En páginas anteriores señalamos la introducción del primer boxeador negro en el pugilismo ingles, ocurrida en los años finales del siglo XVIII, dando lugar a una interesante circunstancia, la cual en las siguientes centurias alcanzó notoriedades imposibles de pasar por alto. Ese hombre se llamó Bill Richmond, quien era hijo de esclavos y nació en 1763, en la propiedad de un clérigo de Staten Island.

en el sureño territorio de Georgia.

Los negros existentes en el territorio inglés, por regla general, eran esclavos o descendientes de estos y procedían del territorio de las Antillas Menores, posesiones colonizadas por Inglaterra bajo el nombre de Indias Occidentales. En lo fundamental cumplían las funciones del servicio doméstico, razón por la cual no poseían el espíritu de lucha necesario ni la fortaleza física necesaria para convertirse en triunfante gladiador. Así, ocurrió hasta la llegada de Bill Richmond, capaz de llamar la atención como el primer boxeador de la raza negra dotado de verdaderas facultades.

Algo similar sucedió con Jack Johnson un siglo después, pero en los Estados Unidos, porque nacido en la ciudad Galveston, Texas, 31 de marzo de 1878, a la edad de 21 años, se atrevió a retar a Jim McCormick, conocido como El Gigante de Galveston, y se declaró nulo por infracción de las reglas vigentes. Dos semanas más tarde repitieron el enfrentamiento y la decisión perteneció a Johnson por descalificación del adversario.

A modo de detalle curioso podría plantearse que el 6 de mayo de 1899, en Chicago, fue celebrada la primera pelea oficial entre dos boxeadores de la raza negra en los Estados Unidos, cuando Jack Johnson se traslada a la Ciudad de los Vientos y allí perdió ante un pugilista apellidado Klondike por fuera de combate en cinco asaltos.

Por entonces, Johnson solo era un moreno alto y atlético, quien boxeaba para sobrevivir en momentos precarios y siquiera soñaba con alcanzar la corona mundial de los supercompletos. Las posibilidades físicas lo llevaron a deambular por algunos gimnasios para ganarse cinco pesos por servir de sparring y resultaba bien difícil obtener un combate oficial

La posibilidad de viajar hacia diferentes ciudades le permitieron medirse a boxeadores de aceptable crédito en casi cinco años eslabonó una importante cadena de 23 victorias, según recoge la Enciclodedia The Ring. Los nombres de Jack Johnson y Marvin Hart acaparaban las opiniones de los amantes del deporte de los puños en la alborada del siglo XX y por fin llegó el momento esperado de enfrentar a los dos contendientes en la ciudad de San Francisco, 28 de marzo de 1905.

Sobre el cuadrilátero el combate pareció muy parejo, porque el dominio resultó alterno, pero al concluir el límite de los 20 asaltos pactados, el árbitro Alec Greggains levantó el brazo a Marvin, tras considerar que exhibió la mayor agresividad. La derrota de Jack Johnson fue la última que sufrió hasta el histórico combate por la discusión de campeonato mundial supercompleto frente a Jess Willard, celebrada en La Habana, Cuba, 5 de abril de 1915.

Jack Johnson alcanzó el más alto peldaño de su carrera entre las 12 cuerdas, el 24 de agosto de 1908, nada menos que en Sydney, Australia, donde el canadiense Tommy Burns, título mundial mantuvo el campamento, tras a Marvin Hart, por decisión en 20 asaltos, en Los Ángeles, 23 de febrero de 1906. Durante dos años, Johnson ambicionó el enfrentamiento con Burns, convencido de que podría vencerlo sin mayores dificultades, debido a la ventaja en estatura y peso corporal. Desde el sonido del campanazo inicial, los asistentes comprendieron que la victoria del negro Johnson sería cuestión de tiempo, pues la impetuosidad de Jack Johnson convirtió en persistente ataque hacia el cuerpo del oponente Burns, quien a la altura del round 14 sufría tal castigo que obligó a la detención del desigual combate.

Por primera vez, en la historia del boxeo, reinó un boxeador negro entre los pesos pesados y las opiniones estuvieron bastante divididas, porque hasta en los Estados Unidos, el racimo pretendió de inmediato neutralizar la figura del nuevo monarca. Jack London, el popular novelista y escritor, presenció el pleito y redactó una sombría crónica publicada en el New York Herald, en la cual hizo un abierto llamamiento a los profundos prejuicios raciales de los estadounidenses.

En el párrafo final destacó lo siguiente: “Jim Jeffries debe salir de su granja y dejar a su alfalfa crecer sola. A él corresponde borrar la sonrisa dorada de la boca del etíope. ¡Jeff, levántate! En definitiva se produjo el regreso del antiguo campeón mundial y el 4 de julio de 1910, en Reno, Nevada, recibió la que fuera la mayor paliza recibida en su vida, cuando Jack Johnson lo puso fuera de combate en 15 vueltas.

La legitimidad de la posesión del título por parte de Jack Johnson jamás fue puesta en dudas, pues se trataba de un verdadero coloso dentro de las 12 cuerdas, capaz de enfrentar a cualquier adversario, sin el menor asomo de preocupación hasta la conclusión del combate. Sin embargo, el gran problema de su reinado radicó en el color de la piel y desde la exaltación racista de Jack London, en todo el territorio de los Estados Unidos siempre estuvieron a la búsqueda de peleadores de la raza blanca para enfrentarlo y todos consiguió liquidarlos hasta que lo forzaron a pelear contra el gigante Jess Willard.

