Por: Glenda Boza Ibarra/Play Off

Esta entrevista comenzó con una propuesta de matrimonio. “Dile [a Danel] que me caso con él”, le dije, vía SMS, a un amigo periodista, para que le transmitiera la petición al jugador de Las Tunas.

Su respuesta —la de Danel— vino un mes después: “Ven a entrevistarme, pero trae las alianzas”. Es la única broma que nos permitimos. Trabajo es trabajo; él se toma en serio la pelota… y las entrevistas.

Esta conversación podría estar llena de mediaciones. En los play-off de la pasada Serie Nacional (la edición 57), Danel Castro le sacó las lágrimas a miles de tuneros —y tuneras—. Su actitud en el cajón de bateo hizo recuperar la fe perdida y soñar a todo un pueblo con el título nacional.

Danel Castro fue —y es— un héroe en Las Tunas. ¿Y qué mujer no quisiera un héroe para casarse? Avisado el lector.

Fijados el lugar y la hora Danel esperó paciente con una taza de café. “No me he dado un trago porque quiero estar claro en todo lo que te diga”. Buen comienzo, buen augurio.

Danel sabe que esta entrevista no saldrá en los medios tradicionales, pero confía en que su voz se difundirá. Quiere hablarme, para empezar, de la última mentira que sobre él le han dicho al pueblo pero, como buen entrenamiento, uno empieza con movimientos suaves para calentar. Ya lo bueno saldrá oportunamente.

Esta serie quedó marcada por tu bateo oportuno y, sobre todo, el jonrón con bases llenas en el sexto juego de la final, ante Granma. ¿Cómo reaccionó la gente?

La gente lo asumió bastante bien. Con Industriales me decían: “gracias a ti, Danel, vamos a la final” y con el jonrón: “Gracias a Danel vamos al séptimo juego”. Yo iba en mi carro —un Geely, blanco, de uso, que el INDER le entregó hace poco por sus méritos—, me veían, me paraban, querían tirarse fotos, a veces hasta paramos el tránsito. Eso fue una locura aquí. El pueblo de Las Tunas es muy agradecido. El día del jonrón fueron 60 y tantos mensajes y 60 llamas perdidas que no pude responder porque eran demasiadas. Amistades de aquí y de allá… Gestos muy bonitos.

¿En una entrevista dijiste que pensaste en tu papá?

Yo pensé en mi padre, pero primero pensé en esa acción de Carlos Martí de pasar a [Jorge] Jhonson para lanzarme a mí. Lo había hecho una vez y yo le había conectado, después lo repitió y fallé. Sabía que esta vez tenía que conectar porque para mí eso era una falta de respeto. Pensé que eso no se hace porque los números estaban a favor mío y, aunque yo tenga mis 41 años, todavía tengo…

Me concentré en conectar un sencillo y pensé en mi papá que era enfermo a la pelota y siempre me decía que yo no empujaba la bola para el right field. Yo siempre le decía “no soy bateador del right field, yo soy jalador de bola” y él me ripostaba “sí, pero tienes que empujarla”. De esas cosas uno se acuerda y mira, la empujé, así es la vida.

¿Qué representó para ti esa final? ¿Qué se pudo hacer para ganar? ¿Qué faltó?

Había que creérselo. Llegar a la final, discutir el título, y después cualquier cosa podía pasar. Siempre lo pensé así. No se dio como yo quería, ser campeón, pero siempre pienso que hay cosas difíciles y si no llego más allá, que no sea por no haberlo intentado. Tengo al menos que llegar lo más cerca posible.

Quería ganar con Las Tunas, siempre he querido, es mi camiseta, con la que he luchado. Creo que le faltó experiencia al equipo por ser la primera vez. Pasaron muchas cosas. Había momentos en que había que quitar un pitcher, momentos en que había que dejarlo.

No estoy diciendo que [Pablo] Civil lo haya hecho mal, lo hizo super bien, fue el mejor resultado histórico de Las Tunas, pero nos confiamos con los primeros que ganamos en el Mella. Al llegar a Bayamo yo no podía pensar en otra cosa que el juego diario, el turno al bate, todo. Cuando ya nos habían ganado dos quisimos apretar y así no se hace. El objetivo era al menos ganar uno allá, pero no se dio.

