kenia-carcaces1Por: Lilian Cid Escalona (@lizz19861) y Juan Manuel Alvarez Tur (@Alvarez_Tur)
La situación del deporte cubano es compleja. A trompicones desandamos cada ruta internacional que nos convoca. Y es que los reiterados fracasos en la lucha por garantizar la continuidad generacional de cada especialidad, así como las decisiones erradas y/o no tomadas al respecto han terminado por desnudar esas carencias que año tras año se fueron acentuando, bajo la benevolente sombra de un discurso copado de “campeonismo”.
El voleibol es botón de muestra en este asunto y su rama femenina marca la vanguardia, con muchos argumentos que sustentan los calificativos de debacle o despropósito circundando los comentarios al respecto. Por ejemplo, sus cruzadas más recientes arrojan un saldo negativo: la ausencia al torneo de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el lugar 19 entre 20 selecciones en el Grand Prix de 2013, el lugar 20 (de 28 selecciones) en el Grand Prix 2014 y el vigésimo segundo puesto en el recién finalizado Campeonato Mundial. Por cierto, en lo que se refiere al Mundial hablamos de la peor actuación histórica de la isla en estas lides, donde un único set a favor en los cinco partidos disputados durante la fase preliminar, evitó cerrar la lista de posiciones entre los 24 países clasificados a la cita organizada por Italia. Una crónica, perfecta como la del Gabo, de una muerte anunciada. Nada extraordinario cuando intentas medirte al más alto nivel con un equipo juvenil, de 1,82m como estatura promedio y que depende totalmente del ingenio ofensivo de una niña de 14 años. Son premisas utópicas para este mundo en el que está muy claro por dónde le entra el agua al coco; talento aparte, sentar cátedra en el voleibol actual va de la mano del aplomo, la experiencia y esa cohesión que solo los años de recorrido propician.
Lo triste es que nos hemos sumido en un bucle, y que estos no van a ser los últimos golpes que nos toque asumir, de acuerdo con una dinámica actual que no da cabida al optimismo. ¿Por qué? Porque el consenso social está en gran parte roto. No son los tiempos en que, amén de una situación económica no ajena de contradicciones y carencias, existía un apego mucho más fuerte a la idea de continuar bregando por Cuba y desde Cuba. Esa dimensión “espiritual revolucionaria” cada vez espolea menos.
Hoy, ni siquiera aumentando de manera notable la partida que reciben los jugadores por sus actuaciones en el exterior, y su salario en sentido general, logramos que permanezcan en la selección nacional, con la idea de alegrar a todo un pueblo. Hay una multiplicidad de factores operando, destacando una deficiente gestión federativa y fallas gravísimas en el proceso de concientización social del atleta. Entramos a continuación en una zona en la que intentaremos cruzar esos factores con lo factual.
La ruptura
El voleibol femenino cubano anduvo en la cima del mundo por período cercano al cuarto de siglo, en el que destaca la última década del siglo XX, donde se arrasó en el panorama internacional. Las Morenas se agenciaron todos los éxitos posibles y dejaron récords y una estela de gloria a su paso.
Eugenio George, en una suerte de testimonio publicado bajo el título El genio triunfador de Eugenio George, decía que después del 2000 hubo un ligero bache en la continuidad, marcado por el retiro masivo de varias de las jugadoras estelares y también por la falta de promociones a la selección nacional, que nos llevó a perder, incluso, la supremacía en el área durante los Juegos Panamericanos de 2003. Sin embargo, se logró estabilizar una selección competente sobre la base de la experiencia de dos magníficas como Zoila Barros y Yumilka Ruiz, además del concurso de otras talentosas jugadoras como Nancy Carrillo que ya venían tomándole el pulso a lo que suponía jugar para Cuba en la reserva.
La estrategia de insertar en ligas profesionales a figuras como Yumilka y Zoila en el año 2005, y Kenia Carcasés en el 2006, no se hizo firme en el tiempo. De esta forma, se perdió la oportunidad de favorecer la superación deportiva de las atletas, y también la de aportar enteros a su motivación desde el estímulo material. La dinámica del deporte iba cambiando, y solo con una presencia sostenida en esas competiciones de primer nivel, podrían continuar los resultados positivos.
A todas estas, el bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas y la buena demostración de las chicas silenciaron un tanto las alarmas. Estas saltaron definitivamente cuando tras el cuarto lugar obtenido en Beijing 2008, el equipo sufrió un golpe importante de acuerdo a su composición. De las que fungían entonces como titulares en la cita estival solo Yanelis Santos perduró hasta el año 2012. Todo eso en solo cuatro años.
En lo atinente a la conexión del atleta con las necesidades deportivas del país, además del influjo negativo de la gestión federativa, interviene una deficiente concientización del deportista, que recibe señales de varias fuentes. Evidentemente, estas llegaban muy débiles. La presencia ya menos directa de Eugenio George, y la repentina muerte de Ñico Perdomo, sin lugar a dudas tuvieron una incidencia muy alta en el deterioro de la situación. De ahí en adelante, ha sido más difícil asegurar el consenso alrededor de nuestro voleibol y la permanencia de sus valores vernáculos.
