teofilo_stevenson_joven3 Por: Juan E. Batista Cruz ([email protected])

Tomado de: http://www.tiempo21.cu

Teófilo Stevenson Lawrence, a quien considero el mejor boxeador amateur del mundo en todos los tiempos, no solo fue inmenso en el ring; su grandeza de campeón la complementa con su trayectoria como ser humano, como digno representante de un pueblo que lo quiere y lo respeta, al cual no abandonó, pese a las ofertas millonarias de los mercaderes del pugilismo rentado.

El tunero, nacido el 29 de marzo de 1952 en el seno de una familia humilde, radicada en las cercanías del central Delicias (hoy Antonio Guiteras), del municipio de Puerto Padre, en la entonces provincia de Oriente; fue el primogénito del matrimonio formado por el inmigrante Teófilo Stevenson Pearson, oriundo de la isla antillana de San Vicente y la cubana Dolores Lawrence.

 

La llegada del padre a estas tierras del norte de la actual provincia oriental de Las Tunas, ocurrió al principio de la década del 20 del siglo pasado, cuando junto a otros familiares y amigos, creyó en las mentiras de los traficantes de fuerza de trabajo que aseguraban la existencia de una Cuba opulenta en la cual todos bailaban al compás de una supuesta Danza de los Millones.

El fornido joven antillano enfrentó la dura realidad del pueblo de Cuba en aquellos tiempos: desempleo, discriminación, hambre, espantosa miseria. Para poder subsistir, llegó a celebrar varias peleas como boxeador rentado, por lo que conoció la desgracia de liarse a golpes para recibir a cambio míseros centavos. Por suerte fue capaz de escapar a tiempo de aquella trampa.
Aquí suele decirse que “el hijo de majá sale pinto” y el “bichito” del boxeo se le metió en la sangre a su primer vástago. Por eso, el viejo Teófilo debió interceder ante su esposa, porque ella no quería ver a su muchacho recibir golpes sobre un ring.

John Herrera, quien era amigo del viejo Stevenson, fue el primer entrenador del futuro Gran Campeón, quien le enseñó su estilo, el mismo que lo llevó, en sus años mozos, a ganar los títulos de Campeón Nacional en las divisiones semi completa y completa en el boxeo profesional cubano allá por los años 30 del siglo 20.
El primer combate del joven Teófilo Stevenson ocurrió cuando solo tenía 14 años de edad, en 1966. Peleó en la división de 71 kilogramos en un cartel efectuado en un ring ubicado junto a las gradas del estadio de béisbol Julio Antonio Mella, en la ciudad de Las Tunas, actual capital provincial. El inexperto muchachón perdió por puntos ante Luis Enríquez, un peleador que ya había celebrado cerca de 20 combates.

Tras positivas experiencias en lides de las categorías menores, Stevenson ganó el título nacional juvenil en 1968 y un año después, perdió cerrada decisión en la pelea por la corona de los pesos completos ante Gabriel García, de Pinar del Río; en el máximo evento de este deporte en Cuba, el Torneo Playa Girón.

Andrei Chervonenko, entrenador de la Unión Soviética (URSS), que en ese entonces trabajaba con la preselección cubana de boxeo, se percató de las excepcionales condiciones del ebánico jovencito y propuso incorporarlo al grupo élite que se preparaba para los principales compromisos internacionales.
¡Cuánta razón tenía el experimentado técnico de la URSS! En 1970 comenzó el largo reinado nacional de Stevenson y un año después, en los Juegos Panamericanos de Cali, Colombia; ganó la medalla de bronce, al caer por decisión dividida 3-2, ante el norteamericano Duane Bobick, conocido por la Esperanza Blanca.

El desquite fue histórico, porque 12 meses después, en los Juegos Olímpicos de Munich, Alemania; Teófilo se inscribió con letras de oro en el boxeo amateur mundial, cuando virtualmente destrozó al gigantón norteño y se erigió monarca absoluto de los pesos completos.

La brillante trayectoria del humilde hijo de Las Tunas lo llevó a ostentar todos los títulos de la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA), con tres coronas olímpicas (Munich-72, Montreal-76 y Moscú-80) e igual número en Mundiales (La Habana-74, Belgrado-78 y Reno-86).

Pero la fama no envaneció a Pirolo, sobrenombre por el que se conocía en el batey de su natal Delicias, y siempre asumió una posición caballerosa frente a cualquier rival, desde el menos connotado hasta el de mayor rango.

En sus 20 años en el ring, 14 de ellos como estrella indiscutida, enfrentó a muchos púgiles de calidad, pero el que le resultó el más difícil de todos, fue el soviético Igor Visotski, quien lo derrotó en dos ocasiones, sin que tuviera oportunidad de conseguir el desquite.

Un episodio interesante en la vida de Teófilo Stevenson fue cuando en la década del 80 del siglo pasado, hubo la intención, por parte de los dirigentes del boxeo profesional de Estados Unidos, de concertar una pelea frente al reconocido Campeón Mundial rentado de los Pesos Completos, Mohamed Alí.

Aquel posible enfrentamiento definiría, según los encargados de organizarlo, quién era el mejor pugilista del mundo en la máxima división. Por supuesto, el principal objetivo era obtener una gran suma de dinero que sería el saldo de lo que hubiera sido, sin lugar a dudas, la Pelea del Siglo.

Las condiciones de aquel combate nunca llegaron a concretarse, porque debía efectuarse bajo las reglas del boxeo amateur. Los mercaderes se quedaron con las ganas de adjudicarse una buena bolsa y los dos extraordinarios pugilistas, quienes llegaron a ser grandes amigos, no midieron jamás sus fuerzas sobre el ring, mas son igualmente admirados en todo el Planeta, no solo por su grandeza en el deporte, sino por su enorme calidad humana.

Después de su formidable victoria en el Mundial de Reno, Estados Unidos, en 1986, el Gran Campeón decidió retirarse del boxeo activo. Su adiós fue un acontecimiento nacional, ocurrido en la ciudad de Las Tunas en julio de 1988, en ocasión del torneo internacional Giraldo Córdova Cardín y de la inauguración de la sala polivalente Leonardo McKenzie Grant, símbolo del desarrollo deportivo de esta joven provincia del oriente cubano.

El apoteósico acto, colofón de un triunfal recorrido por las principales arterias de la ciudad, precedió al cartel final del histórico evento. Se retiraba el extraordinario boxeador que ganó 301 de los 321 combates celebrados a lo largo de 20 años en el ring.

Muchas veces elegido Atleta del Año en Cuba y Latinoamérica, alcanzó un puesto entre los más destacados del Siglo 20 en el país y el mejor en su querida provincia.

La grandeza de Teófilo Stevenson Lawrence no puede medirse solo por sus glorias deportivas; él es paradigma de hombre de su tiempo, representativo de un pueblo que hizo la Revolución y construye el socialismo; un ejemplo a imitar por los jóvenes atletas de cualquier parte del Mundo.

Lamentablemente, la tarde del lunes 11 de junio de este 2012, una cardiopatía isquémica acabó con la existencia de este extraordinario ser humano. Un pueblo entero lloró a su campeón y era tanto su carisma, tan grande su ejemplo, que desde los más apartados rincones del mundo llegaron mensajes de condolencia, escritos en todos los idiomas.
El Planeta perdía no solo a su gran campeón sobre el ring, sino al paradigma de hombre que se necesita para buscar la verdadera justicia, esa que, sin discusión, es posible lograrla.