Por: Tony Michel García / Especial para Deporcuba
Tras cumplirse 20 años del inicio de su ciclo como entrenador de la Selección Nacional, el profesor Miguel Company accedió a comentarnos detalles de aquella experiencia. ¿Cómo se gestó su llegada?, las claves de su gestión y algunas vivencias inéditas, fueron reveladas en exclusiva para DeporCuba.
“Mi vida está pendiente de una rosa, porque es hermosa, aunque tenga espinas me la voy a llevar a mi casita porque es bonita mi rosa momposina…”
Así cantaba cuando apenas tenía unos cinco años el pequeño Miguel, se aprendió aquella canción con el fin de conquistar a una rosa que le había flechado el corazón. Tendría éxito trece años más tarde y disfrutaría de aquel amor. Esa determinación por alcanzar sus sueños es justo lo que mejor identificaría a Miguel Company en todos los aspectos de su vida. Aquella canción de la sonora matancera quizás fuera el inicio de su relación con Cuba, pero sus mejores páginas estaban por escribirse.
Luego de terminar su carrera profesional como futbolista, no se divorció del deporte. Apostó por comenzar una nueva etapa como entrenador, y mal no le fue. Ganó varias copas locales y trofeos internacionales, dejando en el camino a equipos europeos de la talla del Benfica. Esos resultados lo llevaron al banquillo de la selección Nacional de Perú, a quienes comandó en dos Copas América. También dirigió a la Selección de Honduras y se probó como entrenador en ligas exigentes como la de Colombia y México. Pero el mayor sueño del profesor Company, seguía estando ligado a nuestra querida isla.
¿Cómo fue que creció ese amor que siente por Cuba y por su gente?
De una u otra manera siempre he estado vinculado a Cuba. En 1958, cuando estaba todo el movimiento en la Sierra Maestra, yo tenía 13 años, cursaba aún la secundaria, todos leíamos sobre Cuba como si fuera una novela, éramos muy apasionados, comentábamos las noticias deseando el triunfo de la revolución. Ya en mi primera juventud, habiendo leído un poquito más, me hice simpatizante de la Revolución cubana. Desde ese entonces yo tenía el sueño de vivir en Cuba en la misma época de Fidel…y así sucedió. Tengo dos patrias que son Perú y Cuba, y he sido director técnico de las dos selecciones.
¿Cuándo se gestó su llegada a nuestra Selección Nacional?
En 1989 yo fui invitado a Cuba, justo cuando se caía el bloque socialista. Estuve quince días en ese momento, pero terminé quedándome por tres meses. Yo quería ser útil de alguna forma y de la única manera que podía serlo era desde mi profesión como entrenador de fútbol. Me convertí primero en profesor visitante, cuando tenía opción iba y daba clases, conferencias, me reunía con los entrenadores, explicaba mis ideas del fútbol, porque ya tenía una trayectoria bastante amplia. En el año 2000 me llaman para que colabore con la Selección como DT por tres meses, el objetivo era clasificar a la Copa de Oro, pero luego Pedro Miret, Mireya Luis y Humberto Rodríguez, me convencieron de quedarme por más tiempo y así fue como estuve cinco años.
¿A nivel deportivo, con qué panorama se encontró al asumir el cargo de DT?
Lo primero una buena sensibilidad futbolística, al cubano le gustaba mucho el fútbol, tenían buen trato del fútbol, pero no mucha orientación y bastante inocencia en el juego producto del poco roce internacional. Esa era la parte más delicada, porque se puede revertir poco a poco, pero necesitas mucho tiempo. Recuerdo la primera vez que salimos al extranjero fue a Francia, jugamos contra el Nantes, contra el Rennais, el Lens, todos equipos de primera división contra los que obtuvimos buenos resultados.
El equipo comenzó a crecer, fuimos a dos Copas de Oro. En la preparación para las eliminatorias del mundial fuimos invitados a Brasil, estuvimos 47 días en Río y Sao Paulo. Tuvimos acceso a muy buenas instalaciones, el equipo comenzó a mejorar notablemente, incluso le ganamos 2 a 1 al Fluminense de Romario, empatamos con Flamengo que era un tremendo equipo también, de los cuatros partidos que planificamos solo perdimos 1-0 con Portuguesa, pero se veía el crecimiento.
