Por: Andy Lans García/ Deporcuba
Suena el despertador a las 5:30 am. Después de una mala noche, de esas que suele darle su niño Thiago de dos años, la ciclista de pista Lisandra Guerra Rodríguez se traslada de Matanzas a La Habana.
Va en “botella”, en vista de que su auto lleva un año roto. Llega aproximadamente a las 8:30 am. Los lunes se queda en la capital, y los jueves también. De esta forma entrena lo que puede mientras alguien cuida de su pequeño.
“Desde pequeña incursioné en varios deportes hasta que en sexto grado me captaron para el ciclismo. Ya practicaba atletismo pero me llamó la atención aquello de montar bicicleta porque mis padres nunca pudieron comprarme una. Mi mamá decía: “Eso es de hombres. Se te va a deformar el cuerpo.” Pero finalmente, ella consintió al ver que mi papá estaba de acuerdo.” Así relata Lisandra sus inicios en los pedales.
A partir de sus resultados en un Panamericano Juvenil en Ecuador obtuvo una beca en Suiza, donde vivió entre 2004 y 2016:
“Fue una experiencia dura, pero a la vez bonita. Me enseñó a independizarme, conocer otras culturas y personas, aprendí idioma y eso contribuyó bastante a mi formación.”
¿Qué significa dedicarse al ciclismo en Cuba?
“Como en cualquier otra disciplina implica el doble de sacrificio. La pista con la que contamos no sirve. Está hecha de cemento, con 333 metros y no tiene techo. Ya en el mundo los velódromos se construyen de madera, con 250 metros y techados. Además, los materiales de la bicicleta, el vestuario y las zapatillas son carísimos e influyen en gran medida.”
¿Cómo te han afectado estas carencias a la hora de competir?
“Yo por vivir en Suiza no me veía tan limitada en el tema del implemento deportivo y la pista. Ahora bien, cuando tenía que venir a prepararme a Cuba para un Panamericano o un Centroamericano me chocaban las malas condiciones.”
¿Qué sugieres para preservar a los pedalistas cubanos?
“Existe el talento: muchachos y muchachas con posibilidades de alcanzar un alto nivel. Sin embargo, necesitan competir desde el principio. Para mí lo ideal sería que les consigan becas olímpicas donde puedan pulirse con rose internacional.”
Has visto a varios compañeros marchar. ¿Por qué hacer lo mismo?
“Cuando niña me crié con los principios de la Revolución. Siempre mi familia me inculcó el amor a la patria y a Fidel. Amo mi país aunque haya cosas que no me gusten. Soy cubana y no me imagino en otra parte.”
La locomotora de Colón, como también se le conoce, posee un amplio palmarés internacional. Quince medallas entre Mundiales, Panamericanos y Centroamericanos constituyen su carta de presentación. En el keirin, los 500 metros contrarreloj y la velocidad, tanto individual como por equipos, se ha ratificado como una de las estelares del continente y del orbe. Exhibe un sexto lugar como mejor posición en Olimpiadas.
Quizás el primer escaño alcanzado en el medio kilómetro contrarreloj durante el Mundial de Manchester 2008 sobresalga como lo más brillante de su carrera; no obstante ella afirma que la plata en el keirin de Lima 2019 ha sido su presea más importante:
“Esa medalla requirió un enorme sacrificio de mi parte para prepararme puesto que ya tenía a Thiago. Adicionalmente, enfrenté barreras psicológicas en el sentido de que escuchaba comentarios en la calle como: Lisandra está acabada, no logrará más nada, etcétera. En la misma escuela había quien manifestaba que yo iba a entrenar solo para poder cobrar y si una no se encuentra mentalmente fuerte estas cosas pueden destruirla.”
Para esta guerrera del pedal, la australiana Anne Meares se convirtió en referencia cuando la vio competir en las Olimpiadas Atenas 2004. Ha trabajado con demasiados entrenadores, lo cual afirma, no debiera ocurrir; sin embargo considera que el alemán Rene Smith, y los cubanos Florencio Pérez y Francisco Leguén han marcado la diferencia.
¿Cómo asume la maternidad Lisandra Guerra?
“Como a todas las madres, la vida a una le da un giro de 180 grados. Casi todo el tiempo lo dedicas a cubrir las necesidades de tu hijo, pero es a la vez gratificante porque te vuelves más humana y comprensiva. Siempre tratas de transmitirle a esa nueva personita lo positivo de la vida.”
A sus 31 años, no piensa ponerle fin a su trayectoria deportiva. Todavía se siente fuerte para unos cuantos sprints, para levantar a más de un cubano de su asiento mientras pasa irrespetuosamente por delante de sus rivales, a fin de sacar a pasear la bandera de la estrella solitaria por los velódromos del mundo.
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