Orlando_Ortega_-_Men_s_110m_Hurdles_-_Paris_2015_20726_55986fa242Los que no fueron a Beijing… por Cuba (III)
Por: José Ramón Fabelo Corzo

Culminamos el artículo anterior de esta serie con una pregunta: ¿está haciendo nuestro país lo necesario para enfrentar la creciente pérdida de atletas que han decidido continuar su carrera fuera de nuestro sistema nacional deportivo y que, en algunos casos, terminan por nacionalizarse en otros países y representar a estos últimos en las competencias internacionales?

Sinceramente pensamos que no se está haciendo lo necesario y que nuestra política deportiva debe ajustarse con realismo a las circunstancias actuales en la búsqueda de las mejores soluciones para nuestro pueblo, para nuestro deporte y para los atletas involucrados. Es lo que cabe calificar como “bien común”, una especie de brújula en términos éticos y políticos que es mucho más necesario tenerla en cuenta cuando de una sociedad socialista se trata.

A tono con esto último, cabe preguntarse: ¿a quién beneficia que sigamos excluyendo de la posibilidad de representarnos internacionalmente a aquellos atletas que, por una u otra razón, han decidido salirse de un sistema deportivo concebido en su momento para un homogéneo universo atlético que ya hoy no es real? Por supuesto que no beneficia a nuestro deporte, ni a nuestro pueblo que disfruta y se enorgullece de sus éxitos; mucho menos a los atletas que quedan varados en un limbo, sin poder representar a su país en campeonatos mundiales o juegos olímpicos y se ven tentados a buscar la cobija de otra nacionalidad para poder participar en estos eventos.

Si a alguien beneficia esta política es a algunos oportunistas como la Real Federación Española de Atletismo (RFEA) que se apresura a hacer suyo el talento que otros han formado. Eso es trabajar no para el bien común de los cubanos, sino para un inmerecido “bien ajeno”.

En lo adelante nos concentraremos, a modo de muestra, en el análisis de un caso que, si bien no es único, pone de manifiesto cómo podemos desperdiciar un talento excepcional que nosotros mismos hemos formado y ello, sobre todo, por no ajustar con la celeridad necesaria nuestra política deportiva al momento histórico que estamos viviendo.

Orlando Ortega es un joven atleta cubano de 24 años, especialista en los 110 metros con vallas, brillante continuador de lo que justamente ha sido calificado como escuela cubana de vallas que, entre otros logros, le ha proporcionado a nuestro país dos medallas de oro olímpicas y dos records mundiales. Todavía con 21 años andaba Ortega como segundo del ranking mundial de 2013, después de haber realizado su mejor marca personal de 13.08 en Eugene el 1ro de junio de ese año en una de las paradas de la Liga de Diamantes. Poco después es sancionado por la Federación Cubana (FCA) por haber declinado participar, junto a su entrenador, en un meeting que tuvo lugar en Moscú el día 11 del propio mes y al cual ya la FCA había confirmado su asistencia. Su entrenador fue separado de sus funciones y a Ortega se le prohíbe competir internacionalmente durante 6 meses. Debido a que esto ocurre en junio, la sanción presuponía de hecho no competir más en la temporada 2013. Como consecuencia, no participó en la tradicional gira europea que anualmente hacen los mejores atletas cubanos, ni asistió a otros compromisos internacionales durante junio y buena parte de julio. Luego, hacia el 22 de julio, se le levanta la sanción y, de esa forma, quedaba disponible para representar a Cuba en el Campeonato Mundial de Moscú a partir del 10 de agosto. Asistió a una competencia previa en Londres el 27 de julio y no finalizó la prueba. En Moscú fue eliminado en primera vuelta con un 13.69 muy alejado de su calidad deportiva. Obviamente la sanción impidió una adecuada preparación para la magna cita. Disgustado con la FCA Ortega decide no regresar a Cuba y desde entonces radica en España. Durante 2014 y 2015 sus resultados siguen mejorando, con marcas de 13.01 y 12.94, respectivamente. Esta última sigue siendo la mejor marca mundial del presente año en los 110 metros con vallas; además comparte también la mejor marca de 2015 en los 60 metros con vallas bajo techo con 7.45. Durante estos dos años el joven atleta ha competido como cubano en diversos eventos por invitación, incluida la Liga de Diamantes, pero no ha podido hacerlo en los Centroamericanos de Veracruz, los Panamericanos de Toronto ni el Mundial de Beijing, debido a que para estos eventos es la FCA la que decide la integración de su delegación y Ortega no fue convocado para representarla. Así las cosas, el pasado 24 de julio de 2015 el Consejo de Ministros de España autorizó la nacionalización de Ortega mediante carta de naturaleza, decisión que en el sitio web oficial del gobierno español aparece argumentada, entre otras cosas, porque “uno de sus objetivos es representar a España en los Juegos Olímpicos de 2016”. Ello explica la manera expedita en que se hizo este proceso que culminó con el juramento a la Constitución Española el pasado 8 de septiembre.