Danel Castro es un héroe en Las Tunas. / FOTO: Glenda Boza

¿Por qué crees entonces que los Leñadores, que tuvieron una gran generación hace unos años, no habían llegado a una final sino hasta ahora?

Hay una gran diferencia entre aquella generación y esta. Aquella tenía bateo y defensa, pero no pitcheo. La actual tiene las tres cosas. En aquellos tiempos se jugaba muy individual, había atletas que bateaban bastante, pero uno solo pensaba en uno mismo. Me incluyo porque cuando estás en un equipo que pierde más de lo que gana, tú dices: “el equipo va para abajo, pero yo tengo que seguir”. Esa es la gran diferencia: este es un colectivo más unido, aunque a veces se recuestan a un deportista y eso no puede ser.

¿Cómo haces para jugar bien bajo presión?

Todo está en el temperamento de la persona, eso lo define. Hay quienes son más sanguíneos. Yo soy tranquilo, flemático, analizo mucho. Lo importante es lo que puedas sentir, ser corajudo, eso es lo más significativo y un poco de suerte.

Aunque dices que va con la personalidad de cada cual, ¿se puede aprender a ser “oportuno”?

Eso no se aprende. Va con la persona, hay que nacer así. Esa es la diferencia entre Yosvani Alarcón y yo, él es sanguíneo, muy agitado, y yo soy más flemático y tranquilo. Pero no se puede ser tan flemático ni demasiado sanguíneo. Tienes que estar en el medio.

Hay quienes no conectan y entonces se van destruyendo ellos mismos y dicen: “La fallé, la fallé, la fallé…”, y, al otro turno, vuelven a fallar. Entonces eso se les va metiendo en la cabeza. Ahí es cuando sale la gallardía, ser corajudo y decir: “ya fallé dos veces, pero voy ahora a darla”. Hay quienes no tienen autocontrol sobre eso.

Pero esa habilidad tuya te ha permitido ser un líder en el equipo.

En situaciones apretadas ellos confían en mí, pero a veces no puedes depender solo de una persona. En una situación tensa me dicen “Danel resuelve, Danel resuelve”, o cuando conecto un jit oportuno me dicen: “Ves que tú no te puedes retirar, ¿quién va a ser el tercer bate?”, pero cuando yo no esté igual tienen que seguir haciendo bien las cosas. Si yo tuviera 22 o 23 diría “acuéstense a dormir que esto es mío”, pero ya tengo 41 y solo puedo aportar un grano de arena, así como deben hacerlo otros. Hay momentos en que quisiera robarme la segunda base o irme para tercera pero no puedo. No es que no corra, pero ya perdí esa costumbre, ya no practico eso. A mis 41 años si a fildear y batear tuviera que agregarle ese otro entrenamiento, serían demasiadas cosas.

¿Y no extrañas jugar en alguna posición?

Me siento cómodo como designado. A pleno sol es muy incómodo jugar. En la primera etapa de la serie jugaba dos juegos y descansaba uno. Me gusta jugar pero siempre que se pudiera en la tarde, después de las seis. Yo sé que tenemos muchas limitaciones, pero jugar al mediodía, a pleno sol, con 34 grados, influye en la salud del atleta, en el estado del pelotero. Así no es fácil. Hay que ponerse ahí a jugar para sentir lo duro que es.

¿Entonces el retiro es inminente?

Todavía lo estoy pensando. En parte quiero seguir jugando porque mi mente y mi corazón dicen que juegue, pero en parte me dicen que ya es tiempo de retirarse. Terminé la serie nacional en un buen momento y hay que pensar en muchas cosas, sobre todo en mi preparación para que no caiga el rendimiento. Eso es lo que me tiene un poco estancado para decidir qué hacer. Quisiera jugar solo como homeclub, aquí en Las Tunas, pero cuando yo lo decida me retiro. Estoy esperando que Pablo Civil converse conmigo.

