Por: Reinaldo Cedeño Pineda / Exclusivo

Ella era la suprema elegancia: juncal, etérea, casi increíble. No por gusto, es quien hace flotar la cinta bajo las arcadas en el filme Yo soy de donde hay un río (Eduardo Toral, 1987) mientras Silvio Rodríguez parece describirla mientras canta su tema ¡Oh, melancolía!: “Viene a mí, avanza / Viene tan despacio / Viene en una danza / Leve el espacio”.

Thalía Fung Goizueta (La Habana, 1966) unió la isla con su nacimiento, pues María Josefa, su madre, era de Mantua y Juan Hugo, su progenitor, de Santiago de Cuba. Al paso del tiempo, ella se convirtió en la primera figura de la gimnasia rítmica deportiva en Cuba, y en 1985, en el Campeonato del Mundo de Valladolid, obtuvo la codiciada distinción de Gimnasta de Clase Mundial. En 1987, en Indianápolis ―el tardío debut de ese deporte en citas continentales―, Thalía se acreditó una medalla de bronce en la final de cinta. Ella y el grupo de chicas de su generación, son una época en la historia de la disciplina en la Isla.

Tuve la suerte de disfrutar el desempeño de esta muchacha a través de la pantalla en la Copa Intervisión (La Habana, 1985), un torneo que por primera vez pisaba tierras de América. Allí, Thalía ocupó el cuarto puesto general (38,85), a solo diez décimas del tercer puesto, y ganó medallas bronceadas en pelota y clavas, en lidia con las europeas, con el imperio casi intocable de Bulgaria y la Unión Soviética, la élite mundial.

Recorté una foto de aquel instante salida en la prensa y la seguí desde entonces. Un día, el milagro se hizo y pude verla en vivo tomar las clavas, salir al tapiz y… Es una imagen que llevo detenida en el tiempo, pintada en la memoria.

Ahora, las redes me la devuelven. Hermosa, como antes, vencedora de muchas batallas y en el universo de la mente, como terapeuta. Muchas de sus investigaciones están al alcance de todos en su página Vida y ciencia con conciencia . Vive en El Fraile, municipio Arna, en la hermosa isla de Tenerife, desde hace veinte años. Thalía Fung Goizueta tiene mucho que evocar, mucho que decirnos ahora mismo…

Sus comienzos en la gimnasia / Foto Archivo entrevistada

¿Cómo recuerda su niñez y sus primeros pasos en el deporte? ¿Por qué la gimnasia rítmica?

Tenía una salud muy frágil, pero el mar, el aire libre, andar descalza en Mariel, mataperrear… me habían hecho fuerte. Quería ser como mi papá, que hacía todo tipo de deportes y como mi tía, Thalía Fung, que había hecho ballet.

“Mi prima, Luisa Riverón, empezó a practicar en el centro deportivo José Martí del Vedado, y yo quise ir. Mi tía me llevó. Dalia Navarro ―jefa de entrenadoras del ‛Martí’―, al verme tan flaquita y flexible, me admitió, aunque hacía meses que el curso había comenzado. Luego mi hermano, con sólo ocho años, me llevaba los martes y jueves durante ese curso, y los lunes, miércoles y viernes, en el siguiente. Cogíamos la ruta 27, en 12 y 23, junto al cementerio de Colón, y nos bajábamos por Línea y G. Él se iba a jugar pelota hasta que yo terminara. Éramos como el yin y el yang, él fuerte, pelo negro, con rasgos muy chinos; yo delgadita, frágil, rubia y nada de rasgos. Recuerdo que mi abuelita Rita me peinaba como una reina, con clara de huevo; mi mamá se quejaba, los lazos le quedaba torcidos. En cuarto grado entré en la EIDE Rubén Martínez Villena, en Siboney, y cuando ascendí a la Escuela Nacional de Gimnasia, mis padres y mi hermano se fueron a la URSS, por trabajo de mi papá, y yo me quedé con mi tía, por la gimnasia”.

