santiago-antunez HAROLD IGLESIAS MANRESA/ Granma

Tiene un ritual matutino, hace ejercicios para mantener la forma física y establecer una relación con el trabajo mental. No deja de dar consejos de sobrada sapiencia a cuanto atleta novel o consagrado, e incluso técnico, se le acerca. Tiene como filosofía que ni los entrenadores ni los deportistas deben estar nunca satisfechos con los resultados: «siempre deben mantener esa sed de triunfo y ganas de trabajar, conformarse mata el deseo».

Quizás muchos no lo identifiquen, pero se trata de Santiago Antúnez, sobre quien reposa el prestigio de la escuela cubana de vallas y, a pesar de haberse acogido a la jubilación por estos días, confesó que nunca se alejará de la modalidad con obstáculos, a la cual le ha dedicado gran parte de su vida y una exitosa trayectoria de más de 30 años como mentor.

¿Sus inicios?

Les agradezco a muchos entrenadores mi formación, en especial a Heriberto Férnández Arroyo, fue mi preparador allá en Ranchuelo, Villa Clara, en mi época de corredor. Recuerdo que estaba en secundaria, también guió al subcampeón olímpico de Montreal 1976, Alejandro Casañas; en mi opinión, él fue el verdadero iniciador de la escuela cubana de vallas.

¿Fórmula del éxito de nuestra academia?

Solíamos ver en aquel entonces muchos videos de los vallistas estadounidenses y británicos. Hicimos un estudio de esos corredores, los mejores del mundo en aquella época, y lo aplicamos a nuestros exponentes. La potencialidad fundamental de nuestros vallistas, además de la explosividad típica de los caribeños, está en su ritmo natural. Intentamos incorporar al cruce de obstáculos, esa salsa, gracia, de ahí que muy pocos obstaculistas en el entorno universal gozan de la técnica prestigiada por los cubanos.

Cinco grandes momentos…

Por esas coincidencias que tiene la vida el primero fue en el año 1986, en el Campeonato Mundial Juvenil de Atenas, Grecia. Allí la escalera de preseas conseguida por Emilio Valle (oro en 400 con vallas y bronce en 110) y Aliuska López (plata) marcó la inserción en la elite. Justo ese año nació Dayron Robles. El segundo, en 1987, protagonizado por la propia López, su récord del orbe juvenil de 12.84 en Zagreb, vigente aún. Los otros tres, los títulos olímpicos de Anier García (Sydney 2000) y Dayron Robles (Beijing 2008) y el bronce de Anier en Atenas 2004. Esa presea marcó mi realización, consagración como entrenador. Esa noche no dormí, estuvimos hablando junto a Dionisio Quintana y Osleidys Menéndez —se coronó el mismo día— como hasta las cuatro de la mañana. Un mes y medio antes Anier estaba muy mal, recuerdo que le dije que corriera fuerte la clasificatoria para impresionar a los rivales y se apareció con 13.20 segundos, lo hizo de forma impecable técnicamente, fluido. Luego en semifinales Allen Jhonson no pudo con tanta presión, chocó con las vallas y se cayó.

Tres negativos…

Aliuska en la semifinal de Atlanta 1996, le sucedió lo mismo que a Dayron en el Mundial Bajo Techo de Valencia 2008, desperfectos con el disparo del starter, se quedaron parados y ambas carreras fueron válidas. El tercero, Dayron en Londres 2012, me sentí molesto, incómodo. Presentó una situación similar a la de Anier, se había hecho un excelente trabajo por parte del equipo médico y el fisioterapeuta para rehabilitarle sus molestias en la pierna izquierda y fue entonces la derecha la que le falló…

Situación actual de la escuela cubana y… ¿herencia garantizada?

Creo que en estas más de tres décadas ha habido dos momentos de fortaleza extrema. De 1999 al 2001 tuvimos cuatro vallistas insertados en la elite: Anier García, Erick Battle, Yoel y Yunier Hernández. El segundo actualmente, con jóvenes muy talentosos como Orlando Ortega, Yordan O’Farrill, Ignacio Morales y Dayron si hubiera continuado. Hoy mi hijo Kelvis Antúnez (ocho años de experiencia y trabajo conjunto) está al frente de la escuadra, junto a él trabajan Ramiro Álvarez y Emilio Valle. La esencia está en el trabajo en equipo, sin distinción de categorías, lógicamente con las cargas ajustadas a cada atleta. Sigo vinculado, los asesoro con los planes de entrenamiento. Estoy jubilado, no desvinculado.

Hemos conseguido capacitar a los entrenadores de la base al menos una vez al año, cuestión primordial para que desde edades tempranas sus alumnos tengan un método de entrenamiento. Existen muchas lagunas todavía. En el mundo se les exige cada día más a los atletas jóvenes. Debemos incorporarnos a esa dialéctica para atenuar las diferencias con los cambios de categoría. En lo personal tengo una espina clavada: confío en que el oro olímpico y el récord mundial regresen a Cuba, solo así nuestra escuela de vallas seguirá siendo la mejor.