Isabel Cristina López Hanze/ Tomado de Facebook

Marina quería ser modelo y bailarina, como quieren ser muchas niñas. Era la más linda del barrio y sabía bailar con cualquier música que le pusieran, lo mismo un merengue, que una guaracha, que los Van Van. A Yamilé, su madre, nunca le dieron quejas de Marina, sus notas eran buenas, era una niña aplicada y tranquila. Solamente una vez, durante la primaria, mandaron a buscar a la madre con urgencia. Generalmente, cuando le dicen a un niño que traiga a sus padres a la escuela es porque ha hecho algo malo. Con ese susto llegó la mamá de Marina al aula y se sonrió cuando los maestros le dijeron que su hija corría más rápido que los varones.
El año 2011, cuando Marina entró en las pesas, estaba en noveno grado, bailaba en las fiestas del barrio y le encantaba correr.
Las pesas femeninas tenían 5 años de haber comenzado en Cuba, con una diferencia de 22 años con respecto al panorama mundial y de 15 años en relación al área panamericana. Un atraso casi inconcebible en un país que apuesta por el desarrollo del deporte y por el repeto a la iguadad de derechos.
Al principio “A Marina le daba miedo que se le pusiera el cuerpo de macho” cuenta su mamá. Ella mantuvo discreción con sus amigas y su incursión en los deportes. Así fue, hasta que un día, la vieron llegar a la casa con un uniforme. Entonces Marina les dijo llena de orgullo: “Estoy en el equipo Cuba, en pesas.” Las pesas en Cuba, después de mucho tiempo desafiando prejuicios ganaron la pelea por la inclusión de las mujeres en esta disciplina.
Desde entonces la bella Marina está levantando sueños y es una de las atletas más importantes en la joven historia de las pesas femeninas en Cuba. Su más reciente y gran resultado fue bronce en envión (124 kg) y cuatro lugar en arranque (100 kg) y biatlon con (224 kg) en la Copa del Mundo en Roma, 2020.
Hoy se supera a sí misma para clasificar en sus segundas Olimpiadas, sigue bailando de lo lindo con los Van Van y aún es la joven más hermosa del barrio. Una muchacha sincera y sacrificada, una campeona que ha sabido asumir con la misma sencillez el éxito y el fracaso. Una joven coqueta y valiente de 25 años que tiene el compromiso de levantar el peso de la Isla en cada intento. Y aunque ese peso enorme la trascienda, a su entrenamiento cotidiano llega con la misma alegría con la que se sube a los podios, con uñas y labios pintados.