Andrés Ayón Broown falleció este domingo 24 de octubre en La Habana. Pelotero de la liga profesional de Cuba con los equipos Marianao y Almendares; se tituló en dos series del Caribe; brilló en las Ligas Menores hasta el nivel AAA en Estados Unidos, y estuvo a las puertas de las Grandes Ligas a inicios de la década de 1960.

Su muerte dejó profunda huella en la familia cubana del béisbol, y una expresión fehaciente son las palabras que le dedicara el lanzador de los Industriales Pavel Hernández Bruces.

A Ayón lo conocí entre 2017-2018. Es la persona de béisbol con más historias, experiencias y conocimiento que he conocido, abarcaba todo alrededor de este deporte, podía instruirte sobre lo que es un pítcher pero también sobre tu comportamiento, educación, respeto al rival o cómo hacer un montículo.

Siempre con ganas de ayudar, de sacar el máximo de cualquier persona, exigente, humilde y muy buen ser humano. En estos últimos años se vinculó y participó en el proceso de muchos de los contemporáneos conmigo a nivel de la academia provincial, también con los Industriales, programa de prospectos y con el equipo nacional. Las dos ultimas veces que lo vi estando sano. Guantanamo con el programa de prospectos y Latinoamericano en una sesión de bullpen con Lazaro Blanco.

Antes de la COVID teníamos el plan de hacer una lomita en el patio de mi tía para que yo pudiera entrenar y estar en familia al mismo tiempo.

Almorcé con él en su casa en una ocasión, y el con nosotros en otra. Cuando yo no estaba en la temporada, mi papá y yo teníamos como un lugar muy habitual visitar la casa de Andrés y conversar de pelota y de la vida, escuchar sus cuentos siempre resultaba interesante e instructivo.

Seguía todos mis partidos y siempre tenía una opinión siendo imparcial en sus críticas para formarme como alguien mejor, con firmeza, sin justificaciones e intransigencia, en ocasiones cuando lo llamaba yo primero ya el sabía que yo había lanzado bien, porque x su carácter y su entrega hacia mi, me daba un poco de pena llamarlo y decirle que las cosas no habían salido como yo las había entrenado y las habíamos hablado.

Tengo el placer de conocer a su familia.

Conservo un guante que me regaló y muchos, muchos consejos, todos los que se le puedan dar a una persona, enseñanzas que permanecerán en mi junto a su nombre y la historia de este gran inmortal del Béisbol.