Andy Pereira le ganó a Brian O’Neill Afanador en la final; el puertorriqueño de más caché, el primo de Adriana Díaz, la campeona femenina .

Andy se va de San Salvador con dos medallas de oro y una de plata. Había ganado en dobles junto a Jorge Moisés Campos; el compañero de las mil y una batallas y la plata en el por equipos.

Hay lágrimas en sus ojos, justo después de haber alardeado de biseps sobre a mesa donde construyó el título en un match que tuvo solo cinco games.

La historia de Andy está llena de matices. Las oportunidades de formación en el extranjero, concretamente en Suecia y Dinamarca gracias a las becas Federación Internacional de Tenis de Mesa. La añoranza por la familia, lesiones, la doble experiencia olímpica, el lugar 129 en el campeonato mundial, alguna que otra derrota inesperada, el accidente que casi lo saca del deporte, la fuerza, la voluntad, el volver.

Vive el año 33 de su vida, y esta es, probablemente, la actuación más destacada de su extendida carrera en el tenis de mesa.

Se le ha visto emocionado, con el corazón en la mano, y se ha quebrado un tanto más cuando ha admitido que quería despedirse con un resultado bonito. Quizás después de esto, se lo piense para decir adiós a la vida activa en el deporte que lo ha visto hacerse hombre, padre, y campeón.

Andy es de ese tipo de atletas necesarios. De los que sienten y no temen a mostrarlo. De los que exteriorizan, contagian, emocionan, y arrastran.

Con su medalla de esta jornada son tres de oro, y siete en total las que ha ganado el tenis de mesa cubano en estos Juegos Centroamericanos y del Caribe. Iban por seis, y han sobrecumplido. Esta gente del ping pong tiene tremenda bomba, y las juegan con el corazón (y algún que otro órgano más) sobre la mesa. Por ahí se dice que con esas virtudes se nace, pero yo creo, también, que se forja. ¡Qué lindos! ¡Qué Bárbaro-s!

¡Gracias!

Tomado de ecency / Foto: JIT