Por: Henry Morales/ El palco
EL voleibol femenino cubano por estos días no goza de la salud de antaño que llevo a las representantes de este deporte a alzar tres títulos olímpicos consecutivos. A comienzos de este siglo comenzamos a ver una cierta caída en el nivel de las morenas del caribe y en Beijing 2008 fue la última ocasión que pudimos disfrutar de un equipo cubano de alto rodaje competitivo.
Los años transcurrían y parecía no haber luz al final del túnel hasta que en unos Juegos Nacionales Escolares con sede en Camagüey se vislumbró un futuro. El profesor Ídolo Gilberto Herrera ¨El Venao¨ se fijó en una muchachita cienfueguera de 10 años que saltaba como una jugadora experimentada y golpeaba el balón con tanta furia que hacia despertar el asombro de todos los allí presentes, esa niña era Melissa Vargas.
Con tan solo 13 años Melissa fue llevada al Cerro Pelado y con tan solo 13 añitos vio el debut con la selección de mayores. Sobre su carrera y vida personal hoy el Palco tiene el placer de conversar con ella.
Nacida el 16 de octubre de 1999 en la bella provincia de Cienfuegos, el amor de Melissa por el voleibol llegó de manera inverosímil a su vida o como mismo ella dice: amor a primera vista.
Fue una niña muy prematura, tanto así que con 10 años impresionó a uno de los más grandes hombres del voleibol cubano y mundial como lo es Gilberto Herrera. Aquellos Juegos Nacionales Escolares de 2010 fueron los culpables de que Melissa llegara siendo una niña emigrara a La Habana para unirse a la EIDE y posteriormente a la ESPA.
Con tan solo 13 años en sus costillas, Melissa vio su debut con la selección mayor femenina, momento que ella describe con ecuanimidad:
“Fue un gran logro para mí. Siendo tan jovencita y enfrentarme a jugadoras de mayor experiencia deportiva en la cancha fue un paso de avance en mi carrera”.
Cualquiera pensaría que siendo tan sólo una niña no tendría el temple, ni el carácter necesario para rodar entre las mayores, pero no fue así. Melissa goza de un carácter fuerte que la caracteriza desde temprana edad:
¨No se me hizo difícil saltar etapas, puesto que mi carácter es bastante fuerte y me acostumbre rápidamente a la vida de un atleta que lucha por ser mejor cada día. ¨
En el año 2015 tuvo la oportunidad de jugar bajo contrato en la Republica Checa con el club Agel Prostejov. Acompañada de otra jovencita como Sulian Matienzo fue a probar de las mieles del deporte profesional bajo la tutela del INDER. Sobre lo que le aportó esa etapa nos comenta:
¨Fue una experiencia muy significativa para mí. En República Checa aprendí como era la vida de un atleta de alto rendimiento y me sirvió para demostrarme a mí misma que yo sí podía dar más de mí”.
Lamentablemente todo no es color de rosa en la carrera de Melissa. Ser una niña entrenando a nivel de mayores pasa factura al organismo y ella lo experimento de primera mano. La explotación que sufrió explotó por su hombro derecho, hecho que la marcó por toda su carrera y que recuerda como una etapa muy triste.
¨Mi lesión fue provocada por la explotación de mi brazo. Yo tenía molestias en cada partido que jugaba, las mismas fueron empeorando más y más hasta que mis padres deciden intervenir. Me llevaron para que me valorara un médico y este al diagnosticarme me indicó que lo que necesitaba urgentemente era una intervención quirúrgica, la cual los profesores estaban aguantando para sacar buenos resultados. Fue una operación muy dolorosa y que me hizo pensar que mis sueños de voleibolista acabarían enterrados”.
Un momento doloroso y clave en la vida de Melissa fueron marcados en su línea de tiempo. Parece que a muchos se le olvidó que ella era tan solo una niña en juego de mujeres. El trato con ella y su familia le llevó a tomar una dura decisión, pero necesaria en su futuro como atleta.
“Regresé a Cienfuegos para recuperarme, porque la comisión dijo que tan sólo necesitaba 2 o 4 meses y la verdad es que necesitaba mucho más tiempo. Estuve dos años en Cienfuegos recuperándome sin tocar un balón y en espera de un milagro que llegó cuando menos me lo esperaba”.
Ese milagro era que uno de los grandes clubes de Voleibol femenino de Europa como lo es el Fenerbahce puso los ojos en la perla criolla. Con su brazo en plena recuperación la luz de esperanza comenzaba a vislumbrarse en el futuro de Vargas.
“Con mi brazo totalmente recuperado y un club interesado en mí, surgió la posibilidad de jugar fuera de Cuba. Aun así, eso se me hizo muy difícil puesto que la Escuela Nacional no estaba de acuerdo con esto, pero no me dejaron otra opción luego de cómo habían llevado las cosas conmigo así que no les quedó más remedio que aceptarla”.
Luego de estar unos 6 meses entrenando en Serbia, la llegada de Melissa Vargas al Fenerbahce se hacía oficial en 2018 y el 9 de noviembre del propio año, la muchacha hacía su debut luego de estar más de dos años apartada de las canchas.
“Fue algo maravilloso y a la vez un poco preocupante porque tenía la incertidumbre de cómo iba a ser mi rendimiento luego de estar tanto tiempo alejada de las canchas. Soy muy poco expresiva, pero sentí una inmensa satisfacción”.
Ahora la muchacha lleva casi dos años fuera de la isla que la vio nacer y cuando es cuestionada si extraña la isla nos explica:
“En el plano personal sí, pero me siento tranquila trabajando para un futuro mejor”
La pequeña niña que muchos recordaban jugando al vóley entre grandes mujeres hoy ya tiene 21 años. Su vida en Estambul es bastante tranquila y siempre la vemos acompañada de su esposa Yesli Well. Melissa es más que consciente de que en el plano de su carrera hay protagonistas especiales y es su familia a la cual ella agradece.
“La Familia ha sido muy importante en mi carrera, sobre todo mi madre Oristela y mi pareja que están siempre ahí para recordarme cada día quien soy”.
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