¿Qué es lo más difícil de este deporte?

“El hambre”

¿Algo especial con la cinta, un implemento que tantas satisfacciones le dio?

“Mi primera competición con cinta fue un desastre. Mi primo David estuvo riéndose durante meses. Después de aquello, practicaba sin parar. Hacía mis propios ejercicios con dos cintas, una en cada mano. Estando en la selección, me quedaba después de terminar el entrenamiento. Angelita Raventós, pianista de la selección nacional, también me acompañaba repitiendo los enlaces más complejos”.

¿Cuáles fueron sus principales resultados y en qué competencias? ¿Cómo evoca, a estas alturas, el éxito de su primer campeonato nacional?

“No recuerdo, o mejor, no quiero recordar. Siempre tuve la sensación de que no lograba un buen resultado, que nunca estaba bien; ni siquiera cuando se me agolpaban las medallas en el pecho. Era muy extraño, pero así era.

“Mi primera competición nacional, en julio de 1979, fue en Camagüey. Vuelvo a sentir como el corazón se me quiere salir del pecho. Tercer lugar, María del Carmen Massagué. Segundo lugar, Mirtha Echevarría. Primer lugar, Thalía Fung. Y fue lo mismo a manos libres, con cuerdas, con clavas y con pelota. Vítores, aplausos. ‛¿Qué me pasa? No siento nada, estaba desconcertada’.

“Entrenaba cada día, me había alejado de mis padres, para luego no sentir nada. No daba crédito a la algarabía de mi tía que había viajado para verme competir. Volví a casa con la sonrisa forzada. Cada vez que me halagaban, sentí como si aquello no fuera conmigo. Después de las vacaciones, volvió la alegría, y comprendí el valor del esfuerzo, disfrutaba entrenando”.

Resulta inevitable hablar de la Copa Intervisión, de sus presentaciones… ¿Qué recuerdos atesora de un evento tan exigente como aquel?

“Antes de Intervisión, en sustitución a los Juegos Olímpicos de 1984, participamos en el torneo de los países socialistas. Mi amiga, Roxana Meriño y yo, empatamos en el décimo lugar, por encima de la canadiense Lori Fung, que ganó los Juegos Olímpicos pocas semanas después. Fue divertido. Alejandra O´Farrill, que había sido nuestra entrenadora, nos incitaba a la competición, nosotras preferíamos disfrutar sin más. Aquello fue un regalo a nuestra amistad. En ese momento entrenábamos con Siomara Ameller, y la competición fue estupenda.

“En septiembre de ese año, decidí estudiar Cultura Física; me habían dado dos carreras: Cibernética Matemática y Cultura Física. El resultado deportivo inclinó la balanza, aunque las ‛mates’ me gustaban más; años más tarde, me quité el gusanillo y cursé varios semestres en Física de la Universidad de la Habana, para completar mi formación científica.

“Intervisión fue la cúspide de mi carrera, como si hubiera vuelto a nacer. Recién había pasado un huracán, había ramas, estaban esparcidas, y yo andaba por las calles de La Habana levitando de gozo. Más de diecinueve mil espectadores se habían reunido la noche anterior en el Coliseo de la Ciudad Deportiva. Fundí la gimnasia con la danza, vibré con mis propios pasos y más de diecinueve mil espectadores palpitaron conmigo.

“El Pájaro de fuego de Stravinsky, con cinta y malla blanca, cautivó a mi público. Sentí que podía vibrar y hacer vibrar con la emoción… pero no gané. La protesta de las gradas detuvo la competición por más de treinta minutos. Cuando intentaban continuar, la gente abucheada con más ímpetu, una y otra vez. Mi papá que estaba en el palco, con su traje de gala de la Marina de Guerra Revolucionaria, chiflaba como el que más. Mis amigos, todos mis conocidos, mi familia, todos estaban allí. Me sentía tan querida, tan amada por mi gente, es inexplicable. Era lo más bello que me había ocurrido. Algunas derrotas son la victorias más preciosas”.