¿Alguna meta antes del retiro?

No. Yo no tengo que demostrar nada. Los 200 jonrones es lo que queda. Otra cifra es jugar tantos años como pueda, tratar de quitarle algún record a Enriquito Díaz (risas), etc., pero no viene al caso en estos momentos.

A pesar de tu actuación en la serie nacional y en los play-off no integraste ninguno de los dos últimos equipos Cuba, ni a la serie del Caribe, ni al tope con Nicaragua. ¿Sientes que te marginaron?

¡Ay, mija! Yo tengo mi humilde opinión. A la Serie del Caribe sabía que tenía un 70 por ciento de las posibilidades en contra. Carlos Martí tiene que llevar a los suyos y tiene su segunda base.

Por su parte, la Comisión Nacional de Béisbol tiene una estrategia de trabajo con los muchachos por un ciclo de 4 años. Para mí eso no existe. Para llevar a un equipo y ganar, tienes que llevar la gente que esté bien. Eso es también para que viajen y en un futuro no se queden —para hablar en plata—. Pero yo creo que el que esté bien debe ir y el que no, que se quede. El que se quiera ir del país que se vaya, ese es su problema. A mi entender, son errores que se están cometiendo.

¿Cuál es el miedo de decirle a la gente que no va a jugar porque no está bien, sea quien sea? Creo que hay que tener el valor para decir: “usted se queda”. [El béisbol] es un juego de sincronización, de todos los días, y si hay gente que no está bien no puede hacer el equipo.

Pero además, imagínate a Danel Castro en una Serie del Caribe. Llego, salgo de emergente y conecto. Al otro día tengo que jugar por encima de [Carlos] Benítez y el que sea.  Imagínate.

Como yo estoy fuera de la preselección me quitaron el estímulo de todas mis medallas y me dejaron la más alta y ya. Si yo hago preselección nacional me tienen que integrar todos los pagos otra vez, todo ese dinero otra vez, entonces cambia todo.

Ahora, la segunda base. Juan Carlos Torriente es un buen pelotero y los dos podemos jugar en segunda, pero a la hora de batear, a la hora de la verdad, aún yo con mis 41…, hay que ver qué pasa, incluso con Benítez que está en su mejor forma. Él sí fildea mejor que yo, ¿pero batear?…

Si no le das la oportunidad a la gente no puedes comparar y saber. Yo siempre lo decía al director del equipo Cuba cuando estaba en el banco: “Usted me da la oportunidad de jugar dos inning nada más, los que me tocan y yo hago lo mío”, pero eso nunca sucedió, y me pasó en varios equipos Cuba. Por mí nunca se perdió un juego.

Ahora mismo puedo prepararme para jugar el año que viene y seguir dando galletas sin mano.

¿Crees entonces que han sido injustos contigo?

Yo no voy a decir que si han sido injustos ni nada eso. Lo que no he logrado es porque no he podido. No pudieron nunca ser injustos con Antonio Pacheco. Quisieron, pero no pudieron, porque para eso había que ser más grande que Pacheco. No me gusta que los peloteros se quejen porque han sido injustos con ellos. Si eres grande, demuéstralo. Pueden haber injusticias, pero si es así salgo, bateo una y otra vez, y demuestro.

Para el tope con dos equipos de México —Diablos y Guerreros— se cuestionó tu ausencia y la de otros atletas. Hace poco Roger Machado desmintió que Dachel Duquesne estuviera esperando un contrato. ¿Qué pasó contigo?

Me preguntaron si yo tenía una sacrolumbalgia. Dicen que lo dijeron en la radio o la televisión. No sé si fue el comisionado nacional, el médico del equipo Cuba, o no sé quien, pero es bueno que el pueblo de Cuba sepa que Danel Castro está en óptimas condiciones. No digan mentiras, digan la verdad al pueblo. Incluso hablé con el comisionado provincial para que aclarara esa situación.

