Fotos: Ricardo López Hevia

Andressa Oliveira De Morais, seguro que hemos aprendido su nombre, porque nos mantuvo en vilo hasta el final de una competencia de lanzamiento de disco entre las damas en la que por poco nos quedamos vestidos y sin bailar.

Pasa porque De Morais se apareció en Lima con el mejor disparo de su vida y mandó el disco hasta 65.98 metros, mientras sus rivales, incluyendo nuestras archifavoritas representantes, no alcanzaban a mostrar sus verdaderas potencialidades. Y así fue que estuvimos todos sufriendo con aquellos discos que no volaban, aupados por una técnica cargada de deficiencias y rostros tan tensos que nos convidaban a claudicar.

Denia Caballero, la campeona defensora, no lograba enfilar disparo superior a los 60.46 metros de su primer intento y Yaimé, la mejor del mundo en el año en curso, tenía destellos: 63.88, 64.65 y 64.15, pero no conseguía desbancar a Andressa, firme en la cima de la clasificación desde la segunda ronda de disparos.

En esas condiciones llegamos a la sexta ronda. Denia no pudo consigo misma, y consciente de la insuficiencia de su disparo final lo invalidó, como hizo con casi todos los otros. Terminaba cuarta, un lugar y sobre todo, un concurso que, de ninguna manera, puede considerarse favorable. Las manos en su cabeza y las lágrimas profanando su rostro son una prueba irrefutable de la bronca que lleva por dentro al no conseguir un resultado acorde a su jerarquía y nivel actual.

Este 6 de agosto era el día del disco. Había que ponerlo en órbita de alguna manera, porque en ello nos iba la vida de la mano de una primera medalla de oro para Cuba en el atletismo panamericano que tenía que llegar, sí o sí.

Tocó el turno de Yaimé Pérez. Le quedaba una bala; todo o nada. Porque la plata en este caso no significaba mucho. El disco – entiendo- era para Cuba la opción más segura de subir a lo más alto del podio.

En tanto imaginábamos que sí se podía, Yaimé soltó el disco y le gritó un poco. Ella no es demasiado expresiva, de ahí que su grito era sinónimo de que el implemento llevaba fuerza. Y el disco voló, y los 66.58 metros de la medición anunciaron que sí escucharíamos en La Videna, las notas de la otrora Bayamesa. Nos volvió el alma al cuerpo.

El esfuerzo final infructuoso de De Morais confirmaron la presea de oro para esa santiaguera, de Songo La Maya, que vaya usted a saber por qué todos llaman La Rusa.

Un disparo que vale oro, no solo porque le haya dado el título sino porque supone su consagración. Desterrando los fantasmas de las tantas veces que su psiquis la dejó fuera de podios y lejos de sus mejores resultados a la hora buena.

El resultado confirmó que es otra atleta. Que la temporada de 2018, donde ganó la Liga de Diamantes, la Copa Continental y el título centroamericano en Barranquilla, marcó el necesario punto de inflexión en su carrera.

Quede claro que una sucesión lógica de todos los acontecimientos nos habría ahorrado el sobresalto. Los panamericanos eran, aun contando con la revelación de De Morais, un asunto de puro trámite para las nuestras pues para superar su marca de esta noche, contaban con armas suficientes y un arsenal de al menos 11 disparos oficiales superiores a esos 65.98 que son historia. No fue una buena noche, aunque las emociones se encargarán de dejar el análisis técnico o táctico en un segundo plano. A fin de cuentas, el oro viene para Cuba y se ha ganado en extremis, con la dosis justa de ovarios…, a la vieja usanza.

Como Hilda Elisa Ramos – entrenadora de Yaimé- todos estamos felices. Se ganó la primera medalla del atletismo cubano, y se ganó sacando la estirpe de Mariana Grajales. “Tengo una felicidad que no me cabe en el pecho. En el último tiro, con el último lanzamiento se ganó la medalla que nos hacía falta” – significó la recordista nacional para esta prueba.

El bronce se lo colgó otra brasileña; Fernanda Borges con 62.23 metros. Detrás de esa escalada del gigante sudamericano en pruebas de lanzamiento anda la mano de un cubano: Justo Navarro, padre acá, de los mejores resultados históricos de la impulsión de la bala entre las damas.

El disparo de oro constituye nuevo récord de los juegos, desbancando a Yarelis Barrios que reinaba desde Guadalajara con el envío de 66.40 metros que le aseguró la victoria en 2011.