Por: Lilian Cid Escalona

Christian “Chris” Coleman tiene 21 años y es estudiante de la Universidad de Tennesse. Llegó a Londres como líder de la temporada en los 100m, aupado por los 9.82 segundos que consiguió el 7 de junio en el campeonato NCAA.

Chris Coleman fue el segundo mejor en los heats clasificatorios. Marcó 10.01 segundos y mostró su potencial. En semifinales mejoró. Arrancó perfecto y dominó su serie con 9.97 segundos derrotando a Usain Bolt, que hizo 9.98 tras no reponerse totalmente de una salida que dejó mucho que desear.
Chris Coleman, con esta victoria, puso fin a la racha de 28 victorias consecutivas en el hectómetro que acumulaba el jamaicano. Con el resultado, volvieron las dudas en torno al mejor velocista de todos los tiempos y su capacidad para refrendar su título.

Chris (9.94), también pudo con Bolt (9.95) a la hora de la verdad, pero con ellos pudo Justin Gatlin (9.92), que se coronó en la carrera que nadie quiso que ganase. Prueba de ello fue el abucheo que recibió del público que colmó el parque olímpico londinense.

Gatlin, a sus 35 años, logró la victoria que siempre buscó. La que se le escapó en Beijing 2015 y en Río 2016 cuando parecía que lo tenía todo a su favor.

Gatlin es el campeón del mundo, y lloró cuando se dio cuenta de lo que había hecho. También reverenció a Bolt. Se inclinó ante él, en un gesto que vale mucho.

Gatlin es un veterano. Sobre sus piernas también pesan mil batallas. Fue campeón olímpico de Atenas 2004, campeón del mundo en Helsinki 2005, estuvo suspendido por dopaje, regresó y se llenó de plata ante Bolt. Y hoy, 13 años después, ha regresado a la cima del podio. Lo de Gatlin, no es poco.

Mas, las cámaras se fueron con Bolt. No podía ser de otra manera. No por el hecho de no haber logrado el duodécimo título en mundiales sino porque Usain Bolt es la historia.

El hombre que mostró, una y otra vez, tener un talento sobrenatural y que también se permitió poner de manifiesto que es un hombre que sabe competir. Hoy se auxilió de ello y no renuncio a una batalla para la que se sabía con “pocos” recursos. Más allá de su habitual sonrisa, el rostro que puso tras caer en semifinales hizo evidente que las cosas no estaban del todo bien. Pero no se marchó.

Bolt ganó la presea de bronce. Otra para un historial que incluye 11 de oro y dos de plata en Campeonatos Mundiales, ocho títulos olímpicos y los récords de 100, 200 y el relevo 4×100 metros, por mencionar lo más rimbombante. Puede que vuelva a correr en Londres como parte del relevo, aunque no está confirmado. Ha dicho que se va tras el mundial, y esta es, en consecuencia, su última carrera individual. Hay quienes dicen, entre ellos Gatlin, que recapacitará y volverá en un tiempo, pero en cualquier caso, la presea es también un triunfo. Tal vez muchos, o casi todos en el planeta, deseaban que el desenlace hubiera sido otro pero la vida ha puesto este último reto en su camino y él lo ha asumido con tremenda valentía; dejando ver su lado más humano.

Bolt es un atleta absolutamente fuera de serie. Que llegó al universo atlético con la misión de desafiar los límites y lo ha hecho como ha querido. Su historia se ha escrito en mayúsculas, este bronce en nada empaña su trayectoria. Esta carrera, a saber la última, también contribuye a su infinito legado.

Cuando de deporte se trate, sea hoy, mañana o, tal vez, en el próximo siglo, será inevitable habrá que hablar de él, de Usain St Leo Bolt. El hijo pródigo de la Parroquia de Trelawny. El ídolo. El que nunca se fue, a pesar de que le ofrecieron de todo, de su tierra natal.