Ah, si me llamaban para estar en ese evento [ante equipos de México] yo no iba a ir, por todas las cosas que han pasado, porque podía haber estado, al menos, en el equipo que fue a Nicaragua. Pero que no digan mentiras para justificarse ante el pueblo, que no sean así, que digan la verdad. Eso es una falta de respeto a la gente y a mí. Yo estaba listo para que me llamaran en cualquier momento.

Danel, en otros temas, ¿te ofrecieron alguna vez quedarte fuera del país?

Miles de veces. Me ofrecieron 24 millones, pero eran tiempos cuando había que ser digno, y me quede aquí, en Cuba. Así lo necesitaba y quería el Comandante en Jefe, y yo soy fidelista. Me hubiera gustado jugar en otras ligas, en las mejores del mundo, pero había que estar aquí, y sigo aquí.

¿Sigues a algún pelotero de la MLB?

No, porque para eso hay que ir al Hotel Las Tunas a ver los partidos. La MLB solo la veo cuando estamos hospedados ahí durante la serie nacional. De los cubanos he visto poco porque en la televisión cubana no ponen casi juegos con cubanos.

¿Y qué te parece un equipo unificado?

Va a suceder, es el camino. Se están abriendo puertas y llegará ese momento. No sé si pasará en 2 o 5 años, pero tendrá que pasar para seguir yendo al Clásico. Nuestra base de béisbol no está sólida. Los muchachos que están a punto de emerger ya se están yendo. No se van por un problema político sino económico, de motivación. El deportista cubano lo mínimo que puede tener es una casa, un carro y su entrada de dinero, si no tienes eso, ¿cómo se juega? Uno quiere ayudar a la familia, ir a una discoteca, el mundo es así.

Al final tiene que unificarse y yo estoy claro cómo piensan los peloteros. Muchos quieren que sus hijos jueguen fuera, en cualquier liga, no tiene que ser la de Estados Unidos, sino Japón, México, Panamá… que tienen mejor calidad que la cubana. Tristemente la base nuestra es muy mala y los que surgen se van y así no se puede ganar.

¿Y no sería injusto un equipo unificado con los que juegan en Cuba?

Eso en el mundo es así. Cuba no puede estar detrás del mundo. Aquí se lucha por un título y ganar en competiciones nos da un dinero que beneficia a los atletas y el béisbol cubano. Creo que es un dinero que se pierde si no ganamos.

Cuando te retires ¿qué quisieras hacer?

Coger vacaciones, descansar bastante y después empezar a entrenar niños, tratar de que sean mejores que yo.

¿Cuáles son los amigos de Danel en un equipo Cuba?

Los orientales. Soy regionalista. Me llevo bien con algunos de La Habana, con Pedro Luis Lazo, Michel Enriquez. Todo el mundo busca su zona casi siempre.

¿Y en el equipo Las Tunas?

Yo ando un poco solo. Mi generación se ha ido:  Joan Carlos Pedroso, Osmani Urrutia, Michel Brito, Yordanis Scull… Me queda Andrés Quiala, pero él es más joven que yo.

¿Cuál es tu rutina un día normal?

Levantarme, ir para el entrenamiento, a veces caliento poco porque lo que hago es batear. Todo el entrenamiento que hice antes me ha dado fortaleza. Solo trabajo en la potencia. Mi rutina ha cambiado con los años. Hago menos que el resto porque concentro el trabajo duro en el bateo y las pesas. Es lo que necesito para rendir.

¿Tienes enemigos?

No sé.

¿Vicios?

El cigarro y la bebida. Una vez dejé de fumar y cuando me dieron dos ponches seguidos me fumaba un cigarro tras otro. El cigarro me calma, me hace pensar.

¿Si no fueras pelotero, qué hubieras sido?

Boxeador, me encanta el boxeo. Cuando era niño casi me captan porque me pusieron un par de guantes y con 9 años le di nocaut a uno de 13. Luego llegaron los de pelota y ahí me quedé.

¿Qué haces en tu tiempo libre?

Veo series, películas, salgo bastante, pero mi hobbie es jugar dominó doble, con la gente del barrio. Tenemos un club al lado de mi casa. Me paso 8 o 9 horas jugando.