A retazos y tirando del orgullo se logró organizar otro conjunto que trastabilló en el mundial de 2010 (lugar 12) pero dio esperanzas de resurrección durante los Juegos Panamericanos de Guadalajara en 2011, donde perdió en 5 sets ante un compacto Brasil que venía de ser subcampeón mundial. Mas el “grifo” siguió abierto y la progresiva descomposición de nuestra nómina nacional, que había estado camuflada por resultados esporádicos (se ganó en Río 2007 con ese plus místico que siempre nos caracterizó) terminó por estallar. Se acabaron las piezas para reinventarnos y quedamos de frente e indefensos ante la cruda y dura realidad que nos obliga a asumir la debacle.
En Cuba los atletas provienen del deporte masivo, y a través de un proceso de selección elitista se convierten en la materia prima para la composición de los equipos a los diferentes niveles. Es un ciclo de formación piramidal, donde el fallo de una de sus estructuras destruye el proceso. Un punto al que hemos llegado, con perspectivas sumamente limitadas, por no tildarlas de inexistentes, ya que por causas diversas carecemos de los talentos que se suponía (según la planificación) tendríamos hoy para trabajar. Situación que a su vez, hace realidad un “irreparable vacío” del que también habló Eugenio para significar que esta ruptura echaría por la borda los años de trabajo, de perseverancia y por supuesto, los méritos alcanzados.
El mayor problema a enfrentar es la incertidumbre de cada intento por hablar, pensar y obrar en favor del futuro. El grupo que hoy lleva los galones de Equipo Cuba no está capacitado para devolvernos a la órbita del voleibol en el planeta. En materia de compromisos se avecinan los Juegos Olímpicos de Río en 2016. Una cita que nos pone de frente al rival y escenario perfectos para desatar la nostalgia. Aunque a estas alturas no creemos que Cuba tenga las potencialidades aquí dentro para pensar en regresar a la ruta olímpica.
Afuera sí tenemos, al menos, unas 15 mujeres fruto de la Escuela Cubana de Voleibol cargando con las mayores responsabilidades de sus respectivos equipos en la ligas de mayor relevancia del planeta. Hay cubanos y cubanas jugando voleibol en los cuatro confines del universo y resaltan, sobre todo, las incorporaciones en Rusia, Azerbaijan y Brasil.
Por ejemplo, Kenia Carcasés, que salió del equipo Cuba antes del clasificatorio para los JJOO de Londres 2012, es figura en el club Molico Nestlé de la liga brasileña. Llegó como uno de los fichajes estelares de la temporada 14/15 para paliar la salida de Sanja Malagurski y Sheilla Castro. Carcasés compartirá en cancha con las internacionales brasileñas Thaiza, Dani Lins y Adenizia.
Otro tanto de atención acumula el arribo de Yanelis Santos a la plantilla del Leningradka de San Petersburgo y la decisión del Uralocha, el Omichka y el Dinamo de Krasnodar de conservar los servicios de la eterna Yumilka Ruiz, Nancy Carrillo y Rosir Calderón respectivamente. Por cierto, que en el equipo de Konstantin Uchakov, Rosir se combinará con estelares de la talla de Liubov Shaskova, Tatyana Koseleva y Fernanda Garay.
En Azerbaiyan, el Rabita Bakú promociona a sus cuatro ángeles: Wilma Salas, Yoana Palacio, Gisselle de la Caridad Silva y Ana Yillian Cleger, en quienes cifra sus esperanzas de sostenerse en la élite del voleibol a nivel de clubes. Y así, sobran los ejemplos…
En la leyenda del voleibol hay pasajes que se escriben un día y perduran para siempre. Cuba es uno de los equipos legendarios en el deporte de la malla alta, y se ganó con sus hazañas el mérito de que los “jerarcas” de hoy admitan que le llevan por referente. Aportó para la historia a la mejor jugadora y el mejor entrenador del siglo XX. Es la selección de Mercedes Pomares, Imilsis Téllez, Regla Torres y de Regla Bell. De la incombustible Magalys Carbajal, de Mireya Luis, Yumilka, Rosir Calderón y otras tantas Morenas espectaculares.
Estamos en el umbral de una línea que puede determinar la existencia de un plantel que se coronó tres veces como campeón mundial, y consiguió el inédito y hasta hoy único hat-trick del voleibol en los Juegos Olímpicos. Este último ahora amenazado por un Brasil sediento, que teniendo en su poder los títulos de 2008 y 2012, y con la organización de los próximos Juegos Olímpicos a cuestas, va abiertamente por ello.
Una posible salida.
Llegado hasta aquí el análisis, es una obviedad que la solución está afuera. Ahora bajo nuevas condiciones, las autoridades deportivas cubanas no tienen mucho margen de maniobra. Si pensamos en Río 2016, la única opción realista sería convocar a las jugadoras que hoy se desempeñan en las ligas foráneas. Esa pelota es pesada, y ha estado mucho tiempo en nuestro terreno. Todos pedimos a gritos un cambio, y quizás se trate de eso, de pasar la pelota al otro lado, aunque nunca debieron estar (jugadoras y federativos) en canchas opuestas. También nos permitimos soñar.
Final de Río 2016. Se escenifica en el mítico Ginásio do Maracanãzinho, testigo de la última gran victoria del voleibol cubano. Reina el silencio, el mismo de hace 9 años atrás. Ha sido Yanelis Santos. Deja vu.
 
Escuchar Podcast de la Sección Zona de Juego del Programa Media Player Deportivo (Con Renier González y el equipo DeporCuba)

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