Por: Harold Iglesias/ Cubasi
Encontrarse en Varadero con la discóbola Denia Caballero y que acceda a ser entrevistada en condiciones de relajación total, lejos de las pistas y vistiendo una trusa en lugar del traje Puma del equipo Cuba, puede considerarse una jugada afortunada.
Por suerte, la discóbola nacida el 13 de enero de 1990 se ha convertido en una de las deportistas más accesibles que conozco, sin importar su condición indiscutible de estelar.
Entonces, con una sonrisa, su anatomía imponente de 1.76 metros y 78 kg de peso, y su condición aún humeante de subcampeona mundial en Doha (68.44 metros) y segunda igualmente del ranking mundial (1 395 puntos), al acecho de Yaimé Pérez (1 435), inició nuestra plática:
—Una de las finales más reñidas de todos los tiempos. ¿Cuánta adrenalina y sabores te dejó la competencia universal?
—En
el Mundial se dio todo. Traté de mejorar en cada uno de los
lanzamientos de mi secuencia y logré dar un buen espectáculo, que era
uno de mis objetivos, además de alcanzar la plata. Luché por el oro,
pero no pudo ser.
—Eres una discóbola que siempre sale a buscar un registro grande en el primer lanzamiento. ¿Pudo ese foul haber incidido, amén de tu progresión?
—Desde
el primer momento, en la clasificatoria, estaba muy segura de que podía
hacer una buena competencia. Si ese primer intento no llega a ser foul,
hubiese sido superior a los 69 metros y quizás hubiese ganado. Fue el
único en el que técnicamente le pasé todo el brazo, y lo sentí como el
mejor en cuanto a velocidad y coordinación del giro. Sucede que por un
pequeño detalle, que me cayó el pie delante, se me fue el disco contra
la jaula. Reitero que fue el mejor.
—¿Continúas apostando precisamente a la velocidad y coordinación del giro como tus principales recursos a la hora de lanzar?
—Toda
la vida. Soy de las atletas que lanza a velocidad. No significa eso que
no sea una atleta fuerte. Con esta edad y con la maestría que he
adquirido, la tengo, de hecho. Pero, en mi caso, la técnica y la
velocidad superan a la fuerza. No soy de las discóbolas que se permiten
hacer el movimiento lento y luego apostar a brazo limpio.
«De hecho, analizando mi físico, no soy ni de las más altas, ni de las más fuertes. Las discóbolas de América, por lo general, somos más rápidas y dependemos de la velocidad, mientras las europeas, que poseen otra constitución, se mueven más lento y apuestan mucho más al brazo que al movimiento».
—Doble medallista del orbe, medallista olímpica… Con un cierre de temporada tan bueno, ¿qué ambicionas para el año olímpico?
—El
oro olímpico. Desde que me hiciste la primera entrevista, por allá por
el 2009, te lo estoy diciendo. ¿Por qué habría de cambiar? Denia siempre
va por el oro. Que las expectativas sean unas y la realidad, en
definitiva, otra, no significa que en cada competencia a la que asisto
no vaya por el oro.
—Estabilidad sobre 67.50 metros,
marca a la que desde hace más de tres temporadas solo acceden Yaimé,
Sandra Pérkovic y tú. ¿Consideras que este es el momento?
—Con
el tiempo y la experiencia competitiva, se te hacen más fáciles algunas
cosas. Ahora 67.50 pudiera verse como un registro de la media.
—El
tener una rivalidad tan enconada con Yaimé acá en casa, estar ambas en
la meca del disco universal hace más de cinco años… ¿Cómo ves tú esa
exigencia al límite, aun en controles internos o tests correspondientes a
cada macro, que pudieran parecer insignificantes?
—La
rivalidad siempre es buena. De hecho, el nivel del disco en Cuba se ha
mantenido así por años gracias a que constantemente ha habido rivalidad,
incluso antes de nosotras dos, con Yarelis Barrios, Yania Ferrales,
Maritza Martén… No entreno para ganarle a otra atleta. Creo que si lo
haces así, no cumples una meta. Si esa atleta lanzó 62 metros y te
impusiste con 63, no hiciste nada.
«Yo simplemente entreno para ser la mejor del mundo, no para ganarle a Yaimé, a Sandra, o a cualquier otra. Lo hago para sentirme bien yo, y estar entre las mejores del mundo».
—¿Todos estos años en la élite han contribuido a que tengas una psiquis fuerte?
—Me
considero, psicológicamente, una atleta bastante fuerte. Hay altas y
bajas, pero he sabido mantener mi enfoque y mis límites, en ese sentido.
—Hablando de altas y bajas, ¿cómo enfrentaste el momento gris de los Juegos Panamericanos de Lima? ¿Alguna causa puntual?
—Es
verdad que tuve algún déficit y comencé tarde porque estuve enferma.