En pleno entrenamiento / Foto Archivo entrevistada

¿Y el Mundial de Valladolid? ¿Y los Juegos Olímpicos, aquellos ochenta en que Cuba se ausentó de Los Ángeles y Seúl?

“Me quedé con las ganas de ir a los Juegos del 84 y del 88, para los que había clasificado en el mundialito de Corbeil-Essonnes, en París, y en el Campeonato Mundial de Valladolid 85. Obtuve una nota máxima en cinta (10.00), pero la discusión de los jueces la bajó a 9,75 y me quedé a las puertas de la final en Valladolid.

“Mi deseo de participar en los Juegos Olímpicos, se desvaneció definitivamente en agosto de 1991. La Comisión Nacional renunció a participar en el Campeonato del Mundo de ese año, y me retiré. No pude cumplir lo que le había dicho a mi abuelo cuando vi triunfar a María Caridad Colón, en el verano de 1980: iré a unos juegos Olímpicos”.

Doctora en Ciencias Pedagógicas, Entrenadora Deportiva, Educadora y Terapeuta Transpersonal… Impresiona semejante carta de presentación, mas ¿cómo giró Thalía del deporte al interés por el estudio profundo de la mente humana y sus comportamientos? ¿Cuáles son sus áreas de estudio e interés?

“A finales de 1993, trabajaba como profesora en la Universidad del Deporte Cubano. Por las carencias materiales del momento, había desechado la línea de estudio fisiológico que hasta entonces había desarrollado en torno a la flexibilidad y la adaptación cardíaca en el entrenamiento deportivo. Buscaba un tema de investigación factible. Sobre una bicicleta china recorría La Habana buscando información pedagógica actualizada: Ministerio de Educación, Instituto Superior Pedagógico, Científico Técnica, Biblioteca Nacional…

“Al profundizar en los ámbitos de la didáctica general y deportiva percibí algunas incoherencias de los componentes del proceso pedagógico (Instrucción y Educación). El Dr. Carlos Álvarez de Zayas ofrecía una solución diferente y contradictoria con la idea tradicional de la didáctica, mostraba valentía al introducir un cambio radical. De madrugada, una tercera proposición, me sacó de la cama, era lúcida y simple sólo Carlos Álvarez podría comprender aquella “locura”. Ese día desperté con la seguridad de haber encontrado una verdad y un maestro”.

“En 1995 gané el concurso Pinos Nuevos; y el premio fue la publicación del libro El deporte-danza; un puente entre la gimnasia y la Escuela Cubana de Ballet, mi resumen de diecinueve años como atleta. Yo estudiaba sin descanso. Quise cerrar mi paso por la Gimnasia Rítmica Deportiva con algo valioso para las entrenadoras, y resultó que también lo compraron los profesores y profesoras de danza. En la revista Bohemia se destacó entre los libros más vendidos de ese año. En agosto de 1996 defendí el doctorado, Las dimensiones del proceso de enseñanza-aprendizaje en el deporte, Instrucción, Adaptación y Educación. Como recomendación, comprender el desarrollo de la personalidad, de la cual sólo pude hacer algunos apuntes en la tesis.

“Para escribir el deporte-danza me preparé y bailé en la escuela de la compañía de Danza Contemporánea y en la escuela del Ballet Nacional de Cuba. Ese ha sido mi sino: la vivencia práctica. La Escuela Española de Desarrollo Transpersonal me dio la oportunidad de estudiar la personalidad y el ser humano integral, de forma práctica. Aunque no responde al enfoque complejo que apliqué en el libro y en la tesis, la formación se basa, sobre todo en la práctica terapéutica y en la autoindagación Ya me encargaría de poner el “acento científico” a lo que iba comprendiendo; y así he hecho”.

