Nota del autor: A seis años del fallecimiento de nuestro entrañable Eugenio George, reproduzco el texto redactado para facebook unas horas después y publicado en Cubadebate el 3 de junio de 2014.
Esperaba la desafortunada noticia desde hacía varios días, pero me sorprendió en la madrugada de este primer domingo de junio. Dejaba de existir una leyenda del deporte y el voleibol cubano: Eugenio George Laffita. Como todos sus familiares, diferentes generaciones de atletas, entrenadores, autoridades y decenas o cientos de personas enrolados en su quehacer de por vida, lamento su fallecimiento de una manera excepcional. Nunca antes me había sucedido con algún otro profesional del sector.
Hay múltiples razones para ello. Conocí a Eugenio en 1963 en la instalación Pepe Barrientos de la barriada capitalina de Luyanó, una de las cunas formadoras de la mayoría de los voleibolistas que después saltaban al equipo masculino nacional.
De dicha personalidad ya tenía algunas referencias, aunque mi actividad era el baloncesto escolar. Recuerdo que fue el conocido profesor Pepín Ribot, quien me presentó a Eugenio. Nada, pero nada me imaginaba que unos años más tarde mis lazos de amistad y trabajo estarían vinculados con la triunfal trayectoria del maestro, artífice de esas inolvidables hazañas que estremecieron a Cuba
Conocedora fundamentalmente de béisbol y boxeo, la afición cubana comenzó a identificarse con el voleibol superior después de los Juegos Centroamericanos de Puerto Rico-1966.
Eugenio George y sus espectaculares Morenas.
Eugenio trabajaba con hombres y no mujeres. Sin relacionar todo lo positivo ocurrido y su posterior designación al frente de nuestra selección femenina, les confieso que la sabiduría, métodos, comunicación, nobleza y valores que influyeron sobre aquellas jóvenes que llegaban desde distintos rincones del país, transformaron el estilo y la forma de hacer de la incipiente escuela cubana de voleibol.
El torneo NORCECA efectuado en Los Angeles, Estados Unidos (1975) significó – a mi modo de ver – el despegue definitivo de Eugenio como estratega de máxima calificación internacional. De ahí en adelante las cuatro letras de CUBA fueron respetadas en todas las grandes reuniones del voleibol femenino mundial.
Más que comentar sobre los títulos olímpicos, Campeonatos o Copas del Mundo, Panamericanos, Centroamericanos o los honorables reconocimientos que recibió en los últimos años, deseo relatar brevemente algunos de los muchos momentos de sus incursiones por Asia, Brasil, algún país europeo o lo conversado aquí en La Habana. En esas visitas al exterior compartí con Eugenio varios encuentros y conferencias con los más sobresalientes entrenadores del planeta. Doug Beal (USA), Nikolai Karpol (URSS – RUS) y José Roberto Guimaraes (BRA) se encontraban entre los más selecto del auditorio.
El presidente de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB) Rubén Acosta (MEX) dedicaba enorme atención y mantenía las mejores relaciones con el multilaureado técnico cubano. Si alguna vez faltó algún recurso a nuestras morenas o al voli cubano, el nombre y la autoridad de Eugenio encauzaron y facilitaron la solución del inconveniente.
Además de los habituales intercambios con los técnicos nacionales y el asesoramiento a determinados atletas de otros deportes, Eugenio fue observador del trabajo y elogió en su momento a los directivos de nuestros colectivos de varones en las diferentes categorías, así como a Miguel Calderón y Manuel “El Gallego” Pérez, entrenadores de los equipos nacionales de baloncesto, Ni que decir de las decenas de “Espectaculares Morenas del Caribe” que recibieron la educación y formación de Eugenio. Más que entrenador, profesor o seleccionador de los mejores talentos, todas, todas afirman que fue un padre para ellas.
Eugenio George Laffitta llegó desde la oriental Baracoa para estampar un sello distintivo en las gloriosas filas del deporte cubano y universal. Seguro estoy de que su mayor aspiración en estos tiempos sería ver de nuevo a nuestro voleibol en un encumbrado lugar en el mundo. Ese constituiría el mejor homenaje a su memoria.
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