La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, IAAF por sus siglas en inglés, ahora nombrada World Athletics es una institución con más de un siglo de vida (fundada en 1912) y es una de las entidades internacionales en el ámbito del deporte con más prestigio en la organización y dirección de su actividad a nivel mundial, pero en los últimos años ha venido torciendo su camino.

Todo empezó con el advenimiento del nuevo milenio y la llegada a la jefatura de la entidad del senegalés Lamine Diack, la que se produce, el 8 de noviembre de 1999, ante el fallecimiento del italiano Primo Nebiolo, quien había conducido las riendas de la IAAF, entre 1981 y 1999.

Es verdad que durante la etapa con Diack al mando, continúo el crecimiento de la entidad rectora de este deporte en el mundo. El calendario competitivo fue increscendo a la vez que lo fue transformando, así, la Golden Liga, creada a finales del mandato de Nebiolo, pasó a ser la actual Liga de Diamante y los IAAF Grand Prix, se transformaron en IAAF World Challenge, entre otros.

Pero, a la par de todos los “adelantos” que fueron capaces de ir introduciendo, la cúpula directiva de la entidad, también fue carcomiendo sus cimientos y aunque se ha pretendido hacer un “borrón y cuentas nuevas”, la realidad muestra otras aristas.

Muy conocidos fueron los escándalos que sacudieron, sobre todo, en la etapa final al entonces presidente Lamine Diack, investigado por la justicia francesa, por presunta corrupción, lavado de dinero y vinculado con el ocultamiento del doping de ciertos atletas rusos. Esto motivo, que el Comité Olímpico Internacional lo suspendiera como miembro de ese organismo, al que había ingresado en 1999 y escalando a miembro honorario en 2014.

Ahora vinculado con la elección de la sede del Campeonato Mundial de Atletismo, propiamente el que acaba de concluir en Doha y cuya votación se realizó en 2014, también pesan acusaciones nada agradables. Los acontecimientos se remontan al año 2011, cuando Doha “alzó” su primera candidatura para organizar la edición correspondiente a 2017, que finalmente perdió ante Londres.

Informaciones aparecidas en la prensa hablan de supuestos pagos millonarios para hacerse con la mencionada sede mundialista, cuyos desembolsos realizados por la empresa Oryx Qatar Sport Investment, fueron a parar a una empresa de marketing deportivo dirigida por Papa Massata Diack, hijo del entonces mandamás Lamine Diack.

En este “sucio” trueque se vinculan varios adinerados cataríes, que incluyen, a dueños de empresas y de importantes clubes deportivos. Con estos antecedentes y con el poder del dinero, se levantaron nuevas sospechas, cuando el 18 de noviembre de 2014, por fin, Doha resultó electa como sede de la XVII edición de la fiesta atlética mundialista, en detrimento de Eugene (Oregón), a tanta insistencia.

Todo esto ocurrió bajo el mandato de Lamine Dick, pues el senegalés dejó el cargo, 19 de agosto de 2015, cuando durante el congreso de la IAAF celebrado en Beijing, eligieron al inglés Sebastian Coe como su sucesor.

Esto quiere decir, por otra parte, que cuando el Lord inglés se sentó en el banquillo de la IAAF, ubicado en, 17 rue Princcesse Florestine, BP 359 Monte Carlo 98007, Monaco Cedex, ya la sede del mundial de 2019 era Doha, con otras palabras, ya el mal estaba hecho, pero, acaso Coe y todo el Consejo de la IAAF, no conocían de las condiciones climáticas a las que serían sometidos los atletas al competir en el emirato.

Si en verdad la IAAF y su presidente Sebastian Coe trabajan pensando en los atletas y no en el dinero que genera celebrar una cita atlética en un “acaudalado” país, por qué cuando llegó a la presidencia y conociendo todo el entramado que llevó la sede a Doha (era uno de los tres vicepresidentes) y sabiendo las condiciones que allí encontrarían los atletas, no puso un paréntesis en este sentido.

El mundial de Doha ya es historia y los resultados logrados por los atletas dentro del Khalifa Stadium, se pueden catalogar como los más brillantes, en su conjunto, con dos récord mundiales y varias marcas incluidas dentro del top ten de cada prueba, pero pareciera que el evento se celebró en la Luna o en otro planeta del Sistema Solar, a donde los humanos todavía no pueden asistir masivamente, con todo y que el escenario principal fue “climatizado”.

Y quien se preocupó por los atletas de las pruebas de ruta, que no tendrían y no tuvieron las bondades de la “climatización” y se enfrentaron directamente a las altas temperaturas, con la humedad relativa superando el 75%, compitiendo de madrugada y en ausencia total de público. Eso no es desarrollar el atletismo al máximo nivel, eso fue “masacrar” a los atletas al nivel supremo.

No conocían los Sres de la IAAF, acomodados en sus oficinas en Mónaco, que Qatar es un país de solo dos millones 600 mil habitantes, cuyo 80% de su población está compuesta por trabajadores emigrantes, ya con estos argumentos bastaba, para saber que el Khalifa Stadium nunca vería sus graderíos colmados de aficionados, súmele a esto que, el atletismo no es un deporte de gran arraigo en el emirato, además, los horarios extendidos y compitiéndose en la noche-madrugada, le pusieron la tapa al pomo.

Ya dentro de la propia celebración del evento, la IAAF también tuvo sus deslices, ambos durante la sexta jornada, con los tratamiento dado, a las reclamaciones realizadas por la Federación Polaca de Atletismo y la Real Federación Española de Atletismo, la primera, sobre el foul evidente del húngaro Bence Halasz, en la final del lanzamiento del martillo, cuyo envío colocó al magyar en medalla de bronce y la segunda, por la obstrucción cometida por el jamaicano Omar McLeod, sobre el ibérico Orlando Ortega, durante la final de los 110 con vallas. En ambos casos, la IAAF apeló a toda su “generosidad” otorgando como “compensación” una medalla de bronce más, en cada prueba, en lugar de aplicar lo que dicta su reglamento.