hlandMiguel E. Gómez Masjuán/Cubahora

El III Clásico Mundial ya es historia para la selección cubana de béisbol.  La despedida fue la más dolorosa posible, porque el equipo estuvo a solo cuatro outs de derrotar a Holanda; sin embargo, la combinación de errores defensivos y ofensiva poco oportuna impidió que se concretara un triunfo largamente esperado.

La lista de pifias y oportunidades desaprovechadas fue muy extensa. Probablemente muchos se queden con la última imagen, es decir, el burdo error de Yuliesky Gourriel, en un cómodo rolling de Andrew Jones, en el noveno inning; pero la lista de calamidades había comenzado mucho antes.
En el cierre del tercer inning, Holanda tomó la delantera 3 por 2. En esa situación, Oduber—un veloz corredor que estafó tres bases en el partido—salió al robo de la tercera. El receptor abridor, Frank Camilo Morejón, tiró a la almohadilla; pero, increíblemente, Gourriel no fue a cubrirla, por lo que el tiro cayó en tierra de nadie y esto abrió las puertas a la cuarta anotación holandesa.
Luego, en el séptimo, con la pizarra igualada, Raúl González conectó un esperanzador doble y, a continuación, Alexei Bell recibió base por bolas. El director Víctor Mesa pidió el toque de sacrificio, con Gourriel; sin embargo, el espirituano falló en el intento. Un minuto más tarde, José Miguel Fernández bateó para doble play  y así concluyó la entrada.
Lo peor ocurrió en el noveno. Holanda había lanzado un cubo de agua fría sobre los ánimos cubanos, al empatar sensacionalmente en el cierre del octavo, por un cuadrangular— ¡con dos outs!—de Simmons. Bell cedió el primer out, pero Gourriel y Fernández conectaron imparables consecutivos. El momento parecía insuperable: la ventaja en tercera y al bate el mejor pelotero cubano en Clásicos Mundiales, Frederich Cepeda. El siempre oportuno espirituano esta vez no vio la recta del cerrador Loek van Mil y tomó ponche. Las esperanzas concluyeron cuando Abreu cedió el tercer out, en una larga línea al jardín central.
Las estadísticas del partido muestran que, con corredores en posición anotadora, Cuba produjo de 11-4 y sus principales hombres dejaron a demasiados hombres en circulación: Fernández, 3; Cepeda, 3 y Abreu, 5.
El trabajo de los lanzadores tampoco fue hermético. Vladimir García le pidió la pelota a Víctor Mesa; pero después de dos entradas sin muchas complicaciones, en el tercero permitió dos carreras que colocaron delante a Holanda. Luego, en el cuarto, la desconcentración de Gourriel provocó la cuarta carrera.
A partir del cuarto capítulo entró a lanzar Norberto González y el cienfueguero apeló a toda su experiencia para contener a la ofensiva holandesa hasta el octavo inning. Allí permitió el cuadrangular de Simmons; no obstante, Víctor lo mantuvo en el montículo para el noveno.  Esa entrada—que será inolvidable para los seguidores del béisbol cubano—comenzó bien, porque González sacó el primer out. Le correspondía el turno a Andrew Jones y el director decidió que era preferible colocar a un derecho frente al veterano slugger. Entró a trabajar Yander Guevara y logró que Jones conectara un rolling a las manos de Gourriel, en tercera. Para sorpresa  de todos, el espirituano pifió la pelota.
La carrera de la victoria quedó en primera base y a partir de ahí se vivieron momentos que, de seguro, muchos preferían no recordar. Smith disparó imparable al izquierdo y Mesa optó por traer al novato Raciel Iglesias. En dos strikes, Bogaerts conectó jit al derecho y Holanda llenó las almohadillas. Otra vez el mentor cubano acudió al bullpen, esta vez al villaclareño Diosdany Castillo. El relevista enfrentó a Kalian Sams y este aprovechó una recta alta para producir un largo fly al jardín central, con el que entró, fácilmente, Jones desde tercera. Cuba había quedado al campo.
El revés puso fin a la participación cubana en el III Clásico Mundial. El equipo llegó con muchas expectativas a la segunda fase, en el Tokio Dome, pero regresará a casa al igual que en la edición de 2009: rodeado de muchas críticas; aunque, ciertamente, la imagen de 2013 fue mejor a la mostrada