Por: Eddy Luis Nápoles/*Exclusivo

El atletismo cubano ha contado en su largo historial con dos excelentes corredores en la prueba de 400 metros planos, uno, Alberto Juantorena, cuya máxima realización fue la conquista del título olímpico en Montreal 1976, carrera donde cronometró 44.26, marca que lo ubicó, en ese momento, como el tercer hombre en esa especialidad, antecedido por los estadounidenses Lee Evans (43.86) y Larry James (43.97), el otro, Roberto Hernández, a quien nos referiremos a continuación:

Roberto Hernández Prendes, nació en Florida, Camagüey, el 6 de marzo de 1967, pero su formación atlética la inició en Limonar, Matanzas. Es uno de los miembros de la llamada “Generación del 67”, esa que integran, los también matanceros, Javier Sotomayor, Marino Drake, Joel Isasi, el espirituano Emilio Valle, el capitalino Juan Miguel López o la guantanamera Belsy Laza, entre otros.
En 1984, con apenas 17 años, conquista presea de plata en el Encuentro Internacional Santiago Nakazawa, celebrado en México, donde es aventajado por el soviético Vladimir Krylov (46.10), pero sus 46.44 segundos, le valieron, el primero de sus cuatro récords nacionales juveniles que implantó. Al año siguiente, aumenta la parada, logrando el título en el relevo (4×400) y medalla de plata en los 400 metros, durante los Juegos Mundiales Universitarios de Kobe, Japón.

Para la cita mundial juvenil en Atenas 1986, partía como uno de los favoritos a ocupar la cima del podio, liderando el listado mundial junior, con 45.05 (Santiago de Cuba, 21 de febrero), pero el australiano Miles Murphy, le arrebató el título sobre la meta, ambos terminaron con 45.64 segundos. La siguiente temporada le depara el cuarto puesto en el mundial de Roma, lo superaron, el alemán oriental Thomas Schönlebe, el nigeriano Innocent Egbunike y el estadounidense Harry “Butch” Reynolds, pero fue determinante para que el relevo cubano de 4×400 lograra la presea de bronce, con el mejor tiempo parcial, entre todos los corredores (43.88).

Antes de proseguir, es necesario explicar que la grandeza de Roberto no estuvo en los títulos o medallas conquistada, para valorar sus resultados, hay que situarse en el contexto de finales de los 80s e inicios de los 90s, en los 400 metros planos. Etapa en la que coincidieron corredores como, los estadounidenses Harry “Butch” Reynolds, Danny Everett, Steve Lewis, Andrew Valmon, Quincy Watts, Walter McKoy, Antonio McKay, Michael Johnson, el nigeriano Innocent Egbunike, los alemanes Thomas Schönlebe y Jen Carlowitz, los británicos Roger Black y Derek Redmond, entre otros. Con los que Roberto midió fuerza y no salió mal parado.

Veamos que aconteció en la temporada olímpica de 1988, el matancero debutó a lo grande en el Gran Prix de Ciudad de México (22 de mayo), derrotando al vigente campeón mundial, el alemán Thomas Schönlebe (44.62), con récord nacional de 44.22; el 1° de junio, venció (44.73) al estadounidense Andrew Valmon (44.79) en el Gran Prix Diputación de Sevilla, 18 días más tarde, triunfa en Formia (44.88) sobre el estadounidense Mike Franks (45.41); el 24 de junio el nivel aumentó, al presentarse en el Athletissima de Lausana, cita donde escolta a Danny Everett (44.40), con 44.57, dejando atrás a otros tres estadounidenses, Steve Lewis (44.65), Tim Simon (44.91) y Franks (45.57) En los Bislett Games de Oslo (2 de julio), realiza 45.03, derrotando nuevamente a Schönlebe (45.37), mientras que, el británico Derek Redmond (45.56), era tercero.

Aquellos 44.22 realizados en México, más su bregar, hasta ese momento, en el circuito europeo, le otorgaron los méritos suficientes para entrar en la Weltklasse de Zürich (17 de agosto), considerado por años como el mejor meeting de atletismo en el mundo y que esa temporada reunió un elenco de lujo, con Redmond, el jamaicano Berthland Cameron, los estadounidenses Clarence Daniel, Mike Franks y Robert Stone, quienes corrieron en la Ronda 2, pero la Ronda 3 quedó reservada para la élite, entre los que se encontraba el cubano Roberto Hernández. Esa carrera tuvo su connotación, Roberto (44.94) fue relegado al quinto puesto, tras él llegaron, el nigeriano Egbunike (44.97) y el estadounidense McKay (45.10), pero Harry “Butch” Reynolds, con 43.29, echaba por tierra el añejo 43.86 de su paisano Lee Evans, a Reynolds le escoltaron sus coterráneos Danny Everett (44.20), Steve Lewis (44.26) y Andrew Valmon (44.55). Al no asistir a los Juegos Olímpicos de Seúl, Roberto finaliza la temporada en el meeting de Atenas, el 3 de septiembre, con triunfo (44.67) sobre los estadounidenses McKoy (44.84), Rowe (45.07), Robinson (45.11) y el polaco Jedrusik (45.45).