Como antecedente principal radicaba el hecho de que en los últimos dos años (1913-1914), Jack Johnson decidió salir a combatir al extranjero, donde celebró cuatro pleitos oficiales y varias exhibiciones, dando lugar a que las autoridades lo acusaran en su país de violar la denominada Mann Act, una ley que prohibía el traslado de prostitutas de un estado a otro de los Estados Unidos. En aquella época contrajo nupcias dos veces con mujeres blancas y ahora relaciones con otra llamada Ruth Cameron.

Mientras tanto, Johnson era fugitivo y reclamado por los tribunales, al tiempo que los promotores mantenía las aspiraciones de encontrar la gran Esperanza blanca. En los meses finales de 1914 consideraron que tenía al hombre adecuado. Se trataba de Jess Willard, con estatura de 1.98 metros y peso corporal de 109 kilogramos, procedente del lejana Oeste y declaraba 33 años de edad, porque nació el 29 de diciembre de 1881, en Oklahoma.

Según cuenta Nat Fleischer, Jack Johnson solo celebró dos peleas en 1914, la primera contra Frank Moran, en París, Francia (27 de junio), a quien derrotó por decisión en 20 asaltos, y la siguiente en Buenos Aires, Argentina (15 de diciembre), donde noqueó en tres al desconocido Jack Murray. Hasta la capital bonaerense viajaron los encargados de convencer a Johnson de enfrentarse con el título en juego a Jess Willard

En realidad, no tuvieron que hablar mucho, ya que el moreno Jack Johnson deseaba regresar a los Estados Unidos libre de la acusación que lo obligaba a permanecer en el exilio. El punto principal consistía ahora localizar el lugar y se pensó hacerlo en la Ciudad de México, pero, debido a la existencia de la Revolución Mexicana desde 1910, surgió la idea de trasladarse a La Habana, lugar de relativa tranquilidad, de fácil acceso por la cercanía a los Estados Unidos y la posibilidad de instalar en cuadrilátero en el Hipódromo Oriental Park, en la ciudad de Marianao, perteneciente a la periferia capitalina.

La fecha escogida fue el 5 de abril de 1915 y el gobierno de turno en Cuba garantizó las facilidades necesarias, por supuesto bajo condiciones de recibir una parte de la tajada. El escenario al aire libre sometió a los púgiles a los rigores del sol tropical, lo cual tampoco importó a más de 15 mil espectadores presentes, la inmensa mayoría procedente del país norteño, quienes estaban muy confiados en convertirse en testigos de primera mano de la caída del monarca negro.

En total de asaltos pactados fue 45 y al concluir los primeros 20, la pelea se desarrollaba sin ventaja aparente, salvo alguno que otro intento de Jack Johnson por presionar a Jess Willard en el cuerpo a cuerpo. A la altura de round 26, Johnson cayó desplomado a la lona, ninguno de los asistentes sentados en las primeras filas, las más cercanas al cuadrilátero, pudo testimoniar el tipo de golpe recibido.

Lo que llamó la atención a todos era la cómoda posición adoptada por Jack Johnson, que en ningún momento perdió conciencia de la situación afrontada, mientras el árbitro contaba los diez segundos, y llegó incluso a extender el brazo derecho para taparse la cara de los rayos del sol. La sospechosa circunstancia produjo infinidad de comentarios. Los técnicos y especialistas aseguraron que Johnson por la posición en que se encontraba no podía recibir un golpe definitivo. La opinión unánime confirmaba que el KO era fingido.

Algunos años más tarde, el vencido hizo unas declaraciones en las cuales reconocía que se quedó deliberadamente tendido sobre la lona, hasta que recibió la señal convenida de su mujer Ruth Cameron, sentada en la primera fila, de que tenía en el bolso el dinero convenido. Esas posteriores palabras de Jack Johnson en modo alguno lo desacreditaron, porque el hombre nunca resultó un modelo de ética dentro de los trajines boxístico.

Aunque Jack Johnson jamás pudo borrar la mácula, inscripta entre los grandes escándalos del pugilismo profesional, los especialistas lo reconocen entre los diez mejores boxeadores de todos los tiempos, en cualquier división. Al retirarse del boxeo activo, se instaló en Nueva York y allí abrió un gimnasio en el barrio negro, donde contribuyó al desarrollo de numerosos jóvenes interesados en seguir sus huellas.

El 10 de junio de 1946, durante un viaje de regreso a casa, tras efectuar una exitosa gira con un circo por el sur del país, pereció en un accidente automovilístico. La catástrofe ocurrió en la localidad de Raleigh, Carolina del Norte.

En nuestro país, la amañada situación del combate quedó bien establecida para los fanáticos, pero ofreció ciertas posibilidades a los promotores nacionales, en lo tocante a recibir la oportunidad de iniciar nuevas temporadas en la Capital e incluso extender la práctica del deporte de los puños a diferentes provincias.

Las veladas en la Arena Colón resultaron un completo éxito de gran magnitud y muy pronto surgió la Arena Galathea y hasta los propietarios de teatros de embullaron a montar programas de boxeo. Todo el mundo pretendía convertirse en promotor.

El alcalde capitalino Manuel Varona Suárez, tras asumir el cargo en 1916, se declaró enemigo acérrimo del boxeo y prohibió las peleas en el territorio de su jurisdicción. A partir de ese momento, la medida contribuyó a la emigración de muchos boxeadores hacia el resto del país y ese preciso momento marcó una nueva etapa en la evolución del boxeo cubano hacia planos estelares.