Por: Eddy L. Nápoles
Cuba es una de las naciones asiduas en la asistencia a los eventos deportivos, ya sean, multideportivos o propios de un deporte. En los Juegos Olímpicos, hay 20 participaciones, desde que Ramón Fonts y compañía lo hicieran en París 1900, mientras que es fundadora de los Juegos Panamericanos y de los Centroamericanos y del Caribe, incluso, salvando la continuidad de estas últimas citas regionales, cuando Mayagüez no pudo organizarla en 1982. Cuba ha dignificado estos eventos con su presencia, incluido, los años donde el deporte en nuestro país era un sacrificio, carente de apoyo de toda índole y la asistencia de los atletas a las citas deportivas, le costaba al regreso el precario empleo, si es que lo tenían.
Hago éste breve preámbulo porque hoy trataré lo relacionado con las ausencias del deporte cubano a varios eventos multideportivos, algo que, desde mi punto de vista, ha estado más cercano a los términos políticos, que deportivos o de solidaridad. La primera de estas grandes ausencias se produce a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, a los cuales no se asistió por solidaridad con la desaparecida Unión Soviética que, a su vez, había expresado falta de seguridad para sus atletas en esta urbe californiana. Unos años más tarde (5 o 6), al caer el Muro de Berlín, aquellos “agradecidos” ya no eran, ni soviéticos y, hasta se olvidaron de lo solidario que habían sido los cubanos en materia deportiva.
Como si ausentarse de unos Juegos Olímpicos fuera poco, le dimos la espalda a Seúl 1988, ahora por solidaridad con Corea del Norte, los motivos, que los Juegos Olímpicos (1988) debían ser compartidos entre ambas Coreas y como el Comité Olímpico Internacional no dio el visto bueno al coauspicio, según las exigencias de la parte norte, Cuba mostró su gesto solidario con los norcoreanos, especialmente, con su presidente Kim Il-sung, ahora, se acordará su nieto Kim Jong-un (1983), actual mandatario, que apenas tenía cinco años, de aquel gesto solidario de Cuba. Entonces, fuimos solidarios “políticos” a costa del deporte, donde toda una generación de atletas vio pasar sus mejores momentos, sin estar presente en unos Juegos Olímpicos, y muchos se pregunta, ¿de que nos valió tanta solidaridad?.
Ahora, cómo mismo existieron asistencias heroicas, también existieron otras opacadas ausencias. Cuba, recién triunfado la Revolución, en el propio 1959, estuvo presente en los Juegos Panamericanos de Chicago. En 1962, durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe, con la presencia en Kingston (Jamaica) de elementos provocadores, procedentes de Miami, específicamente, en el Sabina Park (estadio de criquet, convertido en recinto beisbolero) los atletas criollos que fueron esa tarde a apoyar a Cuba en el debut frente a Puerto Rico, les propinaron un contundente nocaut a los provocadores que habían copado parte del graderío de aquella improvisada instalación beisbolera, teniendo que salir huyendo y a partir de allí, los cubanos reinaron en las gradas.
En San Juan 1966, bueno, esta es otra historia, creo que la más digna escrita por el deporte cubano, defendiendo el derecho a estar presente en citas regionales. Ante la negativa del Departamento de Estado (Estados Unidos) de otorgarles las visas a la delegación cubana. Cuba se hizo presente, empleando para ello el buque Cerro Pelado, el que convertido en navío de transporte y centro de entrenamiento, navegó por el Caribe, a pesar del asedio de aviones yanquis, hasta acercarse a cinco millas de las costas boricuas y de allí, los atletas fueron transportados en el remolcador Peacock y de este, directamente a la ceremonia inaugural, amén de que existió rivalidad en las canchas y en los graderíos, pero asistimos.
La historia deportiva cubana recoge asistencia a otros escenarios hostiles, como lo fueron; Indianapolis, Estados Unidos, en 1987, durante los Juegos Panamericanos y Ponce, Puerto Rico, en 1993, en otra edición centrocaribeña y la delegación cubana se comportó a la altura de cada momento, con grandes batallas en las arenas deportivas y otras no menos importantes en las gradas de las instalaciones.
Pero, también se citan ausencias, cómo a El Salvador 2002 y Mayagüez 2010, ambas a citas centroaribeñas. Para la primera se adujo, en su momento, falta de garantías para la seguridad de los atletas, mientras que para la segunda, se alegó (al tratarse de Puerto Rico), que el Departamento de Estado había puesto trabas para el otorgamiento de visas a la delegación cubana, así como negar el permiso de aterrizaje y la confiscación de las aeronaves, si volaban a Puerto Rico.
Es real, que estas ausencias se produjeron atendiendo a otros contextos (2002 y 2010), que distaban, solo en el tiempo, de aquellos que nos llevaron a vivir momentos heroicos en los años 60s, pero cuyas provocaciones tuvieron el propio denominador común, desacreditar el deporte cubano, además de utilizar y “politizar el deporte”, pero como lo hicieron las delegaciones que estuvieron presentes en Kingston 1962 y en San Juan 1966 o en Indianapolis 1987, también lo pudieron realizar otras embajadas deportivas, de estos tiempos, defendiendo el pabellón patrio en San Salvador y Mayagüez. Si atletas como Modesto Verdura, Urbano González, Ricardo Lazo, Miguel Cuevas, Miguelina Cobián, Enrique Samuells, Osvando Riverí, Félix Betancourt, Rafael Carbonell o Mireya Rodríguez, encumbraron el nombre de Cuba en aquellas gestas, años más tarde, otros como Ariel Pestano, Frederich Cepeda, Alfredo Despaigne, Mario Kindelán, Rosniel Iglesias, Osleidys Menéndez, Yipsi Moreno, Yumilka Ruiz o Mijaín López, también hubieran escrito páginas de glorias para el deporte cubano en estos escenarios, aunque hubiesen tenido que reencarnar el Sabina Park en el Estadio Jorge ”Mágico” González o en el Cerro Pelado, navegando nuevamente por el Caribe, ahora hacia Mayagüez.
El deporte cubano, alejado de matices políticos de toda índole, debió estar presente en Los Ángeles, en Seúl, ausencias voluntarias y también, en San Salvador y en Mayagüez, ausencias, que a mi entender, cedimos ante la presión ejercida por terceros, algo a lo que Cuba no se ha sometido en los últimos 60 años.
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