Por: Norland Rosendo González/Cubahora
No corre. Lo suyo es otra cosa. Ella danza sobre las pistas. Tan elegante, tan veloz. Sus zapatos apenas rozan la superficie. Hay que verla, imaginarla no es suficiente para saber de qué es capaz Yunidis Castillo, la hija cubana del viento.
Su actuación en el recién concluido Campeonato Mundial de Atletismo para discapacitados afiliados al Comité Paralímpico Internacional, que tuvo por sede a Lyon, Francia, confirmó que la joven santiaguera con afectaciones en un miembro superior, está hecha de fibras de estoicismo, amor y consagración.
Ni siquiera ciertas molestias en su pierna derecha ni un aire en contra que llegó a ser de 5,2 metros por segundo (una suerte de ráfagas ciclónicas contra su rostro), le impidieron a Yunidis cumplir con el que era su compromiso en esta cita: tres títulos.
Una vez más dominó la prueba reina de las pistas, los cien metros planos, para subir a lo más alto del olimpo. A una cumbre que para ella hace tiempo que dejó de ser borrascosa.
Yunidis paró el reloj en 12,90 segundos. Ese tiempo, distante casi un segundo de su propio récord mundial (11.95), no dice mucho. Quizás alguien piense que fue una carrera discreta, sin muchas glorias y unas cuantas penas. Pero lo mejor fue el coraje de la santiaguera. Le puso el extra a sus piernas en ese brevísimo lapso. Le estampó su rúbrica exclusiva de gacela cubana. Solo así pudo llegar a la meta. ¡Y ganar!
Cuentan medios acreditados a la cita que apenas terminó la prueba se llevó la mano a la parte posterior del muslo diestro, se quitó los pinchos y siguió caminando con problemas. Preguntada sobre ello dijo: menos mal que acabé porque ahora sí me duele bastante. ¡Qué muchacha! ¡Qué estirpe!
Días atrás, Yunidis se había proclamado monarca en los 200 y 400 metros planos. Era como un torbellino sobre la pista francesa. Salía hecha una exhalación, con tanta potencia en su arranque, que sus rivales solo podían aspirar a la plata y el bronce. Era Yunidis contra Yunidis.
Hasta ahora, nadie ha podido darle alcance en las pruebas en las que compite. Le caen detrás como cazadores tras una presa exquisita, pero no más avanzan unos metros se percatan de que es imposible. Solo ven delante una espalda morena que exhibe con orgullo las iniciales de su país: Cuba.
Ya va por ocho títulos en certámenes del mundo y cinco en lides paralímpicas. Nadie sabe hasta dónde podrá llegar. Está en un momento deportivo excepcional.
Sus piernas vuelan, danzan. Desde las gradas, la gente corta el viento con su silencio cuando el audio la anuncia. Saben que no siempre pueden presenciar una prueba de constancia mayor.
Yunidis es una mezcla de talento con humildad, de belleza con fuego. Tiene el ritmo del Caribe en sus movimientos, y el orgullo de cubana lo exterioriza cuando llega a la meta. Es, sin dudas, la hija cubana del viento.
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