Por René Navarro Arbelo
Varias semanas transcurrieron ya desde el inicio de la presente Serie Mundial de Boxeo, y pese a ser algo novedoso para nuestro movimiento deportivo, no creo que haya despertado hasta el momento todo el interés deseado entre los seguidores de esta disciplina.
Mejor que a los positivos resultados de Cuba, y a otras situaciones ocurridas con algunos atletas, deseo referirme a la pérdida de popularidad de la mencionada actividad, tanto en el dañino profesionalismo como al que practicamos o practicábamos en Cuba desde la erradicación de aquellos patrocinados programas que ofrecía la TV cada sábado. Incontables han sido las glorias conquistadas por nuestro país en la arena internacional.
Eulogio Sardiñas (Kid Chocolate), Teófilo Stevenson y Félix Savón, fueron, con casi total seguridad, los mayores exponentes cubanos en la historia de este deporte. A ellos se suman otras decenas de relevantes figuras que antes o después fueron ganadores de múltiples premios otorgados por las entidades que rigen sus destinos, llámese profesionalismo en la etapa anterior o amateurismo (aficionado) durante una buena cantidad de años.
Pero el boxeo, amigos míos, dejó de ser atractivo en el mundo desde el pasado siglo. A lo mejor no todos estamos de acuerdo con esta apreciación. Según pude observar, en el escalafón preferencial de espectadores de importantes cadenas de televisión y de la productora de esa señal (OBS), canal oficial del Comité Olímpico Internacional, el boxeo no aparecía entre los deportes favoritos de millones de televidentes. Así lo ratifican estadísticas de las retrasmisiones de los pasados Juegos de Londres, pero ya desde los años noventa dicha modalidad transitaba por una estrepitosa caída. Algo similar ha ocurrido en el llamado boxeo profesional; varias de las grandes y tradicionales plazas dejaron a un lado el pugilismo y prefieren brindar otro tipo de actividades. Ausencia completa de ídolos al estilo de Usaín Bolt, Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Yelena Isinbayeva, Serena Williams, Roger Federer o Lebron James, por citar algunos ilustres nombres, son infinitamente más conocidos que el más excelso estilista o pegador de los actuales tiempos. Los magnates y patrocinadores del “box” dejaron de desembolsar o malgastar respetables cifras de varios dígitos al desaparecer del primer plano.
En su afán de tratar de rescatar la popularidad de antaño , quienes llevan las riendas de esta especialidad a nivel planetario, acuden hoy a otras ideas para evitar su precipitado hundimiento. La realidad es que el público amante del deporte en todo el universo se inclina actualmente por la superior belleza, dinamismo y carga de emociones que adornan otras modalidades.
¿Será que millones de personas ven hoy el boxeo como la negación de los principios y positivos valores que forman física y mentalmente al hombre?. Los años que están por venir – digo yo – despejarán esta interrogante.
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