Thalía Fung en la cima de su carrera durante la Copa Intervisión, La Habana 1985 / Foto Cortesía de la entrevistada

Tenemos entendido que se recuperó de un accidente muy grave… ¿Cómo enfrentó personalmente ese suceso y cuánto le permitió crecer?

“Sufrí un Ictus, algún que otro infarto y me operaron del corazón en agosto del año pasado. Como mi papá, tengo una válvula mitral artificial. Ya estoy bien. Fue mucho, y no fue nada… burro carga’o busca camino”.

¿Dónde queda Cuba en su vida… cómo la ve desde Tenerife?

“Celebro mi suerte de haber nacido cubana. Cada vez que puedo voy a mi casa a cargar las pilas, a sentir la humedad, mis calles, mi gente. En esa tierra prevalece una visión optimista de la vida, el aire huele a hierba mojada. La alegría del son se siente cuando… ‛camina la gente cuando sale del mercado’… La apertura se evidencia en la mezcla, en los colores de las pieles, en los ritmos.

Manos de mil tonos transforman cualquier cosa en otra cosa, con un talento irreverente. Allí reina la alegría en los momentos más solemnes. La gente en Tenerife es maravillosa y mansa. Los cubanos, como dicen que dijo el más ilustre dominicano-cubano, Máximo Gómez Báez, o no llegan o se pasan. Todo eso se echa de menos”.

Este mundo de hoy, afectado por una pandemia que ha limitado el desplazamiento físico y ha exigido mucha permanencia en casa, mucho encontrarse con uno mismo y con la familia…. ¿Qué oportunidades brinda este nuevo escenario? ¿Qué trastornos traen estos encierros en el ser humano? ¿Qué consejos tiene una terapeuta, una deportista que hizo tantos sacrificios, un ser humano que ha superado situaciones tan difíciles, para aquellos que piensan que su vida se ha detenido y se enfrentan a la angustia o la depresión?

“La depresión, las adicciones, la ansiedad, el estrés, la incomunicación, el rencor… estaban antes de la pandemia. La ‛pausa’ del confinamiento es una oportunidad: Conócete a ti mismo. Y como el observador modifica lo observado, al comprendernos con el enfoque de los procesos complejos, nos cambiamos en la dirección de nuestros anhelos más profundos y bellos. Las lecturas del alma humana, o no están muy actualizadas, como es el caso de las doctrinas orientales y en las religiones, o están dispersas en decenas de escuelas psicológicas, cada una de las cuales aborda un ámbito diferente.

“En la consulta, la persona viene completa, no deja su fisiología o sus creencias aparcadas en su casa, y la ciencias psicológicas sigue estando fragmentada. El terapeuta orienta un proceso, que en última instancia, es personal. He descubierto que las personas lo pueden realizar por sí mismo. Se trata de comprender las bases de nuestra personalidad y de las disímiles dolencias de nuestro espíritu, y dominar las prácticas que permiten hacerles frente.

“Como el cerebro no duele, no se percibe. La pérdida de equilibrio entre los hemisferios cerebrales se considera natural. En 2020, Olumide A. Olulade y su equipo, demuestran que el patrón de lateralización del adulto aún no está establecido en los niños pequeños y que ambos hemisferios participan por igual en el lenguaje durante el desarrollo temprano. En terapia se comprueba que la desconexión corporal afecta a la mayoría de las personas adultas. Goleman, el autor de Inteligencia Emocional, señala que más del 60% de las personas no aprueban un test básico. Con estas y muchas otras evidencias teórico-prácticas, he ido creando un cuadro que estoy compartiendo para que las personas se comprendan a sí mismas y se superen.

“Al final, he vuelto al deporte; comprender el proceso, practicar, practicar, practicar, y obtener el resultado, recuperar una capacidad dañada. Si yo pude, cualquiera puede”.