Por: Elsa Ramos/ Escambray

Como si ya no hubiese hecho lo suficiente con salirse por primera vez del podio panamericano en décadas, incluso sin discutirlo, el béisbol cubano trasmutó de lo peor a lo ridículo.

Y el bochorno no es por quedar en el sexto puesto entre ocho contendientes, que, a fin de cuentas, hubiese sido casi lo mismo que el quinto. Es por la manera de perder en un juego del que, al menos yo, no tengo referente en ningún torneo internacional.

Después de jadear nueve entradas con empate a una carrera y solo tres hits ante República Dominicana, otro de los duros que quedó fuera del medallero, el décimo en su parte alta, con regla IBAFF, parecía un consuelo de redención cuando los nuestros marcaron ocho carreras que en el béisbol, por lo general, parecen definitorias, cuando solo hay que buscar tres outs.

Pero el descalabro interno es tal que ni esa ventaja fue suficiente para salir de Lima por otra puerta que no fuera la de atrás. Con dos outs conseguidos por el contratado Raidel Martinez, quien no pudo concretar el tercero tras permitir dos hits, ninguno de los lanzadores que vino después tampoco pudo hacerlo.

 Ni Pedro Álvarez, descontrolado e inefectivo, ni Frank Luis Medina, ni Wilson Paredes, ni Yudiel Rodriguez, pudieron sacar un out, tan solo uno, presos de la presión, la impotencia o no sé qué al punto de permitir ¡nueve carreras! en una abrir y cerrar de ojos…. y así se consumó el espectáculo grotesco de un equipo que viene a ser la caricatura de lo que un día fue nuestro béisbol.

Queda claro que ni el quinto puesto hubiese hecho que los peloteros cubanos se bañaran de champan como hicieron los dominicanos, ni mucho menos la afición. Perder y ganar es propio del deporte, incluso para la pelota que hace rato sabemos no es de oro, y el pueblo sabe aplaudir cuando se cede con honor y se entregó todo.

Pero no es el caso. Cuando un equipo anda mal en su esencia; un día le falla el bateo, al otro el pitcheo, casi siempre la mentalidad, las decisiones, ahora hasta la actitud. Y cuando un elenco pierde hasta el compromiso suceden cosas como esa. 

Esta vez no se honraron las cuatro letras que parecieron quedar grandes en el pecho de los peloteros que se rindieron a la humillación y sumieron al país en ella. Y que no me hablen de las presiones porque esas siempre han estado en el banco y en la siquis de todos nuestros equipos.

 Si faltaba una gota para colmar la copa de la debacle, acaba de caer en Lima y ojalá no se seque en el suelo y se voltee una página ahora que empieza la Serie Nacional y está en la mira y en entredicho la clasificación a Tokío 2020.

 Y esta vez los trazos no deberán redundar sobre lo mismo con una preparación que fue suculenta, con altura incluida, pero igual de inefectiva y que envidiaría la mayoría de los deportistas cubanos que están en los Panamericanos, desde los hockeistas que casi ni tuvieron cancha para entrenar hasta los tiradores que lo hicieron casi sin balas o Lisandra Guerra que no vio rivales y ganó una plata de oro corriendo sobre el velódromo con el corazón.

 Habrá que seguir mirando y barriendo para adentro sin pensar más en las culpas de un acuerdo roto con la MLB, que nos llevó parte de lo mejor de nuestros peloteros, pero nos deja otra suficiente para enfrentar eventos de este tamaño donde a los países también les faltan sus estrellas. Por cierto ¿Cómo se armaron y prepararon los rivales de Cuba aquí? Sería bueno saberlo aunque se sabe que no fue viajando tres meses y concentrados tanto tiempo, tampoco, para cuatro o cinco juegos

Hay que seguir potenciando la pasión nacional, aunque en medio de las estrecheces económicas nadie puede aspirar a que será con dinero que se resuelva el problema porque el poco que existe, ha de repartirse entre el deporte, las escuelas, la salud, la comida y otras necesidades más urgentes y porque ningún monto será suficiente para aguantar aquí a quien se quiera marchar de un deporte que, aunque no lo tiene todo, sigue siendo la niña mimada en una nación de pobres.

 Y hablando de dinero, habrá que evaluar en qué condiciones emotivas se insertan nuestros contratados en el Cuba como para apostar a todo por ellos a punto de sacarlos a lanzar en todos los juegos o a no prescindir de algunos cuando no rinden.

Ningún torneo se parece a otro. Y aunque la pelota viene cediendo espacios hace rato, la mirada de Lima merece una mirada diferente por ser lo peor, de lo peor.

Tras la derrota, esperé al menos una disculpa pública de Anglada y los directivos del deporte. No por regresar sin medallas, como lo hará la mayoría de los que están en Perú, sino por el descalabro inaudito conque sellaron un torneo para olvidar con un triunfo, tres reveses y un final de terror. 

Unos abogan, como sucede siempre aun en los casos que se regrese con medallas, por la “decapitación de los cargos”, como si eso resolviera el asunto. Sobre ello solo pienso que en el fuero interno de cada quien debe sopesar si el tamaño de la vergüenza merece una renuncia digna o un pase de hoja.

  Para mí el problema, además de la calidad cedida, los recursos, el dinero, tiene que ver con la fibra, esa con la que Cuba ha ganado muchas veces, hasta en pelota, menos ahora en que el béisbol se quedó sin medallas, sin puestos y hasta sin moral deportiva.