pestano Por Reynaldo Cruz/Universo Beisbol

Mucho se ha hablado en las Redes Sociales —aunque los medios oficiales cubanos no lo han dicho— sobre la visita de Ariel Pestano al AT&T Park a presenciar la final del Clásico Mundial de Béisbol entre República Dominicana y Puerto Rico, como parte de una invitación hecha por los organizadores del evento, luego de que fuese excluido de la nómina del equipo Cuba al torneo, y de que los antillanos fuesen eliminados en la segunda ronda celebrada en el Tokio Dome.
Esto por supuesto, no ha hecho sino acentuar las ya vivas polémicas de si el icónico receptor villaclareño cabía en el equipo, de si se fue injusto con él al excluirlo, de que si todo se debió a una decisión personal de Víctor Mesa…

A diferencia de otras ligas, todo en el béisbol cubano pasa por un filtro y en muchas ocasiones las noticias que llegan lo hacen a medias, y las personas sacan tal o más cuál conclusión, sin llegar al fondo del asunto, y las “bolas” y los comentarios de pasillo son los resultados más frecuentes.
En el  béisbol profesional, los jugadores tienen hasta sus propias cuentas de Twitter en las que pueden o no meter la pata, y hacen declaraciones sin tener miedo a las consecuencias, porque el que es verdaderamente bueno en lo suyo no irá a la banca aunque haga la más duras de las críticas a su mentor, ya que éste, como profesional al fin  y al cabo, sabe que no puede prescindir de él.
Sin embargo, el problema de (o con) Pestano, cualquiera que éste haya sido, vino desde mucho antes.
Justo después de la Copa Mundial de Béisbol de 2007 celebrada en Taichung, Taipéi de China, donde Cuba cayó ante el equipo de Estados Unidos en la final, se vio que las facultades de Ariel Pestano no eran las mismas, y que había comenzado el inevitable descenso.
Era ese el momento NO de sustituirlo, sino de buscarle un sustituto. Estas dos frases no tienen nada que ver una con la otra. Se trataba simplemente de identificar a alguien que debería tener la obligación de calzar los arreos en el momento en que Pestano decidiera decir adiós a los diamantes internacionales, de su propia voluntad, tal y como le permitieron hacerlo a Pedro Luis Lazo.
La estrategia inteligente era “sembrar” —sí, porque debemos dejarnos de tapujos, si hay una posición en Cuba en la que se debe “sembrar” a un jugador es esa debido al riesgo que implica improvisar con alguien, sobre todo a la hora de defender— a otro receptor que debía haber alternado con el villaclareño en torneos internacionales.
Pero ojo, esto no debía haberse hecho para crear una competencia, PARA NADA… el procedimiento a seguir debió haber sido ubicar al otro receptor (sea quien fuere) como titular durante las cinco primeras entradas de cada partido. Entonces, la tarea de este hombre era solamente defender, y olvidarse del bateo, mientras que la de Pestano era observar detenidamente a su nuevo pupilo, para una vez terminada cada entrada señalarle las deficiencias y los errores que había cometido.
Entonces, en la quinta entrada, Ariel Pestano ocuparía su lugar para defender una posible ventaja y DEMOSTRAR cómo se hacían las cosas, mientras que la tarea del otro enmascarado pasaría a ser la de OBSERVAR al estelar hacer su trabajo para aprender de la mejor manera que existe: viendo a los grandes hacer, y luego haciendo, cometiendo errores y corrigiendo.
Ariel Pestano es un ser humano, y como tal tiene virtudes y defectos: puede parecer arrogante en ocasiones, pero su mayor virtud radica en que es un hombre de equipo. Juega para su equipo y se centra en la victoria de su equipo. Para él habría sido todo un placer tener a una figura joven que se convirtiera en su sombra y a quien tuviera que enseñarle todas las trampas y maldades de la receptoría.
Por supuesto que Pestano debía entonces ser el indicado para recibir en los partidos decisivos, algo que sin lugar a dudas habría sido más que provechoso: tenerlo bien fresco para guiar al pitcheo en el “juego bueno”.
Sin embargo, la vía a escoger fue siempre la más fácil. Y estuvo siempre motivada por el constante “movimiento de cuadros” en el equipo nacional. El equipo cubano ha tenido en estos últimos años a casi un timonel por temporada, dejando cada uno su huella particular e imponiendo a veces (solo a veces, que conste) su propio estilo de juego, con más desaciertos que aciertos.
En los últimos tres años, la receptoría ha sido una posición donde ha habido disímiles variaciones, que a veces hacen que los fanáticos se pregunten “¿En serio?”.
En 2010, para el torneo pre-mundial celebrado en Puerto Rico, el Cuba de Eduardo Martín utilizó a Yolexis La Rosa como única protección de Ariel Pestano… mal por dos razones fundamentales: 1. ¿Dos receptores solamente? 2. ¿Qué futuro hay en el equipo cubano para La Rosa con la edad que tiene?
En 2011, en la Copa Mundial de Béisbol de la IBAF, Alfonso Urquiola se hizo acompañar de un entourage en la receptoría conformado nuevamente por Pestano, más Frank Camilo Morejón y Yosvani Alarcón. Ambos habían sido dirigidos por Eduardo Martín en el Mundial Universitario, y habían mostrado cualidades. La pregunta del siglo es ¿por qué ninguno de los dos fue a Puerto Rico después?
Luego, el propio Víctor Mesa armó un dominó en el que llevó a Pestano a la gira por Asia y lo hizo recibir casi todos los encuentros… ¿para que luego quedara “disponible” a la hora de integrar la nómina al Clásico Mundial? No es fácil de entender.
Unos cuántos han sido tenidos en cuenta: Lednier Ricardo (le dieron una oportunidad, pegó un cuadrangular y le cortaron las alas), Yosvani Alarcón (no le perdonaron una indisciplina que fue un 20% comparada con la que sí le perdonaron a Michel Enríquez), el propio Yolexis La Rosa (¡otra vez!), Frank Camilo Morejón (uno con el que se puede trabajar), Eriel Sánchez (quien tiene aproximadamente la misma edad de Pestano, pero que no defiende ni la mitad) y Yosvani Peraza (un hombre en quien solamente se puede confiar para venir a dar un batazo, y esas posibilidades son muy limitadas). Estos tres últimos fueron los tres receptores del Clásico: uno que no podía recibir, otro que fue a batear y no lo hizo, y un inexperto.
Igual, puede que me equivoque, pero si se hubiese trabajado de manera eficiente con un sustituto a quien Ariel Pestano le enseñara las mañas del oficio, a lo mejor tendría Cuba un receptor ya hecho y para el futuro, y a un Pestano en muchas mejores condiciones, pues habría sufrido menos desgasto.
Hay quienes alegan que hubo injusticia hacia Pestano, que esa no era la manera de tratar a alguien que por más de una década fue el ícono y el estelar en su posición. Pero más que eso, el no buscarle y no preparar su relevo de la forma más adecuada fue el mayor irrespeto hacia el símbolo de la receptoría cubana en los últimos tiempos.
La selección natural que provocó que ante el retiro de Eduardo Paret (quien recientemente declaró que la decisión de Víctor Mesa no fue personal) varios torpederos comenzaran a levantar la vista no va a suceder detrás del plato de la noche a la mañana. La receptoría es compleja, de mucho oficio, de mucha maña y de mucha inteligencia. Las habilidades físicas pueden tenerse, pero hay otras virtudes, como la capacidad de guiar a todo un staff de pitcheo, que no son todos quienes pueden sentirse afortunados de tenerlas.
Ariel Pestano es uno de ellos, por eso fue invitado a San Francisco.