Dijiste en una entrevista que entrenabas en un gimnasio particular…

Pago 50 pesos mensuales en un gimnasio particular. Es mejor que hacer pesas en el estadio donde las condiciones son muy malas.

¿Fuiste campeón como refuerzo de Villa Clara, qué te parece esa experiencia?

Es una ventaja porque fortalece al equipo y el nivel de la pelota. Es lo correcto y lo lógico, el mundo lo hace así. Pero uno tiene que defender su camiseta. La gente quiere a su provincia. Por eso deben mantenerse los 16 equipos, aunque la calidad es menor. No creo que deban disminuirse. Además, con menos equipos pierde la pelota, el espectáculo, y se pierden peloteros.

Lo que hay que hacer es trabajar en la base, en una estrategia para responder a los problemas de control del pitcheo y que cada cual haga su trabajo.

¿Cuáles crees que sean los principales problemas del béisbol cubano?

Hay que hacer más bases de entrenamiento. Si los mejores lanzadores están en Pinar del Río, lleven a todos para allá. A los bateadores con los mejores, ahí están Omar Linares, Orestes Kindelán… En la defensa, busquen a Germán Mesa. Creo que hay que asesorarse más de los deportistas. Ahí mismo están Pedro Medina, Antonio Muñoz, Alfonso Urquiola… Hay que asesorarse de gente grande, no de unos cuantos licenciados que lo que hacen es vivir del deporte.

Tampoco hace falta tanto espacio. Cuando se quiere se puede. Yo entrenaba solo. Jugaba contra un cuadrito en la pared y ponía a los niños a lanzarme. Al que me ponchara le daba una puyita (tipo de caramelo que se hace en Las Tunas).

Se ha perdido la esencia del béisbol cubano. Antes éramos más agresivos. Esa era nuestra idiosincrasia. No digo que haya que dar pelotazos, pero hay que hacer más lanzamientos pegados, para sacar a los jugadores del juego, hacer más jugadas arriesgadas, sorpresivas. Jugamos demasiado noble. Los de otros países ganan millones y se cuidan de un pelotazo para evitar lesiones, entonces tienes que aprovechar, para que se desconcentren. Ellos tienen más recursos que nosotros, entonces, ¿vamos a ir de jamón a que nos ganen? Hay que pelear duro, a mí me encanta esa pelota. ¿Cuál es el miedo? Si tienes miedo entonces no juegues pelota.

Que estimulen a los peloteros, que así la gente juega a la pelota. Incluso, que pongan multas. Para resolver los problemas del deporte cubano hay que ponerle dinero. Tienes que incentivar a la gente para que juegue a la pelota, que sientan que luchan y ganan algo.

¿Y has pensado en algún contrato fuera del país cuando te retires?

No va a poder ser porque si me voy a cualquier liga me quitan el estipendio. Algo que, creo, es un error fatal. Si al final es algo que yo me gané con mi esfuerzo, y con 41 me retiro porque no soy ya del interés de nadie en Cuba, ¿por qué tengo que renunciar a mi estímulo? Tú puedes ponerle condiciones a quienes son de tu interés en el equipo nacional, pero si me consigo un contrato por mi cuenta por 3 o 4 meses, ¿por qué me vas a quitar lo mío?

Por último, lo primero. ¿Cómo recuerdas Baltimore?

Bateé de 6-5 —de 1-1 en el primer partido, en La Habana, y de 5-4 en el segundo, en Baltimore—. Fue lo que me marcó en la vida para hacer varios equipos y después me dejaron fuera. Me marcó como bateador “oportuno”.

Aunque meditada, cada respuesta de Danel fue rápida, sin titubeos y oportuna como sus batazos.

Cada jit, cada carrera para el empate o la ventaja son, para Danel, como dar “galletas sin mano”. En el microuniverso del béisbol cubano, donde se mueven tantas bajas pasiones e intereses mezquinos, esa es, quizás, la mejor manera de luchar.

—Gracias Danel.

—Entonces, periodista, ¿ya puedo tomarme una cerveza?