Por: Dalina Díaz Derz

Recuerdo que caminé por todo Buena Vista para encontrar su casa y pedirle el libro de El señor de los anillos. ¡Gracias!!!

La recordaré tratando sin éxito de enseñarme la tabla de la gimnasia.

La recordaré como la mejor en todo.

La recordaré por su mente brillante.

La recordaré como el número UNO en el escalafón.

La recordaré con su pluma exquisita. Tanto, que pese a los años, no soy capaz de olvidar el comunicado de despedida al Suso (el profe de física) dónde utilizó genialmente una analogía para ilustrar a través de un fenómeno físico la cara sonrojada del profesor y sobre todo porque cuando lo leyó, efectivamente, el Suso se puso colorado.

Siempre tan cuerda, tan correcta, intachable.

Siempre con su sonrisa amplia y su hablar rápido.

La recordaré el día antes de la prueba haciendo los resúmenes para la prueba de la semana entrante porque ya se sabía todo de esta.

La recordaré recorriendo los caminos desde el 900 a la facultad de humanidades en la UCLV.

La recordaré caminando por el boulevard.

La recordaré cada viernes en el 5 de septiembre en la sección de los deportes. Leía todos sus reportajes, aunque a mí rara vez me ha importado el deporte.

Después la distancia me alejó de su entorno, pero me mantuve al tanto de sus logros.

Y es que su vida ha sido corta pero muy intensa. Y me pregunto si es que el destino sabía que nos iba a durar poco y por eso ella se esforzó para lograr tan joven lo que a otros nos puede costar toda una vida.

No sé quién decide sobre quién se queda y quién se va de este mundo, pero creo injusto que le haya arrebatado, sobre todo, la posibilidad de disfrutar más de Samuel y viceversa.

En tanto, me enorgullece haberla conocido. Haber estado cerca. Haber tenido la oportunidad de compartir con ella, aunque sea un breve tiempo de nuestras vidas.

Ahora queda solo dolor e impotencia de no poder cambiar las cosas.

Y nos queda el compromiso con Samuel de ayudarlo a crecer y verlo hacerse un hombre de bien como ella hubiese querido.

Es la primera que se nos va inesperadamente. Eso me ha hecho reflexionar sobre lo efímero de la vida y sopesar las cosas que de verdad importan. Por eso quiero que aprovechen las suyas y hagan hoy lo que quizás mañana no nos sea posible. Apretemos a nuestros hijos, nuestros viejos, nuestros seres queridos en un abrazo y seamos felices mientras podamos.

Me cuesta decirle adiós, tal vez nunca sea capaz de aceptarlo.

Su talento era desbordante. Fue una gran periodista, pero hubiera sido brillante en cualquier área. Me choca la pérdida de mentes geniales y sobre todo, porque lo absurdo de su muerte es como un aviso cruel de que nadie tiene su puesto asegurado en este mundo.