Durante mucho tiempo los investigadores deportivos intentan establecer, sin éxito aparente, la fecha exacta del primer combate de boxeo celebrado en nuestro país. Las opiniones y referencias contadas por algunas personas que vivieron a principios de la pasada centuria fueron muy variadas y las informaciones ofrecidas a través de numerosos documentos oficiales también resultan bastante incompletas para señalar un día específico

Sin embargo, al margen de tal detalle, pudiera pensarse que la primitiva práctica del deporte de los puños en suelo cubano guarda cierta relación, en lo que a influencia estadounidenses refiere con el béisbol máximo pasatiempo nacional. En realidad, no es así, porque la llegada de los guantes de boxeo aconteció cuatro décadas más tarde.

Ahora bien, de lo que no caben dudas es que tanto una como otras disciplinas desde sus respectivos comienzos calaron profundamente en el sentimiento popular. La aceptación y extendida práctica de los dos deportes, a pesar de la difícil situación socioeconómica prevaleciente, se debió a lo fácil que resultaba para los niños y jóvenes formar un piquete con cualquier tipo de pelota o fajarse a puñetazos.

Mientras eso ocurría dentro de las capas más humildes de la población, en los clubes aristocráticos y otras instituciones de corte elitista fueron practicadas otras modalidades competitivas, entre ellas el baloncesto y el tenis de campo, las cuales necesitaban de recursos económicos para comprar los implementos.

Si algo queda muy cierto, en mayor o menor medida, sin distingos de razas o posiciones económicas favorables, la casi totalidad de los cubanos probaron habilidades con el bate en la mano o buscaron demostrar al fortaleza física al golpear con los puños. De ahí que la marcada discriminación en los clubes exclusivistas nunca logró frenar la participación popular en el béisbol y el boxeo.

Según los datos más fidedignos, un chileno nombrado John Budinich llegó a Cual en los primeros meses del año 1910, procedentes de los Estados Unidos, donde concluyó una frustrada carrera como pugilista profesional. Algunos testimonios menciona la posibilidad de que quiso probar fortuna en la cercana isla caribeña y decidió hacer el viaje con el propósito de ganarse el pan de cada día como instructor de boxeo.

Desde los primeros días de estancia, Budinich realizó exhibiciones en distintos lugares de la Capital y, paso un par de meses, consiguió que sus servicios fueran contratados por los directivos de Vedado Tenis Club, una de las principales sociedades aristocráticas habaneras. A partir de ese momento, combinó las clases en el gimnasio con las presentaciones públicas, lo cual llegó a interesar a muchos jóvenes.

El creciente entusiasmo le brindó la oportunidad de recibir una discreta ayuda económica y decidió montar una exhibición a ocho asaltos frente un peleador estadounidense de la división welterweight (67 kilogramos), nombrado Jack Ryan  La pelea fue celebrada en el escenario del teatro Payret, 11 de agosto de 1912 y aunque se trató de una simple exhibición, debemos considerarla como el primer combate de boxeo efectuado en Cuba. Por cierto, la actuación de John Budinich  no pudo ser más desastrosa, pues fue noqueado en dos asaltos.

La primera experiencia práctica que conocieron sus alumnos consistió en distinguir la diferencia entre lo aprendido en el gimnasio y la realidad del cuadrilátero. A pesar del mencionado fracaso, John Budinich continuó sus clases y contó entre los primeros alumnos a varios que bien podemos destacar como los pioneros del boxeo en Cuba En esa lista figuran los nombres de Víctor El Chino Achán, Tomás Galiana, Mike Febles y Bernardino San Martín.

Debido a que las peleas siempre se efectuaron en la casa de alguno de los boxeadores o amigos, esas reuniones tenían más bien un carácter amistoso y recibieron el nombre de fiestas. Con el tiempo los combates ganaron en popularidad y a cada uno de los programas acudieron mayor cantidad de personas. Sin embargo, a finales del año 1912, el secretario de Gobernación, Francisco López Leyva, dictó un decreto, calzado con la firma del presidente José Miguel Gómez, para disponer la suspensión de cualquier tipo de encuentro de boxeo a lo largo y ancho del país.

La verdadera razón del bando gubernamental era el temor por las repercusiones que podrían desatarse en toda la Isla después monstruosos crimen cometido por el ejército contra los integrantes del partido Independientes de Color en las poblaciones de San Luis y Guantánamo. Los llamados Independientes fueron antiguos mambises, miembro del Ejército Libertador, quienes se alzaron en armas contra las arbitrariedades del gobierno de turno.

Aunque tal vez el decreto pretendió evitar las alteraciones del orden público cuando se realizara alguna pelea entre un boxeador de la raza blanca con otro de piel negra, lo cierto es que transcurridos largos meses de los acontecimientos en la provincia de Oriente, ningún funcionario se acordó de derogar la medida prohibitoria y entonces los combates llegaron a celebrase bajo las más absolutas norma de clandestinidad.

Continuará