El estadounidense Al Oerter es conocido por la hazaña de conquistar cuatro títulos olímpicos en el lanzamiento del disco, primero en lograrlo en pruebas individuales. Se inició en esta prueba por casualidad, un día al caer un disco lanzado por alguien sobre sus pies, implemento que fue devuelto por Oerter más allá del grupo desde donde había salido, ese fue el motor impulsor. Luego llegó una beca para la Universidad de Kansas y todo fue en serio, pero pocos conocen los obstáculos que enfrentó Alfred Oerter para lograr cada uno de sus títulos; el triunfo en Melbourne causó sorpresa, porque el favorito era Fortune Gordien, pero Oerter lo definió en la ronda inicial, con 56.36, récord olímpico.
En Roma 1960 ya era respetado, pero en 1957 Oerter estuvo a punto de perder la vida cuando sufrió un grave accidente automovilístico del que se recuperó exitosamente. En el año anterior a la cita italiana (1959) no pudo dedicarse completamente a los entrenamientos, pues su trabajo como gerente en una compañía aérea, no le dejó mucho tiempo libre. Aunque llegó en forma a Roma, lo cual corroboró en la ronda clasificatoria, pero en la final estaba su compatriota Rick Babka, vigente recordista mundial (59.91), quien lideró la competencia durante las cuatro primeras rondas (58.02), pero en la quinta ronda Oerter logró un envío de 59.18, que representó su segundo título y récord olímpico. El ciclo 1961-1964 lo inició en grande, al acceder por primera ocasión al récord mundial, con 61.10 (18 de mayo de 1962), el soviético Vladimir Truseniov lo mejoró, con 61.64, pero Oerter retomó el liderato mundial con tres cuotas consecutivas, incluida una, en el año olímpico, 62.45 (1° de julio de 1962), 62.62 (27 de abril de 1963) y 62.94 (25 de abril de 1964).
Todo marchaba a pedir de boca, pero unas semanas antes de la cita olímpica de Tokio, se lesiona gravemente en la espalda, ocasionándole fuertes dolores, teniendo que colocarse una “montura” de cuero que le cubría hasta el cuello, para colmo de males, estando en la sede olímpica sufre una caída con desgarro en el brazo derecho, todo estaba perdido, el personal médico del equipo estadounidense le recomendó “got home” (regrese a casa), pero el voluntarioso Alfred Adolf Oerter no se dio por vencido, encontrándole un antídoto a sus dolencias, metiendo el brazo vendado en hielo, así logra 60.54 (RO) en la ronda clasificatoria. En la final tendría un fuerte contendiente, el checoslovaco Ludvik Danek que unos días antes (2 de agosto) se adueñó del récord mundial, con 64.55 y, efectivamente, Danek mandaba en la competencia, con 60.52, hasta la, para él, fatídica quinta ronda. Cuando le correspondió el turno, Oerter se despojó de aquella armadura ortopédica y con inmensos dolores, soltó el disco, que fue a caer, justo a los 61.00 metros, suficiente para su tercer título olímpico, no hizo falta el sexto intento.
Para los Juegos Olímpicos de México 1968 parecía poco probable el triunfo de Al Oerter, era otro escenario y había surgido un nuevo oponente, su paisano Jay Silvester, quien tenía envíos (66.54, 68.07 y 68.40) a los que nunca se había acercado el tricampeón olímpico, pero la final olímpica era otra cosa y aunque llegaba con 32 años, no estaba liquidado. Estuvo presente la lluvia, Silvester se achicó (61.78, quinto), mientras que Oerter fue el mismo de Melbourne, Roma y Tokio, con 64.78 se colgó al cuello su cuarto título consecutivo, estableciendo un hito, que solo ha podido igual su coterráneo Carl Lewis, en salto de longitud. Terminando México’68, Oerter, supuestamente se retiró, no estuvo presente en las pruebas de selección (Trials) correspondientes a 1972 y 1976, pero regresó en 1980 y aunque la cita olímpica de Moscú fue boicoteada por Estados Unidos y sus aliados, él fue cuarto (65.56), antecedido por Mac Wilkins (68.68), John Powell (68.00) y Ben Plucknett (66.50).
