los deportistas.
“El objetivo principal es estimular el desarrollo y crecimiento de sus atletas e impulsarlos a jugar ligas profesionales. Mientras más jugadores salgan es mejor para el desarrollo. Es una política que usa casi todo el mundo, Brasil, Estados Unidos y Rusia, aunque se norman las edades para ser contratados: algunos para mayores 19 años y otros a partir de los 21” – apuntó.
El transfer doble de los cubanos independizados
El transfer es una suma que corre por cuenta del club que emplea al jugador, y su vez tienen que abonar dividendos a la Federación Internacional de Voleibol (FIVB) por el mismo concepto. Es, digamos, un permiso de trabajo.
En el caso de los cubanos que obran de manera independiente tienen un requisito adicional, y es abonar otra cuota a la FIVB por la representación que ejerce la misma para con ellos. Los pagos se mueven entre los 5000 y 20000 dólares, de acuerdo con el rango de la categoría de la federación que recibe al jugador.
Al evaluar todos los rejuegos económicos que rodean la actividad deportiva contemporánea, se hace evidente que esta es insustentable para quienes no se insertan con eficiencia en entra en estas dinámicas. Cuba es probablemente el ejemplo más definitivo, pues posee un sistema de formación extremadamente eficiente que subyace carcomido por la falta de presupuesto para garantizar las necesidades elementales que permitan potenciar al máximo el talento desde edades tempranas.
Abrir las puertas a esta simple alternativa sería una fuente de oxigenación irrefutable. Solo en el voleibol se sabe que hay cerca de un centenar de jugadores, entre hombres y mujeres, activos en ligas de todo el planeta. Ajustándonos a una media de unos 1000 dólares per cápita, estaríamos hablando de un ingreso neto aproximado de 100 000 al año. Una cifra nada depreciable que empleada en subvención de esta práctica deportiva tendría un impacto considerable en el desarrollo deportivo de nuestra isla.
Súmele a ello que al echarle mano a los “independientes” tendríamos la posibilidad de contar con equipos más competitivos, que tendrían la opción de ganar premios en metálico, cuyas migas complementarían las arcas de la Federación Cubana de Voleibol.
La matemática casi nunca miente; en el deporte menos. Nótese que este es un negocio altamente lucrativo. Un gran negocio global, que mueve sumas millonarias entre fichajes, promociones y cuestiones de transferencias. Una dinámica que estamos obligados a comprender, para aprovecharla en beneficio nuestro. Podemos darnos en el pecho de ser una cantera vasta de talentos, pero de qué sirve formar, formar y formar, si al final del camino, son otros bolsillos y otros escudos los que se llevan el dinero y los aplausos.
Aun así, se sabe que Cuba se permite el 10% de los ingresos de los voleibolistas contratados bajo el mantra de la FCV y es así justamente porque la entidad obra como su representante.
Así lo refiere Santiago Gabari, habitual redactor para temas del voleibol y una voz autorizada debido a su actual cargo como Jefe de Prensa y Comunicaciones en el Club Bolívar de la liga argentina, en un análisis sobre el tema que publica VolleyPlus.
“…el retorno no está cerrado y no será sencillo. Hay dos o tres puntos a resolver. Uno de ellos depende pura y exclusivamente de las intenciones de la FCV, que se guarda el derecho a estudiar cada caso, cada trayectoria y cada comportamiento y declaración histórica de los atletas a favor o en contra “de la patria” cubana.
Pero el punto más complejo de saldar es el económico. La FCV cobra el 10% de cada contrato que sus atletas firman en el exterior. Pero claro, lo hace sobre aquellos atletas a los que autoriza y que nunca desertaron. Es el caso de Osniel Melgarejo, Jesús Herrera, Adrián Goide, Miguel Ángel López Castro y Lisván Osoria, todos jugadores que disputaron la última Liga de Vóleibol Argentina y que actualmente juegan en la Selección ”.
Lo que pasa es que no se puede pedir lo mismo a los que vienen de fuera, primero porque la gran mayoría (no me gusta absolutizar) ya tienen sus agentes a quienes les pagan por su trabajo el archiconocido diezmo y segundo porque ante la magnitud de los gastos que puede suponer volver, es muy probable que decidan seguir pagando el transfer de representación a la FIVB, y resignarse a vacacionar cuando sus compañeros cumplen con la hermosa obligación de defender los colores de la tierra que les vio nacer.
Esa meta de la Federación Cubana de llevar los hilos de las carreras de todos sus jugadores es un tanto utópica. Algo que solamente se hace en Cuba y en el voleibol femenino de República Dominicana, pues salvo estos casos, nadie, ninguna otra federación en el mundo funge como agente de sus atletas. Probablemente porque es insustentable, mucho menos cuando se destina a una sola persona para ejercer esta actividad. Hemos chocado ya con esas realidades en otros deportes como e y se sabe que a la larga terminan apareciendo “ayudas” que también hay que retribuir. Así, las pautas de un posible Si, como también las del No son un total enigma, como la gestión misma de nuestras federaciones, de cuyos procedimientos legales y términos contractuales se sabe bien poco.
En fin, analicemos todo mientras sea posible. Y hagamos, por favor, todo cuanto esté a nuestro alcance para que el final de esta historia sea feliz.
Es ahora, o nunca.
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