Onel Hernández ante el mutismo de las alturas

9 abril, 2019

Eduardo Grenier

La última vez que Onel Hernández había referido públicamente su opinión acerca de la novela surgida en torno a las convocatorias a la selección cubana de fútbol, noviembre aún sonaba en cuenta regresiva sus últimos campanazos y el cerrojo impuesto sobre el tema sofocaba de a poco el efecto mediático propagado a raíz del partido de la Liga de Naciones de CONCACAF ante República Dominicana.

Días atrás, con la venia indispensable de la Asociación de Fútbol de Cuba (AFC) — y tras las pertinentes negociaciones para garantizar la presencia del jugador avileño en La Habana en el compromiso más importante del año para el elenco nacional — , el Norwich City anunciaba de manera oficial en sus cuentas de diversas redes sociales la convocatoria del atleta por el seleccionador Raúl Mederos.

Pasaron los días, sin embargo, y el cúmulo de felicitaciones que saturaban el teléfono del joven extremo nacido en Morón fue también un germen de desesperación e impotencia ante el movimiento irrevocable de las manecillas del reloj y la llamada que debía llegar de un momento a otro y al final nunca sucedió.

Por aquel entonces todo estaba listo para el viaje de Hernández a Cuba. Con cada una de las instancias legales en su favor, desde el departamento jurídico de la AFC esperaban una aprobación emitida por el Instituto Nacional de Deportes y Recreación (INDER) para efectuar la compra de los boletos aéreos y complacer las numerosas demandas emitidas por los aficionados que esperaban ver a un atleta de muy buen nivel sobre la grama del estadio habanero Pedro Marrero.

Un átomo de imaginación y solidaridad humana bastaría para comprender la situación emocional de un joven que creyó cumplir su sueño por varias horas y casi con la valija lista para ir a representar su país, vio como la posibilidad le era arrebatada sin una mínima aclaración de por medio.

Quienes vetaron su presencia en la Isla, callaron. Como casi siempre, escogieron el anonimato. La prensa mundial se frotó las manos con la insólita situación.

Esta semana (29 de marzo) Onel decidió romper el silencio y concedió algunos detalles sumamente valiosos en una entrevista publicada en el diario británico The Guardian: “Estaba tan orgulloso…”, dice acerca del momento en que pudo quebrarse de una vez el cerco que impedía su presencia en el equipo cubano.

Sobre la trama de noviembre comentó que Yaneisy Moyea -su madre- conversó con el entrenador y algunos directivos de la Asociación antes del choque con los quisqueyanos: “Ella me dijo que no saben qué hacer, pero están luchando con la esperanza de que algún día podamos jugar con la selección”.

En efecto, dicho encuentro entre la madre de Onel, junto a funcionarios de la AFC y miembros del colectivo técnico de la escuadra nacional, sucedió la mañana del miércoles 14 de noviembre. Fue justamente tres días antes del tercer partido de la Liga de Naciones y con la fe de destapar de una vez las causas del enigma.

Con anterioridad, a primera hora del día, los familiares del futbolista (además de Yaneisy también asistieron dos de sus tíos) habían acudido a la Ciudad Deportiva tras toda una madrugada en la autopista desde Morón, pero no pudieron conversar con ningún directivo del INDER. Con las manos vacías y la incertidumbre a cuestas llegaron al Pedro Marrero, sitio en el cual, para su sorpresa, encontraron un apoyo mayoritario, pero manos casi tan atadas como las suyas.

“Onel está muy triste, me dice que no entiende qué sucede. Lo llamaron para que viniera a jugar el partido, y muchos aficionados cubanos le escribieron para felicitarle y mostrarle su alegría. Ahora no sabe qué ha pasado. Había cumplido su sueño y pensaba estar el jueves aquí. Me llama constantemente y dice que si el problema era financiero él pagaría su avión, hotel, lo que fuera necesario, con tal de venir”, dijo Moyea en aquel entonces a este reportero en las oficinas del Marrero.