El profesor Fernando Signorini, ex-preparador físico de Maradona, nos comentaba tras su encuentro con la selección cubana, que, si bien notó mucho potencial desde el aspecto físico, también eran evidentes muchas carencias desde lo técnico-táctico. ¿Usted también coincide en esa afirmación?
Esas carencias eran muy notorias, antes de mi llegada habían tenido otros técnicos extranjeros, pero ninguno sudamericano. Se equivocaban en traer técnicos que apostaban más por la potencia, por la velocidad y hacían a los equipos muy bruscos, entonces cuando les tocaba algún equipo superior salían más a contrarrestar y no a proponer, fuimos cambiando un poco eso.
Cuando fuimos a Francia quise jugar con una línea de tres defensas y se sorprendían porque pensaban que nos iban a hacer ocho goles, pero nunca le habían explicado lo que era el trabajo mixto de los volantes y las transiciones ordenadas de ataque y defensa. Cuando comenzaron a aprender los conceptos les fue gustando, lo fueron aplicando porque el cubano es muy disciplinado cuando le enseñas.
De a poco comenzaba a ir más público a los estadios, en los programas de deportes pasaban más partidos internacionales, pero también al equipo por la televisión nacional. Ensayábamos algunas jugadas, hacíamos trabajos tácticos y el entusiasmo comenzó a crecer por esa repercusión. Recuerdo que había campeonatos juveniles, de mayores y hasta de veteranos, en ese momento se respiraba fútbol en todo el país. Se creció mucho y una de las tristezas que tengo es que eso debió mantenerse.
Sin embargo, no todo fueron alegrías, le tocó vivir una situación difícil cuando dos futbolistas de aquel equipo abandonan la concentración para probar suerte como profesionales. ¿Cómo le tocó vivirlo a usted profesor, cuál fue su primera reacción en aquel momento?
Lamentablemente me sucedió una sola vez, fue en la segunda oportunidad que viajamos a Estados Unidos, ahí se quedaron dos jugadores. Eso me dolió bastante, incluso no siguieron luego en el camino del futbol. Uno en ese momento se siente responsable, porque tratamos de inculcarles lo que estábamos creciendo, lo que Cuba se merece, a través del fútbol uno también se puede expresar, pero ellos se inclinaron más por lo material, eso también se puede entender desde su punto de vista. Pero si te puedo decir que me dolió mucho.
En el fútbol influye mucho el factor psicológico. ¿Después de una situación adversa como esta cómo se reconstruye un equipo? ¿Cómo se logra nuevamente que vuelvan a confiar en una idea o en un proyecto?
Comienzas a trabajar con el temor de que te vuelva a suceder lo mismo. En Cuba no es que abunden los jugadores de nivel y costaba mucho armar un grupo competitivo y ya lo habíamos comenzado a lograr en cierta medida. Pese a ello logramos armar un buen equipo para las eliminatorias del 2006, armamos una escuadra compacta que dependiera del grupo y no de individualidades.
¿Tras no poder superar a Costa Rica en aquellas eliminatorias fue que decidió dar un paso al costado?
Había sido un ciclo bastante largo, más de cuatro años al frente, teníamos la ilusión de ir al mundial. Cuba había estado en la Copa del Mundo de 1938 como invitado, pero de aquel equipo la mayoría eran españoles, queríamos lograrlo por primera vez por méritos propios. Quizás por eso esa derrota me dolió tanto y entonces decidí cerrar mi ciclo como técnico. Sabía que difícilmente íbamos a tener un nivel igual, porque el entusiasmo iba a bajar, el empeño que todos pusimos igual y difícilmente íbamos encontrar apoyo para tener nuevos partidos internacionales. Y en efecto esas invitaciones no volvieron a ocurrir con la misma frecuencia y el fútbol cubano comenzó a decrecer.
Parte de su trabajo consistió en preparar y capacitar a los futuros técnicos de nuestra selección. De su escuela surgieron nombres como Luis Armelio García y Raúl González Triana, ¿cree que mantuvieron su misma idea y filosofía de juego?
Se avanzó algo, pero no todo lo que hubiera querido, porque los técnicos necesitaban también salir, ver más, y eso no se pudo hacer. Cuando salíamos en delegación le pasaba los partidos, lo que yo había comentado en los mundiales, hablábamos sobre la evolución del fútbol, le explicaba muchas cosas, pero se necesitaba mucho más. Yo tenía pendiente instruir algunos cursos de capacitación de un año, para los técnicos que ya ejercían en Cuba, pero lamentablemente no se llegó a hacer eso.
