Por: Ignacio Leal /La Tercera

Ernesto Revé (Guantánamo, 27 años), ex subcampeón mundial sub 20, subcampeón mundial indoor y bronce en Toronto 2015 en el triple salto, dice haberse enamorado apenas la conoció. Era el verano de 2007 en Cuba y él, de apenas 15 años, no podía dejar de observar la hipnotizante cabellera rubia de una de las jóvenes lanzadoras chilenas que llegó a la Escuela Internacional de Educación Física y Deportes de La Habana junto a Dulce Margarita García, la fallecida entrenadora de Natalia Duco.

Aquella adolescente que arribó a la isla proveniente desde el fin del mundo era Francesca Cosmelli (31), por ese entonces uno de los proyectos de la jabalina nacional. Hoy es la madre del pequeño Martín Revé Cosmelli (2), el ancla que hizo cambiar las aguas del Caribe por las del Pacífico Sur al ex referente del salto triple mundial. Una aventura que ya se extiende por tres años.

Una invitación a salir desató esta novela. Fue en 2013, cuando al fin él se decidió a proponerle la idea de salir a recorrer La Habana y hablar de cualquier cosa. “Me encantaba, así que le pregunté qué le pasaba conmigo”. Fue el inicio de un romance que lo tiene hace tres años en Chile, el país del que lo único que conocía eran los versos de Pablo Neruda. “¡Y me enteré después que era chileno!”, confiesa entre risas.

Los Juegos Olímpicos de Río terminaron por convencerle de radicarse en el país. Revé sabía que en Brasil, con apenas 24 años, enfrentaría su última gran prueba internacional. Las duras lesiones que acarreó durante años en la rodilla derecha y el buen nivel de los nuevos atletas que se sumaban al equipo adulto cubano lo tenían acorralado, entendiendo que el sistema de alto rendimiento de la isla lo desecharía por no conseguir superar la difícil barrera de los 17 metros. En Río ni siquiera logró clasificarse a la final, lo que sólo confirmó su nueva hoja de ruta. “Tomé la decisión de venirme a Chile en los Juegos de Río. Ya lo veníamos conversando y yo sabía que, aunque no me fuese de Cuba, sí me retiraría del equipo nacional. Era obvio que ya no era el mejor”.

El salto cubano, explica Revé, vive de una fructífera y constante camada de atletas que siempre están golpeando la puerta del equipo nacional para pedir una oportunidad. Ante ese escenario, y con una tendinosis rotuliana, el guantanamero sabía que tenía sus días contados. “Cuba tiene la suerte y la desgracia de poseer demasiado talento, sobre todo para el salto triple. Prácticamente, cada ciclo olímpico se renueva el equipo nacional porque siempre salen muy buenos atletas. Es un sistema bien pensado, pero muy exigente y así derrocha muchos atletas buenos”.

No es difícil pensar en un atleta para dar un rostro al derroche del que Revé habla. El caso emblema en el triple salto es el del tres veces medallista mundial Pedro Pablo Pichardo, quien decidió nacionalizarse portugués tras defender durante años al equipo de Cuba. Hoy, Pichardo es tercero del ranking mundial. “Muchos saltadores dejaron de existir, ya que para entrar al equipo nacional adulto en Cuba te exigían una marca mínima de 16,80 metros; prácticamente ser campeón mundial juvenil. Muchos chicos quedaban en el camino, con marcas de 16,50 ó 16,40 metros, es un derroche de talento”, explica Revé.

Ese derroche de talento bien podría nutrir a Chile, un país que bajo su análisis “tiene todo para ser una potencia en el deporte; no lo ha hecho porque no ha querido”. Con su hijo y su mujer, Revé se siente cada vez más parte del país más austral de todos: celebró la Copa América de la Roja en 2015 viendo el partido a través de una transmisión de Skype que Cosmelli hizo para él, ama el frío invierno criollo y no puede resistirse al olor a pan recién horneado. “Es algo que me encanta de acá: sales del Metro y te encuentras con ese aroma a pan caliente que dan ganas de comerse unos cuantos”. Ya es casi chileno.

Y pese a que se retiró en 2016, no deja de pensar en retomar el trabajo en las pistas. “Aquí sigo ligado al atletismo, pues hago clases en el Trebulco School. Estoy desde los siete años practicando esto y cuando estoy cerca de una pista es imposible no querer entrenar, sentirme como antes”, confiesa. Su regreso lo tiene obsesionado: “Muchas veces sueño que salto como antes. Me veo en una pista saltando mucho”.

Y no esconde el deseo de que en Santiago 2023 pueda vestir los colores nacionales, aunque todo dependerá de su cuerpo. “Está ahí la posibilidad, pero también tengo que ver qué tan bien estoy físicamente. A mí me encantaría, sería genial si me dieran esa oportunidad”, remata.