Por Eddy Luis Nápoles Cardoso/ Foto: Cortesía Lázaro Betancourt

En la actualidad la gran mayoría de los seguidores del deporte se dejan llevar por los efectos mediáticos que produce la obtención de un título, ya sea, olímpico o mundial, claro, en cada caso es la máxima conquista a que aspira un atleta y son lógicas las repercusiones que estas hazañas provocan en el entorno deportivo mundial. Otras de menor rango acontecen con los restantes ocupantes del podio, los medallistas de plata y bronce y casi nada queda para los que quedan a un paso del estrado, olímpico o mundial.

El atletismo cubano, en lo particular, ha estado copado de cuartos lugares olímpicos, unos, más reconocidos y halagados, otros menos, pero todos con un fenomenal valor deportivo y hasta patriótico, ¿Qué me dicen del cuarto lugar de Félix “El Andarín” Carvajal, en la maratón de San Luis 1904?, siendo el primer cubano que se inscribió en una prueba del atletismo olímpico; ahí está el cuarto lugar de Enrique Figuerola, en los 100 metros, en Roma 1960, con la presencia del nuevo deporte cubano; el de Pablo Montes, en la propia prueba, en México 1968, en aquella mítica final, donde Jim Hines estampó 9.95; el de Pedro Pérez Dueña, en triple, en Montreal 1976, escoltando a Sanayev, Buts y Oliveira; el de Alberto Juantorena, en los 400 metros, en Moscú 1980, cuando llevaba un año sin correr; el de Iván Pedroso, en salto de longitud, en Barcelona 1992, detrás de los monstruos, Lewis, Powell y Greene; el de Norberto Téllez, en los 800 metros, en Atlanta 1996, con aquella fenomenal sprinteada; el de Yoelbi Quesada, en salto triple, desplazado por su amigo Yoel García; el de Daimí Pernía, en 400 con vallas; el de la, entonces jovencita Yipsi Moreno, en martillo; el de Yamilé Aldama, en triple, todos en Sydney 2000 o el de las chicas del 4×400, en Beijing 2008, con tiempazo de 3:23.21 minutos.

Aquí están relatados algunos de los cuartos lugares olímpicos del atletismo cubano, hay otros, pero hoy me quiero referir especialmente a uno, que en particular, considero que no ha sido valorado en toda su extensión, teniendo en cuenta, el momento y la prueba, en que fue logrado, les hablo de los 6.52, que le valieron el cuarto puesto a la santiaguera Marcia Garbey, en el salto de longitud correspondiente a los Juegos Olímpicos de Münich 1972.

Veamos el contexto en que se desarrolló la competencia y quienes eran las principales contendientes, año 1972; en la ronda clasificatoria, celebrada en la jornada matutina del 31 de agosto, aseguraron un puesto en la final (14), la recordista del mundo, la alemana federal Heidemarie Rosendahl (6.84), quien, además, era una excelente pentatlonista; la vigente titular olímpica (México 1968), la rumana Viorica Viscopoleanu-Belmeja, la medallista de plata en la capital azteca, la británica Sheila Parkin-Sherwood; la subcampeona de Europa (Helsinki 1971), la suiza Meta Antenen; la alemana democrática Margrit Olfert-Herbst (6.72), líder del listado mundial de 1972; su paisana Angelika Liebesch (6.69); la búlgara Diana Yorgova; la checa Eva Suranova-Kucmanova; la alemana federal Heidi Schüller (quien había leído el juramento atlético); dos atletas de prominente futuro, la húngara Ilona Bruzsenyák, la checa Jarmila Nygrýnová y la veterana de cinco contiendas olímpicas, la estadounidense Willye White. Fuera de la final quedaron, la canadiense Brenda Eisler, titular panamericana en Cali 1971; la alemana democrática Ingrid Becker-Mickler, sexta en México 1968 y la australiana Lynette Tillett, sexta en el listado anual de 1972, entre otras.

Pero en la final, también estaba la cubana Marcia Garbey, cuyo apellido inspiraba respeto, su hermano, Rolando (boxeo), era medallista de plata olímpico en México 1968.

Marcia, nacida en la barriada de Los Hoyos, Santiago de Cuba, el 9 de febrero de 1949, necesitó un solo intento para vencer los 6.30 exigidos (6.32). La criolla ya con cierta experiencia competitiva, incluía, una presencia olímpica, que la llevó a saltar 6.14 metros (18°), con 19 años, durante la ronda clasificatoria en México 1968, a esto se suman, dos citas panamericanas, Winnipeg 1967 (sexta) y Cali 1971 (séptima) y dos eventos centrocaribeños, San Juan 1966 (tercera) y Panamá 1970 (primera),. Aunque, quizás, cedía en ese aspecto a sus connotadas rivales europeas, llagaba a Münich en un excelente momento, avalado por tres récord nacionales, 6.41 (La Habana, 23/04), 6.42 (Bucarest, 09/07) y 6.48, el 17 de agosto, en Varsovia.

El último día de agosto, en la jornada nocturna (Olympiastadion München) estaba acomodada la final del salto de longitud, de manera tal, que la estrella local, Heidemarie Rosendahl pudiera lucirse en la prueba, para dos días posteriores, enfrentar a la británica Mary Rand en el pentathlon. Rosendahl, acorde a su nivel, no ofreció oportunidades y abrió con un salto ganador, de 6.78, a pesar del repunte de Yorgova, complementando una fenomenal serie, para la época, con 6.76/6.69/6.52/6.73/6.71. Marcia, por su parte, inició con 6.26, terminando novena en la ronda inicial, pero en la segunda serie logró el 6.52 (w), que la ubicó en el cuarto puesto, mientras que la búlgara Yorgova y la checa Suranova, se alternaban en el segundo y tercer puesto, definiéndose las medallas en la cuarta ronda, cuando Yorgova llegó hasta los 6.77, a un centímetro de Rosendahl, mientras Suranova se reafirmaba tercera, con 6.67.

Marcia no logró superar los 6.52, su serie terminó con 3.96, 5.94, dos nulos y sintió el asedio de Heidi Schüller, con 6.51, pero su cuarto lugar vale toda una hazaña olímpica. Es hasta el presente, la mejor ubicación de una saltadora de longitud cubana en Juegos Olímpicos; sirviendo en ese momento para adelantar a la suiza Meta Antenen (sexta), titular europea en sala dos años más tarde; a la rumana Viorica Viscopoleanu (séptima), titular en México 1968, ex-recordista mundial y multimedallista en Campeonatos de Europa; a la británica Sheila Parkin-Sherwood (novena), medallista de plata en la cita mexicana, así como a la checa Jarmila Nygrýnová, una prominente saltadora, futura medallista en eventos europeos.

Con posterioridad a Münich 1972, Marcia Garbey, logró los títulos, en el Campeonato Centroamericano y del Caribe, celebrado en Maracaibo (1973) y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo (1974), mientras que en los Juegos Panamericanos de México (1975), los que pudieron haber sido sus juegos, se vio relegada al quinto puesto, con 6.38, distante del 6.62, logrado el 5 de septiembre en La Habana, que la ubicó quinta en el listado mundial de ese año.

Marcia, quien también es hermana del célebre jugador de béisbol Bárbaro Garbey (Industriales y Tigres de Detroit), se retiró en 1977, laborando posteriormente como árbitro en las principales competencias atléticas, nacionales e internacionales, celebradas en Cuba

Hoy a 48 años de aquel 6.52, quizás, olvidado y subvalorado, su hazaña y su legado siguen vigentes, pues ninguna otra saltadora de longitud cubana ha estado tan cerca, como Marcia, de un podio olímpico.