Otra gran temporada fue la de 1989, matizada por su triunfo en la Copa del Mundo, en Barcelona, evento donde dominó al alemán Carlowitz, al marfileño Gabriel Tiacoh, al omaní Mohamed Al-Malky y al estadounidense Pettigrew, entre otros. Roberto sumó triunfos en Sofía (45.10) y San Juan (44.84), mientras que, en el ASV de Colonia, era segundo (Butch Reynolds), tercero en la Weltklasse de Zürich (Butch Reynolds y Everett) y cuarto en los New York Games (Lewis, Everett y Simon).

La temporada de 1990 marcó un hito en la carrera deportiva de Roberto Hernández, por varios motivos, mantuvo un alto standard competitivo, desde mayo a noviembre, período durante el cual, logró realizar 17 carreras con tiempos inferiores a los 45.00 segundos, se incluye, el 44.14, actual récord nacional. El primer registro sub 45.00 aconteció en el Memorial Barrientos, el 11 de mayo, en La Habana, con 44.66; el 26 se impuso en Granada (44.67), 30 del propio mes, logra cuota cubana (44.14), en el Expo de Sevilla, como escolta de Everett (44.06), seguidamente encadena cuatro triunfos, Dijón (44.66), Día Olímpico de Berlín (44.87), Formia (44.92) y Nikaia de Niza (44.70). Otras victorias llegaron en los Juegos de Buena Voluntad de Seattle (44.79) y en el Herculis de Mónaco (44.30), acompañada de segundos lugares en, el Athletissima Lausana (44.52), New York Games (44.69) y el Van Damme de Bruselas (44.60) y terceros en, el ASV de Colonia (44.90), el meeting de Rieti (44.56), el Super Toto Shizuoka (44.87); mientras que la Weltklasse de Zürich siguió siendo una asignatura pendiente, al quedar cuarto (44.43), pero la hombrada concluyó, el 30 de noviembre, cuando se impuso en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en México (44.84) y lo hizo con su decimoséptima carrera por debajo de los 45.00 segundos, máximo exponente en una temporada, hasta el presente.

La temporada de 1991 puede considerarse brillante, quizás la última al máximo nivel, matizadas por triunfos en el Día Olímpico de Berlín, en el Gugl de Linz, en Rhede, en el Nikaia de Niza y en los Juegos Panamericanos en La Habana, mientras que fue segundo en el Athletissima de Lausana (Michael Johnson), en los Will Games de Helsinki (Mark Everett), Expo de Sevilla (Steve Lewis) y en Granada (Roger Black). El punto más bajo fue el mundial de Tokio, como cuatro años atrás, volvió a quedar cuarto, tal vez, no pudo economizar fuerzas en las rondas previas; 45.49, ronda uno; 44.71, cuartos de final; 44.66, semifinal, mientras que en la final, los 44.86, no le bastaron para adelantar a los conocidos Pettigrew (44.57), Black (44.62) y Everett (44.63).

Los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, fueron su último gran evento, al que llegó con solo dos carreras por debajo de los 45.00 segundos, 44.92, en el Memorial Barrientos (21 de mayo) y 44.98, en Caserta (11 de junio), aunque su desempeño en la Ciudad Condal, puede calificarse de excelente, teniendo en cuenta, la progresión manifiesta en sus cuatro carreras, 45.07, ronda uno; 44.84, cuartos de final; 44.72, semifinal y 44.52, en la final, pero dos, de los cuatro corredores que lo adelantaron, mostraron sus mejores marcas, Quincy Watts (43.50), primero y el bahamés Ian Morris (44.24), cuarto; mientras el kenyano Samson Kitur (44.24), tercero, realizó su segunda mejor marca y Steve Lewis, segundo, hizo su cuarto mejor registro. Su actuación olímpica se vio recompensada con la presea de plata en la posta 4×400, la cuarteta cubana (Lázaro Martínez, Héctor Herrera, Norberto Téllez y Roberto Hernández) únicamente cedió ante el fenomenal cuarteto estadounidense formado por Andrew Valmon, Quincy Watts, Michael Johnson y Steve Lewis.

Algunas asignaturas quedaron pendientes en la carrera deportiva de Roberto Hernández, una medalla olímpica y mundial, individual o una carrera inferior a los 44.00 segundos, pero también dejó un legado en la vuelta al ovalo, ese de entregarse en cada prueba, desde la arrancada, hasta la meta, como si fuera la última y sus 51 carreras con tiempos inferiores a los 45.00 segundos, incluidas las 17 en la temporada de 1990, que lo hicieron un fenomenal corredor.