(FILE) Picture taken 26 September 1988 of US athlete Carl Lewis during the men's long jump final at the Olympic Stadium in Seoul during the Olympic Games. (FILM) AFP PHOTO

Picture taken 26 September 1988 of US athlete Carl Lewis during the men’s long jump final at the Olympic Stadium in Seoul during the Olympic Games. AFP

Por: Eddy Luis Nápoles Cardoso

En 1987, la ciudad de Indianapolis, Estados Unidos, fue sede de los X Juegos Panamericanos y en esa cita concurrieron varias luminarias del deporte mundial, encabezadas por el astro Carl Lewis, la fenomenal Jackie Joyner-Kersee, el sorprendente Joaquim Carvalho Cruz, la veloz Gail Devers-Roberts, el cuate Arturo Barrios y el saltamontes Javier Sotomayor, en el atletismo; el intrépido Anthony Nesty y la rubia Sylvia Poll, en la natación; el formidable Oscar Schmidt, Dan Majerle, Danny Manning y David Robinson, en el baloncesto, Greg Louganis, en el clavado; Robin Ventura, Tino Martínez, Scott Servais, Jim Abbott, Gregg Olson, Chris Carpenter y Joe Slusarski, en el béisbol.

Por lo que el Estadio de la Universidad de Indiana vistió sus mejores galas para recibir a las estrellas del atletismo, a parte de las antes mencionadas, agregar a otras, entre las que se citan a los estadounidenses Johny Gray, Michael Conley, Kevin Young, Larry Myrricks, Willie Banks, Gwen Torrence, Judy Brown-King y Valerie Brisco-Hooks, las cubanas María Caridad Colón y Ana Fidelia Quirot, los jamaicanos Winthrop Graham y Bertland Cameron y la bahamesa Pauline Davis.

El bien llamado “Hijo del Viento”, Carl Lewis, que intervino en salto de longitud y relevo 4×100. Ya en esa propia instalación atlética, cinco años antes, Lewis había dejado sus huellas y bien lejos, dice el propio Lewis en su autobiografía, que durante el National Sports Festival disputado en Indianápolis, el 24 de julio, logró un “brinco” de 9.14 metros y cito…”Cuenta la leyenda que un lejano día de 1982 Carl Lewis saltó 30 pies (9.14 metros). La leyenda asegura que no dejó ninguna marca en la plastilina pero que un meticuloso juez de batidas apreció que la punta de la zapatilla sí había rebasado la línea y lo consideró nulo. La leyenda afirma que mientras Carl Lewis debatía con el juez borraron la huella en la arena, la huella que pudo haber cambiado para siempre el salto de longitud y la carrera deportiva de Carl Lewis”.

“…El día anterior un periodista le había preguntado si era posible verle saltar 30 pies. La respuesta fue prudente: “Eso es impredecible, todavía no he saltado 29”. Presente en el concurso, el saltador Jason Grimes se acercó a Dwight Stones, leyenda del salto de altura con dos bronces olímpicos y ex plusmarquista mundial, locutor para la ABC Olympics y le dijo: “¿Quieres ver un salto de 30 pies? Vente a ver esto ya”.

“….Y en el cuarto intento Carl Lewis voló. Y voló. Él y todos los presentes supieron que había sucedido algo grande. Pero para disgusto de todos, el juez levantó la bandera roja. Carl Lewis estaba convencido de haber llegado muy lejos, sin duda más allá de los 8.90, quizá 30 pies, y también estaba convencido de que el salto NO había sido nulo. Los testigos, incluidos Dwight Stones y Jason Grimes, afirman que no había ninguna marca en la plastilina. Lewis, enfadado, pidió que se la mostraran, pero ya daba igual, ante la negativa del juez, que insistió en que la punta de la zapatilla sí había rebasado la línea, borraron la huella de caída en la arena…”

Pero, volvamos al día, o mejor dicho, la tarde, en que pidió permiso, eso ocurrió el domingo, 16 de agosto de 1987, día final de las competencias de atletismo en el Estadio de la Universidad de Indiana, se desarrollaba el evento de salto de longitud para hombres, con la presencia de Lewis, su paisano Larry Myricks, el cubano Jaime Jefferson, el antiguano Lester Benjamin, el mexicano Carlos Casar, el brasileño Olivier Cadier, el canadiense Ian James y el boricua Ray Quiñones.

Además del salto de longitud, esa tarde también se desarrolló la final de la prueba de relevo 4×100 metros, donde también tendría participación el “Hijo del Viento”.

Es necesario aclarar que esa tarde existían expectativas por una nueva posibilidad de que Lewis atacará el añejo récord mundial de 8.90 de Bob Beamon, pero las condiciones climáticas no le favorecían mucho, había varias corrientes de aire, que afectarían la ejecución de un gran salto, como lo demostró luego el resultado final.

Carl Lewis inició con un pésimo brinco de 6.89 metros (-2.6 m/s), pero luego en la segunda ronda, tomó la punta de competencia con un soberbio 8.75 (+2.1 m/s), siendo escoltado por Larry Myricks con 8.58 (+2.4 m/s) y Jaime Jefferson con 8.43. En la tercera ronda, logró 8.53 (+1.0 m/s), entonces, ya con la prueba en su bolsillo, pidió permiso al juez principal del evento, para alistarse en la cuarteta estadounidense de 4×100, junto a Lee McRae, Lee McNeill y Harvey Glance, rumbo a la final, carrera que ganaron con amplitud, con 38.41 segundos, por delante de Cuba (38.86) y Jamaica (38.86), respectivamente.

Al regresar, a Lewis se le permitió realizar su cuarto salto fuera del orden normal de la competencia, logrando un nuevo brinco de 8.75 metros (+1.7), para terminar con dos saltos de 8.68 metros, en la quinta y sexta ronda, con +3.7 y +4.1 metros por segundos, respectivamente.

Al final, el “Hijo del Viento”, con aire y sin aire, dominó esta prueba con una asombrosa serie de saltos (6.89; 8.75; 8.53; 8.75; 8.68; 8.68), escoltado por su paisano, Larry Myrikcs (8.58; 8.43; 8.28) y el cubano Jaime Jefferson (8.43; 8.48; 8.51; 8.31) y se colgó al cuello dos preseas de oro en una misma jornada atlética, algo poco frecuente en el atletismo moderno, además de tomar desquite, pues, ocho años antes, en San Juan 1979, un incipiente Carl Lewis (8.13), era aventajado por Joao Carlos Oliveira (8.18) y David Giralt (8.15).

En lo personal, considero, que fue una excelente competencia, donde, Lewis mostró toda su grandeza atlética y el criollo Jaime Jefferson, estuvo a gran altura, logrando, récord nacional de 8.51 metros.