Nota editorial: La opinión sirve de bienvenida a Jorge Rafael Amado Bekerova, un doctor cubano, internacionalista, que se confiesa amante total de los deportes. Hoy se estrena como relator, analista y lo que haga falta, para temas de fútbol en Deporcuba

Redacción Deporcuba

Cuando otra edición de la Copa América ya ha pasado a la historia, puedo decir que hemos disfrutado de un fútbol diferente a ese que se juega en el viejo continente, y que estamos más habituados a ver.

En nuestra zona el fútbol es más ofensivo, se juega con más garra y pasión, también se dejan más brechas en defensa, eso es así.  

Con el pitido final, el fútbol se apaga y con ello se hacen presentes muchas más dudas de las que había antes de comenzar esta edición del torneo futbolístico de  nuestra América.

Sobre la mesa tenemos un Brasil que para mi es justo campeón, porque vino de menos a más, porque fue el equipo que mejor defendió su área recibiendo apenas un solo un gol: el penal que anotó Paolo Guerrero en el juego final.

Un equipo que jugó sin Neymar Jr, su jugador estrella, y tuvo la capacidad de reinventarse, al punto que su suplente terminó siendo el líder goleador de la justa.

La vida dio la oportunidad a Everton, que no solo solventó la ausencia del astro del PSG sino que lanzó su candidatura ante el mundo. A estas horas en el Gremio deben andar  frotándose las manos con las propuestas que han de caer desde Europa.

Soy consciente de que muchos, millones, no todos coinciden conmigo por culpa o gracias al VAR (depende quien lo mire) así como el arbitaje, altamente cuestionado y acusado de favorecer a la selección local. Es un hecho que siempre donde haya deporte habrá polémica, con VAR o sin él. Sin embargo, lo único que es incuestionable es que el VAR es necesario, los errores, siempre serán humanos.

Las alarmas detonaron luego de un polémico juego semifinal entre Brasil y Argentina, tras el que Messi estalló mostrando su lado más crítico. Una arista del D10z que apenas habíamos visto.

Lio acusó públicamente a todos por corrupción. A la CONMEBOL, en primera instancia,  alegando que la Copa estaba arreglada para Brasil, pero, seamos honestos, ¿mereció Argentina llegar a la final?.

Argentina fue otra vez ese equipo sin identidad, sin un estilo de juego definido. Una nómina cambiante, donde ni siquiera estaba definido el once titular, debatida entre las dudas de jugar con uno o dos delanteros. Creo, no obstante, que hizo un buen torneo, los jugadores que hicieron lo que pudieron, muchos jóvenes que no habían asistido nunca a un evento similar llevaron las riendas de la situación, supliendo a otros consagrados como Di María que no estuvieron a la altura  y quien, dicho sea de paso, ya está para ceder su espacio a otros. Messi fue capitán, y se ganó el protagonismo fuera de la cancha, dentro, sigue debiéndonos algo más.

Obvio que no se le pueden pedir peras al olmo, por ello aplaudo de alguna manera la actuación de los de Scaloni, porque esta albiceleste llegó hasta dónde pudo, hasta donde siempre pensé que llegaría.

Quiero sobre todo significar a Perú. A quién se le ocurrió que después del 5 -0 ante Brasil del choque de bienvenida serían capaces de meterse en la final. Dejaron en semifinales a Chile, el actual campeón y por demás favorito para vencerlos, y lo hicieron con un equipo porque eso es Perú, un grupo de jugadores que, sin tanto marketing, hace su tarea. Un grupo que trabajó y creyó en el sueño. Un grupo que tiene a Gareca como eje, un tipo que aunque tenga la imagen menos convencional de este deporte ha demostrado que se lo sabe de memoria. Por eso ganó a Chile, porque supo leer su juego y logró una efectividad del 100% en tiros al arco de 3 -3, y con esto, los hizo crecer.

Solo las individualidades de Brasil podían matar a Perú, y fue el oficio de sus jugadores y la jerarquía de los auriverdes los que los hizo despertar de un sueño.

De la copa me quedó con la ilusión y el carácter incombustible de Dani Alves, determinante a sus 36 años, el show de Everton que lanza su candidatura a clubes del otro lado del mundo y la actuación de Perú, encarnando subliminalmente el papel del pequeño David en un juego de roles pensado para protagonistas del tipo Goliat.