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Por: Lilian Cid Escalona

A Yipsi Moreno la vida le ha jugado una mala pasada. En ella, como a casi todos los que llevamos a Fidel en un lugar especial de nuestros corazones, la noticia de su desaparición física caló hasta lo más profundo. Donde el dolor se vuelve intenso e incontrolable. 

Nos cuenta -vía Facebook- que lo supo horas antes de partir al Aeropuerto Internacional José Martí, en la madrugada de este raro 26 de noviembre de 2016. Le tomó por sorpresa justo antes de abordar con destino a El Salvador, para tomar parte en un curso de categorización de entrenadores de lanzamientos de la IAAF.

Una vez en tierra centroamericana, la campeona dijo sentirse devastada. Con esa hastía sensación que muchas veces nos llevan a resistirnos a creer lo que está pasando a nuestro alrededor. Para ella, la mezcla de sentimientos cobra una potencia adicional, porque el líder indiscutible de la Revolución Cubana, que también fue su inspiración y parte importante de su carrera deportiva, se marchó escasas horas después de que el COI pusiera fin a una larga espera para otorgarle, oficialmente, el derecho de merecer la medalla de oro olímpica de 2008.

 “A Fidel le debo yo el haber permanecido en el deporte” – resume la camagüeyana- y la coyuntura nos permite evocar otro pasaje de “La Furia de Agramonte”. Ese proyecto de libro que poco a poco se abre paso y que ojalá, muy pronto, encuentre la ruta perfecta para ver la luz y dejar a disposición de todos los cubanos muchos pasajes icónicos e inéditos sobre la vida de la mejor lanzadora de martillo de la historia.

Así, nos remontamos al 2004, a los Juegos Olímpicos de Atenas. “El 2004 es el año en que mayor esfuerzo he hecho en mi carrera. Me preparé como nunca”- y con esta afirmación Yipsi inicia viaje a través de los hechos que marcaron su vida en dicha contienda-

Fue una temporada muy buena, en la que la cubana dominó el ranking del mundo y anduvo imbatible. Logró disparo de 75.18 metros que constituyó récord para el área de Centroamérica y el Caribe y aunque la rusa Olga Kuzenkova, el referente de la especialidad en esos tiempos, andaba cerca, sus incursiones habían quedado por detrás de lo hecho por la nuestra.

Su trayectoria la hizo portar un inobjetable cartel de favorita. Y es que no haber perdido en ninguna de sus incursiones previas a los Juegos, registrando como promedio envíos sobre los 73.30 metros daban cuentas del excelente estado de forma que vivía. Así llegó a Atenas, para ser parte del regreso de la cita deportiva a su cuna.

“Y llegó mi momento en la cuna del olimpismo” –contextualiza, al tiempo que admite haber estado bastante presionada porque ansiaba conquistar la cima del podio.  Mi conciencia y mis deseos eran solo el comienzo. A diario, todo el mundo se acercaba para motivarme. También para recalcarme cuán segura se veía mi medalla.

Y la presión la desestabilizó hasta el punto de que hizo toda su competencia llorando. Cosa de la que hoy se arrepiente, pero que en ese momento no pudo controlar.

Cuando yo vi que mi primer lanzamiento no fue todo lo lejos que esperaba, me desmoroné –recuerda-  En aquel momento, inconscientemente perdí el control ante la inmensa responsabilidad que sentía. Lo único que estaba en mi cabeza era Cuba. Pensaba en el pueblo que me estaba mirando y esperando lo máximo de mí.

Ese tiro de 73.36 que me dio la plata fue un lanzamiento que hice suave, un disparo temeroso, buscando organizarme.

Yipsi Moreno ganó la medalla de plata olímpica, fue superada por Kuzenkova. Se subió por primera vez en el podio más importante. Puso sus pies en el sitio soñado, ese escalón por el que cientos de miles de atletas se esfuerza a diario. Sin embargo, a ella la gloria le supo a poco.

“Esa plata fue amarga para mi…Lloré mucho, tanto que no tenía consuelo… y era una situación muy difícil porque Eladio (Eladio Hernández su entrenador) estaba entre dos aguas, por un lado, tenía que consolarme y buscar encausar mi ánimo y por el otro tenía que estar feliz porque Yunaika cogió el bronce y para cualquier entrenador, tener dos atletas en el podio olímpico es un tremendísimo logro.”

La también cubana Yunaika Crawford ganó la medalla de bronce en dicha cita con el mejor registro de su vida 73.16 metros.

Yo sabía que en el mundo había miles de personas anhelando solo el hecho de poder participar en unos Juegos Olímpicos, pero a mí no me bastaba, por eso estaba allí, llorando con mi plata y queriendo que la tierra me tragara. Pensaba en las personas que aquí en Cuba se sentían defraudados con mi actuación, me sentía en deuda con Eladio, me sentía en deuda con El Comandante y me sentía en deuda conmigo misma.

Hubo reacciones populares que también catapultaron su pesar. Tanto, que regresó a Cuba decidida a abandonar el deporte, a poner fin a su carrera deportiva, pero, en eso apareció Fidel…

Fidel – cuenta la triple campeona mundial- solía esperarnos a todos, siempre. Se paraba en la escalerilla del avión y le daba un beso y un abrazo a todo el mundo. Para él no importaba si habías sido el último o el primero. Ese año no fue la excepción y cuando me tocó a mí acercarme, apenas pude levantar la cabeza. Él me dio mi beso, el beso de siempre, y seguí hasta la fila para esperar sus palabras de bienvenida. Palabras a las que yo le debo el haber seguido en el martillo y en el deporte…

Si, – se explica- porque a esas horas yo ya había tomado la determinación de terminar mi carrera deportiva. Me sentía tan mal que no tenía fuerzas para salir de aquella actuación “fallida”.

Pero cuando ese hombre empezó a hablar, y dijo… Hay que reconocer lo que hizo la martillista Yipsi Moreno (y dijo mi nombre completo), porque ella hubiese cogido oro, pero el foul que ella lanzó era más largo que el lanzamiento de la rusa que ganó.  

Sus palabras me sacaron todas las emociones, y no podía contener las lágrimas. Esas palabras son a lo que yo le debo haber llegado hasta aquí, haber hecho mi pequeña historia en el lanzamiento del martillo y haber cosechado todos los éxitos que vinieron después de ese 2004. Eso fue lo único que hizo que yo levantara mi cabeza, y lo hice sintiéndome mucho más comprometida con el deporte, con mi país, y con él, con mi Comandante.

Hoy, cuando la vida ha puesto fin a su existencia física, vale el recuerdo de este momento, como uno de los tantos que le convirtieron en un ser humano único, en un líder indiscutible. Un hombre que regaló al mundo lecciones de infinita humanidad y que nos enseñó, por encima de todo, a tener la firme convicción de luchar siempre por nuestros ideales, por nuestros sueños.

En la vida toca vivir momentos como esos -concluye Yipsi-, momentos por los que se mide la entereza de las personas y que ponen a prueba la voluntad de ir adelante.  Yo lo pude hacer, seguí para adelante (por eso estamos haciendo el cuento hoy), y agradezco, por encima de todo y de todos a Fidel, por haberme levantado, por darme la fuerza para subir mi cabeza y mirar de frente. Gracias a eso, gracia a Fidel, yo volví a tomar un martillo entre mis manos…

Él es un grande, y siempre estará con nosotros.

(Especial Cubahora)