Por: Rudens Tembrás Arcia/Trabajadores
La mayabequense Lourdes Pérez quiebra todos los estereotipos de golpe. Esperas encontrar a una mujer severa, imperturbable, rígida, quizás erudita y altanera, pero acabas descubriendo a una cubana natural y apasionada, sin más cartas de presentación que la voluntad y el esfuerzo para conquistar las metas soñadas.
Dialoga afectuosamente, la sinceridad le brota en cada frase y su historia personal conmueve de tal manera que estarías dispuesto a darle el silbato en el partido más importante de tu vida, sin dudarlo. Así es, a grandes rasgos, la primera y única mujer cubana con la categoría de árbitro internacional de voleibol, quien posee los méritos de haber actuado en los I Juegos Olímpicos de la Juventud de Singapur 2010, la lid mundial para cadetes en Turquía 2011, la Copa del Mundo de Japón 2011, el grand prix y varios eventos regionales.
Niña alta, líder y capitana
Comenzó en el voleibol a los nueve años, en el combinado deportivo Nelson Fernández de su natal San José de las Lajas. Lo suyo fue amor a primera vista con esta disciplina, pues la invitaron a incursionar en otras, por sus habilidades, pero estaba encaprichada con la net y el balón. La razón estuvo, quizás, en que su padre fue voleibolista y juez nacional, y siempre le permitió hacer de todo dentro de una cancha.
Fue una niña alta, medía 1,62 metros, casi lo mismo que hoy, así que los profesores no tardaron en promoverla hacia la EIDE Mártires de Barbados. Allí se convirtió en pasadora y capitana de equipo, asistió a los eventos nacionales hasta la categoría juvenil y jugó junto a Lily Izquierdo en las selecciones capitalinas. También tuvo enfrente a la camagüeyana Mireya Luis, con quien mantuvo buenas relaciones “pese a los balonazos que me dio”.
Conocía bastante el reglamento y siempre andaba reclamándoles a los árbitros. Recuerda con nostalgia las jornadas en que Graciela González, esposa de Eugenio George, “venía a hacer las captaciones para el equipo nacional y nunca seleccionaba a la blanquita chiquita”. Jamás participó, curiosamente, en un evento de primera categoría.
Ingeniera, licenciada y árbitro
Tras su paso por la enseñanza deportiva, Lourdes ingresó al Instituto de Ciencias Agropecuarias de La Habana (ISCAH) y se graduó como ingeniera en riego y drenaje. Sin embargo, al poco tiempo se percató de que “aquello no era lo de ella” y casi al culminar el servicio social hizo las pruebas de aptitud para la carrera de cultura física y deportes, las cuales aprobó y eso le abrió las puertas de la licenciatura.
En el recinto universitario siguió apegada al voleibol, pues actuó en los juegos nacionales universitarios y cursó esa especialidad. Una vez graduada se inició como entrenadora en su cancha de origen hasta que pasó a laborar en la comisión de voleibol de la provincia de La Habana. Al surgir Mayabeque asumió allí las riendas de la disciplina, lo cual simultanea aún con sus funciones de árbitro internacional.
“Lo mío era mandar en el juego”
Esta lajera sonriente descubrió que la profesión de entrenadora era bien difícil y competitiva. Quería llegar rápido al nivel más alto del voleibol y pensó en la posibilidad de ser árbitro, si a fin de cuentas siempre sintió deseos de “mandar en el juego”.
Contra viento y marea alcanzó las categorías provincial y nacional, pitando aquí, allá y sobre todo en donde no la llamaban. Así se “coló” en un torneo de NORCECA en La Habana y asistió a una copa panamericana en México, cuando ni siquiera ostentaba la categoría internacional. Al enumerar los compañeros que le extendieron su mano en ayuda señala a Argelio Hernández, José Sanler y Cristóbal Marte, este último vicepresidente de la FIVB y titular regional.
Considera que un juez de calidad debe ser responsable, estudioso, seguro y muy receptivo. Asegura que apenas toma el silbato desaparecen la tensión, el estrés y se siente “la dueña y señora del partido”, pues así le ha ocurrido en sus momentos cumbres: la gran final de Turquía y la discusión del bronce en Singapur.
Jamás ha actuado en partidos internacionales masculinos, pero le encantaría. Afirma que para concentrarse cuenta todos los toques al balón y que no se sabe de memoria el reglamento, pero puede explicar la mayoría de sus artículos sin mayor dificultad.
Jamás se ha sentido discriminada por los árbitros varones y suele acicalarse para lucir bien bonita sobre la cancha. No aprueba el uso del video para dilucidar sin un balón picó dentro o fuera del trazado, pues eso crearía inseguridad en los jueces. Reconoce que a nivel mundial existen dificultades con el arbitraje, pero jamás ha notado actuaciones de mala fe en sus colegas de cualquier nacionalidad.
Lamenta el mal momento que atraviesa las Morenas del Caribe y asegura haber vivido con pasión las actuaciones cubanas en los eventos a los que asistió, asumiendo el riesgo de un regaño. Sucede que es cubana y los sentimientos le tocan las puertas del corazón.
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