¿Por qué no se pudo concretar?
Ya había terminado mi ciclo, y honestamente no tenía mucho apoyo del comisionado nacional, me apoyaba mucho en el presidente del INDER Humberto Rodríguez, pero el Comisionado Nacional Luis Hernández no me apoyaba tanto y era la primera autoridad del fútbol. Entonces era como un impasse porque había muchas cosas que yo quería hacer, pero a veces lo ven imposible o lo creen a uno muy lírico, muy romántico, pero estaba todo al alcance. Creo, a título personal, que hubiera podido hacer diez veces más de lo que hice por el fútbol en Cuba.
¿Cuáles serían sus consejos para que nuestro país pueda volver algún día a crecer en este deporte?
Deberían tener un conductor de mucha capacidad, no un director técnico, si no un asesor que vele por todas las categorías, yo asesoraba a las categorías menores, también a la sub-23 a la par de la selección principal, pero se necesita una persona con mucha experiencia que esté por encima y sea el guía principal de todo lo que se planifique, para no equivocarse en las proyecciones.
Un trabajo integrado, entre la dirección, la parte técnica y también la divulgación periodística, esos serían los tres ejes de una plataforma en la cual los protagonistas serían los futbolistas, que son quienes expresan en el terreno de juego lo que hacen los otros frentes. Necesitaríamos gente capaz que se ponga al frente.
Recuerdo cuando Cuba fue Campeón del Caribe jugamos 12 partidos, y los 12 los ganó. En el último partido por la definición del título, con el empate Trinidad y Tobago ya era campeón. Ellos tenían 10 jugadores en la premier league, entre primera y segunda división, trajo a esos diez jugadores para la definición del torneo y nosotros le ganamos 3-1 y fuimos Campeones del Caribe invictos, por primera vez. Posteriormente Cuba salió Campeón, pero en esa ocasión hubo muchísimo mérito, al ganarlo de manera invicta.
Más allá del deporte, sabemos que usted es un enamorado de nuestra cultura, sobre todo de la música, ¿Qué le impresionó más de Cuba en todo ese tiempo?
Alguna vez me preguntaron qué era lo mejor de Cuba para mí, y les dije: “lo mejor de Cuba es Cuba”. De Cuba me apasiona todo, me hace feliz hasta caminar por el malecón. Me gusta su geografía, me gusta su música, toda su cultura, su historia, yo en Cuba me he sentido siempre muy feliz, respiraba felicidad por donde iba, el trato con la gente me encantaba. Yo empiezo con la música, pero después me enamoro de todo lo que significa Cuba.
Ahora la pandemia me agarró en Lima, pero yo actualmente comparto mi vida entre Cuba y Perú, normalmente estoy tres meses en Cuba y otros tres acá. Cuando estoy en Cuba es otro mundo para mí, visito a mis amigos, visito las provincias que me encantan, me paseo por todos los teatros y anoto siempre qué día se presentan el Septeto Habanero, Omara Portuondo, estoy al día, tengo nutrida mi agenda con la parte cultural. El mar es otra de mis pasiones, me encanta mirar el mar. Todo lo que necesito para ser feliz, lo encontré en Cuba.
Hablo casi a diario con los amigos que dejé allá, pero ninguno del entorno del fútbol, ni con los dirigentes, los jugadores que dirigí ya no están en actividad. Tengo muy gratos recuerdos de dos de ellos que para mí eran los mejores, Alexander Cruzata y Yenier Márquez, creo que hubieran podido jugar en cualquier parte del mundo, por su calidad. Tengo dos patrias, no tengo una sola patria, la única diferencia es que yo nací en Perú y Cuba nació en mí.
¿Los amantes del fútbol en Cuba lo recuerdan siempre con un especial cariño, que mensaje tiene para ellos?
Agradezco la gentileza de tu entrevista y quiero hacerle llegar un abrazo fraterno a todo el pueblo cubano, que en cualquier sitio que yo esté siempre estará Cuba presente porque la llevo en el corazón. Como decía Martí: “Aunque lejos esté yo siempre pienso en ti mi Cuba, y aunque transcurran los años yo nunca te olvidaré”
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