Hary, bigamia comercial
Entre los héroes de Roma’60 está el alemán Armin Hary, quienarribó a la capital italiana con aval de ser el primer humano que había corrido los 100 metros en 10.0 segundos y los presagios se cumplieron, Hary ganó con 10.2. Durante los Juegos Olímpicos de Roma, a Armin se le pudiera acusar de haber cometido una “bigamia” comercial, pues corrió la final de los 100 metros con calzado Adidas y se apareció en la ceremonia de entrega de medalla, usando zapatos Puma. Aunque ambas marcas deportivas tienen su base en Alemania y fueron fundadas por los hermanos Rudolf y Adolf Dassler, en aquel momento, los directivos de Adidas rompieron la relación comercial con Armin, pues fueron los primeros que la habían iniciado.
Bikila, descalzo en Roma, calzado en Tokio y sin nada en México
Una de las grandes sorpresas en Roma’60 la produjo el etíope Abebe Bikila al ganar la prueba de maratón, con 2:15:16 horas, corriendo descalzo por las calles de la capital italiana. Ganó en Tokio 1964, cuando muchos no lo esperaban, pues seis semanas antes fue operado de apendicitis, pero Bikila era de competencia, ahora corrió con calzado y mejoró su propio récord olímpico, con 2:12:11. Estuvo en México 1968, pero su organismo no resistió competir con calidad en la altitud mexicana y tuvo que abandonar la carrera sobre los 17 kilómetros, fue vengado por su paisano Mamo Wolde, el ganador. Se comenta, que Bikila, quien fue miembro de la guardia imperial del emperador Haile Selasie, durante las largas sesiones de entrenamiento, se dedicaba a cazar aves y otros animales, a los que seguía hasta cansarlos. Bikila sufrió un accidente automovilístico en 1969, ocurrido en Addis Abeba, el que le ocasionó una paraplejia, de la que nunca se recuperó, falleciendo el 23 de octubre de 1973.
Thopmson, “afortunada” lesión
El inglés Donald “Don” Thompson, tan vez, nunca pensó ser un marchista olímpico, pero una lesión en el tendón Aquiles, mientras practicaba carreras, le hizo cambiar de especialidad y el paso a la marcha atlética tuvo sus dividendos, al ganar el título en Roma 1960, en los 50 kilómetros; antes, en Melbourne, tuvo que retirarse a cinco kilómetros de la meta a causa de la deshidratación, en la siguiente cita, Tokio 1964, terminó décimo. Por sus logros fue condecorado en 1970 con la Excelentísima Orden del Imperio Británico.
Davis, gracias al baloncesto
El corredor estadounidense Otis Davis, tampoco se inició en el deporte que lo llevó a la cima del podio olímpico, el atletismo. Jugando baloncesto obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Oregón, donde comienza sus andanzas en el campo y pista, orientado por Bill Bowerman, a los 26 años, pero dos años más tarde, era el rey olímpico en 400 metros y líder de la posta 4×400, también titular. En esa carrera Davis no partió como favorito, este honor lo tenía el alemán Carl Kaufmann, vigente recordista mundial, pero en una reñida final, Davis fue declarado ganador, ambos marcaron 44.9, primeros en descender de los 45.0 segundos.
Snell, cambió la cancha por la pista
Al neozelandés Peter Snell, bien pudo vérsele jugando uno de los cuatro Gran Slam de Tennis (Abierto de Australia, Roland Garros, Wimbledon y USA Open). Es que Snell durante la adolescencia destacó en el tennis, participando en el campeonato junior de Nueva Zelanda, pero el culpable de su abandono a las raquetas y de los éxitos atléticos fue el entrenador Arthur Lydiard, quien en una ocasión le expresó “Peter con la velocidad que tienes, si entrenas duro, será uno de los mejores corredores de media distancia”. En Roma’60 comenzaron a hacerse realidad las predicciones de Lydiard, cuando Snell triunfa en los 800 metros, título que repitió en Tokio, agregándole otro, este en 1500 metros.
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