SOTO 11
“El Soto” ha validado una altura ante mis ojos y estoy segura de haber tenido una oportunidad única. De esas que alguna vez sueñas pero que jamás imaginar que podrías llegar a vivir.
Javier Sotomayor es tema obligado cuando de atletas legendarios se trata. Y es que el actual recordista mundial del salto de altura impuso su ley al dominar las alturas como ningún otro y convertirse, a golpe de registros autoritarios, en el mejor exponente de esta especialidad en todos los tiempos.
Cuando Sotomayor iba de camino al salto parecía que flotaba, la cadencia de sus movimientos mientras avanzaba hacia la varilla era perfecta. Las repeticiones de sus conquistas son elocuentes y hoy, casi dos décadas después, se le ve exactamente con la misma elegancia.
Se sostiene imponente, y si bien el haberlo conocido fue un gran placer, sobre todo porque la primera impresión que te llevas es la única que puede brindar; la de un ser humano enorme, de un carisma tan grande como la trascendencia de sus récords, admito que nada se compara con haberlo visto saltar.
Llegó a la pista, y entre saludos y llamadas telefónicas trotó al menos 1 KM. Se estiró, hizo unos saltillos en su lugar, pidió una varilla, miró su rodilla y se acercó al colchón. Acomodó los postes, midió los pasos; tres pasos y calzando tenis deportivos atacó y validó, sin mayores dificultades, los 1.60m, 1.70 y 1.80m que se propuso.
Mañana sábado (8-03) El Soto saltará por la memoria de su maestro. Dice que no recuerda cuándo fue la última vez que lo hizo y tampoco tiene certeza de cuánto podría alcanzar. Sin embargo, a quién le importa; esta va por el viejo Godoy y para el pueblo de Cuba, y es, sin dudas, una tremenda oportunidad. De esas que sería de locos, desechar.
Nos vemos.

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