Al final, ni siquiera la presión pública emanada desde los medios de comunicación y sobre todo, de una hinchada que crece a ritmo acelerado, consiguió, descubrir los detalles de la negativa. La historia, más o menos, ha mantenido su hilo invariable y ya estamos en abril. Cuatro meses, cero respuestas.

¿Las causas del NO? ¿Quiénes detuvieron el proceso? Ni el ingenio de Agatha Christie, Conan Doyle o Padura, todos ellos en contubernio, habría sido capaz de elaborar un detective con la destreza para desentrañar tal misterio.

“Es triste que no suceda nuestra convocatoria, porque tenemos buenos jugadores en todo el mundo que quieren regresar y ayudar. No necesitamos el dinero, queremos jugar gratis. Realmente no sé cuál es el problema, pero es horrible”, explicó Hernández a The Guardian.

Y aunque la Copa de Oro se efectuará en junio próximo y la fortuna abandonó una vez más a la selección en el sorteo de la Liga de Naciones —con un grupo junto a dos de los grandes del área, Canadá y Estados Unidos — , la idea de asistir con un conjunto integrado únicamente por jugadores locales parece ilustrar la postura entre aquellos encargados de decidir los destinos del fútbol en Cuba.

Algunos diarios foráneos nos tildan de masoquistas. Los rivales agradecen tal gesto de amabilidad.

Hace varias semanas, en comparecencia ante los medios, el comisionado nacional de la disciplina, Oliet Rodríguez, alegó que la situación era muy complicada y por ende, el proceso tardaría. Uno de los puntos empleados a modo de justificación fue la necesidad reglamentaria de los jugadores de disputar el campeonato nacional. 

Si así fuere, la justicia ha quedado encerrada en alguna cueva recóndita. ¿En serio un futbolista que puede convertirse en el primer cubano en participar en la Premier League está obligado a jugar en la liga doméstica?

Si cada una de las limitaciones ofrecidas hasta el momento estuvieran sujetas a estándares internacionales, seguramente la cautela ante estas transformaciones sería comprensible.

Sin embargo, entender que se impida a un cubano nacido en Morón enarbolar su bandera por leyes instauradas dentro del propio organismo nacional, constituye un pecado impropio de quien busca una salida positiva al asunto.

Cuando las normas internas resultan perjudiciales para los intereses de un deporte, simplemente quedan a merced de un cambio perentorio; máxime cuando, teniendo en cuenta que la unanimidad representa una utopía en la esfera pública, el caso de Onel Hernández ha conseguido alienar a tirios y troyanos en la voluntad de una convocatoria que, valga decirlo, realmente no encierra tal grado de dificultad. Muestra de ello es que, como adelantaba anteriormente, en noviembre solo faltaban los boletos aéreos.

Sin la gula hipócrita de quien codicia firmar una heroicidad, nutrir su ego o saturar sus maletines de plata fácil, el jugador abandona cualquier pretensión por venir y regalar su talento. No es un futbolista más.

De su pie derecho suele descolgarse una insinuación de disparo que en una ráfaga chispeante. Entonces, en lo que el párpado del aficionado busca su descanso intermitente, como si una bruma de humo hubiera aparecido para tapar la visión, la pelota ya está en contacto con el botín izquierdo y el presagio de una maravilla actúa de resorte en las butacas. Ese es Onel Hernández.

“Si pudiera jugar en la selección nacional y en la Premier League sería increíble, Cuba tiene mucha historia, Fidel Castro y el Che Guevara, por ejemplo. Ser cubano y jugar en la Premier para Norwich sería un privilegio”.

El segundo de sus propósitos, a falta de siete jornadas para concluir la Liga, parece ser cuestión de tiempo. El primero parece cuestión de voluntad.

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“Si pudiera jugar en la selección nacional y en la Premier League sería increíble, Cuba tiene mucha historia, Fidel Castro y el Che Guevara, por ejemplo. Ser cubano y jugar en la Premier para Norwich sería un privilegio”.