Estos son los hechos. Es un atleta casi perdido para Cuba y que muy probablemente le dará inmerecidos triunfos a otro país. ¿Pudo haberse evitado llegar a una situación como esta? Creemos que sí. No juzgamos aquí si fue justa o no la sanción de 2013. Tampoco cabe justificar el desautorizado abandono de la delegación cubana en Moscú después de haber competido. Las indisciplinas son indisciplinas y merecen sanciones. Pero, ¿acaso no tipifica a un sistema social tan justo como el cubano el darle siempre nuevas oportunidades al ser humano de reintegrarse de alguna manera –aunque sea desde la distancia– a nuestro proyecto y servirle bajo las más disímiles formas posibles? ¿Han de ser vitalicias las sanciones y exclusiones? ¿Qué pasaría si se hubiera dialogado con Ortega y se le hubiera invitado, ya dos años después de su falta, a representarnos en Toronto y Beijing? ¿Perderíamos o ganaríamos si hubiésemos actuado así? Y no lo decimos sólo en un sentido deportivo, sino también en el ámbito de lo ético, de lo político, de lo humano. ¿Cabe censurar duramente a Ortega si llega a representar a España en Río de Janeiro cuando no le dimos nosotros la posibilidad de hacerlo por Cuba? ¿No se fortalecería moralmente nuestra crítica a actitudes como la de la RFEA si los atletas que ellos tratan de usurpar realmente tuvieran la opción de seguir representando a su país de origen en los eventos mencionados?

Todavía puede darse la batalla. La nacionalización como español es un requisito necesario pero no suficiente para que Ortega compita internacionalmente por esa nación. Se requiere un último paso y es que la IAAF apruebe el cambio de adscripción federativa. Aunque en algunos listados mundiales, como el del respetable sitio web de atletismo Tilastopaja, Ortega aparece ya como español, en la página oficial de la IAAF sigue figurando como cubano, lo cual quiere decir que esa autorización no se ha concretado. Conviene ahora ver lo que los reglamentos de esta institución dicen al respecto y su posible aplicación al caso que nos ocupa.

En el artículo 5, inciso d) de las Reglas de Competición 2014-2015 de la IAAF se dice:

(…) si el atleta obtiene una nueva Nacionalidad, podrá representar a su nueva Federación Miembro en las Competiciones Internacionales (…), pero nunca antes de que hayan transcurrido tres años desde la obtención de la nueva Nacionalidad, conforme a la solicitud del atleta. Este período de tres años puede reducirse o eliminarse en los siguientes casos:

(i) se puede reducir a 12 meses, previo acuerdo de las dos Federaciones Miembro afectadas. Esta reducción será efectiva desde el momento en el que la Oficina de la IAAF reciba por escrito el acuerdo entre las dos Federaciones Miembro;

(ii) se puede eliminar si el atleta ha residido de manera continuada en el País (o Territorio) de la nueva Federación Miembro a la que está afiliado, los tres años anteriores a la celebración de la Competición Internacional en cuestión.

(iii) en casos excepcionales, el Consejo puede eliminar o reducir este periodo (…)

Basada en estas Reglas, la FCA podría dar la batalla legal para que no se autorice a Ortega a representar a España en Río de Janeiro en agosto de 2016 y, antes de ello, en el Mundial Bajo Techo del próximo mes de marzo en Portland. Para esta última fecha Ortega todavía no tendrá los tres años necesarios de residencia en España, según el inciso ii) del artículo antes citado. En cuanto a los Juegos Olímpicos de Río, éstos comenzarán el 5 de agosto y específicamente las pruebas de atletismo darán inicio el 12 de agosto. Y, como quiera que Ortega todavía compitió por Cuba en Moscú el 11 de agosto de 2013, es improbable que ya al día siguiente haya establecido su residencia en España. Además, en los tres incisos del artículo se habla de acciones que “se pueden” hacer y no de algo que se haga de manera automática.

En fin, resquicios legales quedan para acciones de la FCA. Pero éstas no tendrían sentido, ni serían a nuestro juicio éticamente correctas, si paralelamente no se le invita a Ortega a asistir tanto a Portland como a Río como parte de la delegación cubana. Sería particularmente injusto con él y con el atletismo mundial privar de la posibilidad de competir en los Juegos Olímpicos al que para entonces puede que sea, como lo ha sido en este 2015, el mejor vallista del planeta. En un caso así sería perfectamente lógico y justo que la IAAF aplique el inciso iii) del mencionado artículo, aun en contra de la posición de la FCA.

Reiteramos que el caso de Ortega nos ha servido aquí para ilustrar la necesidad de un cambio que tiene que ver no sólo con él, sino con muchos que como él son talentos que hemos creado y que estamos desaprovechando, al menos en parte, por no otorgarle a nuestra política deportiva la flexibilidad que hoy demanda.