Luego, en plena preparación, tuve que parar producto de una ruptura en
el pectoral mayor. Lo de Lima no tuvo que ver con nada de eso. Salió una
competencia mala.
«Lo que no desea ningún atleta que está al 100% me sucedió a mí cuando no tenía que suceder. Tengo que reconocer que he recibido mucho apoyo de personas que ni siquiera imaginaba que estuviesen ahí. ¿Sabes algo? A mí hubo más gente que me apoyó tras el desastre de Lima, que cuando me han salido súper bien las cosas.
«Tuve mucho, muchísimo apoyo».
—¿Cómo lidia Denia con el hecho de ser una figura pública y cuánto representan las personas que están contribuyendo constantemente con tu desarrollo como deportista?
—Ni tan famosa… dentro del atletismo, las carreras y los saltos venden mucho más. Los lanzamientos son un mundo aparte, a tal punto, que ninguna atleta de lanzamiento estuvo nominada entre las diez mejores del año por la IAAF.
«Yo apoyo he tenido muchísimo. Mi familia y mi novio, incondicionales conmigo en todo momento. Corren para donde sea y nunca me dicen que no.
«Mi entrenador, Raúl Calderón, a veces se estresa conmigo, pero me ha traído hasta donde estoy, y siempre busca mi crecimiento. Ambiciona tanto como yo ese oro olímpico. Mi tríada médica (médico, fisioterapeuta y psicólogo) es maravillosa.
«Creo que son mis amigos y puedo contar con ellos para lo que sea. Tengo muchas personas a mi disposición que influyen positivamente en mis resultados, eso hace que disminuya la presión y pienso en menos problemas, ando más ligera de carga…»
—¿Palabra que te defina como persona?
—Sencilla, humilde.
—¿Color?
—Azul.
—¿Qué es lo que más te gusta cuando te quitas el traje de Puma y sales de la jaula de lanzamientos?
—Dormir.
No se trata de tener bien establecida la relación trabajo-descanso como
parte de mi plan de entrenamiento; sencillamente, adoro dormir.
—¿Menú de tu predilección?
—Arroz blanco, frijoles negros, huevo frito y platanito maduro frito.
—Por cierto, has aprendido a lidiar con tu peso corporal, cuestión que hace algún tiempo constituyó un problema para ti.
—Sí,
un poquito. En la temporada del 2016 estaba un poquito gorda y eso me
quitaba algo de velocidad en mi secuencia técnica. Ahora estoy más
controlada: menos dulces, más disciplinada y enfocada en el gimnasio.
Esa seriedad es la que me ha llevado a elevar los parámetros de fuerza, y
a estabilizar los rendimientos sobre 67 metros. La fuerza, en mi caso,
es un complemento de la técnica y velocidad del giro.
—¿Tres momentos de felicidad suprema y otros tantos grises en tu carrera deportiva hasta ahora?
—Tres
negativos… Creo que uno solo me ha marcado, que fue ese de los
Panamericanos de Lima. Esos 60.46 metros no se me olvidarán nunca.
¿Felices? El título mundial del 2015, la Olimpiada de Río 2016 y mi
bronce allí, y ahora esta plata en Doha.
—¿Feliz con lo que te ha dejado la vida como deportista hasta ahora?
—Súper
feliz. Expectante con lo que aún me puede deparar. Ha habido momentos
en los que las condiciones, ni por asomo, han sido las mejores, pero el
deportista cubano tiene un gen más desarrollado para reponerse a las
adversidades. Hay otros deportes que aún poseen menos y se han
desarrollado. En nuestro caso, el ser uno de tiempos y marcas, hace que
la responsabilidad individual y el peso de tu lucha constante, a diario,
sea mucho más determinante.
—El disco es una prueba longeva. ¿Piensas ya en el próximo ciclo?
—Eso
es muy pronto para decirlo aún. Ser mamá es una bendición. De hecho,
muchas lanzadoras han demostrado retornar más fuertes luego de la
maternidad. Yipsi lo hizo, y en el disco, la francesa Melina
Robert-Michon ha alcanzado sus mejores tiros históricos después de
parir.
«Es pronto, pero te diré que no tengo la puerta cerrada. Está abierta para continuar. Seguir dándole alegrías a mi pueblo; a Cuba, que es mi vida».
Denia es, efectivamente, una cubana y deportista muy humilde. Hablamos de que posee cuatro (69.20-69.08-68.46 y 68.44 metros) entre la decena de mejores disparos de la temporada. Además, su tope personal de 70.65 recala en el puesto 21 del escalafón de todos los tiempos, además de constituir la tercera antillana, por detrás de Hilda Elisa Ramos (70.88) y Maritza Martén (70.68).
Nada de eso le sube los humos, y despedimos nuestra plática entre risas y la canción Cuba, isla bella, de Orishas.
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