Por José Alberto Portela

Feroz verdugo que ha lanzado dardos de tiempo contra estos dos semidioses. Desgraciado mensajero de los minutos que ha implantado su terror entre lo divino. No importa, el legado de ambos ha inundado la historia y refulge en el paraíso deportivo imposible de borrar.

No hay deudas ni laberintos que censuren las hazañas, los hitos se rindieron ante ustedes y les pertenecerá a través de los siglos. Fuimos testigos de soldados de lo sobrenatural, de deportistas tocando la cima de la cumbre.

El ocaso de ambos aparece en el horizonte, pero no teman, en las almas de la aficionada viven y son inherentes al latido de la historia. Comienza una nueva travesía, otras letras esperan por ser plasmadas.

 De la mano irrumpan en la eternidad, les agradecemos habernos hecho testigos de un torrente de fulgor y perenne alegría. No hay lúgubre atajo para ustedes, pues las cadenas de la ingratitud no conocerán sus rostros.

Adelante, no hay temor que resquebraje el sendero, no hay disparos del olvido. Dos señuelos para atrapar lo prohibido, dos ángeles volando hacia lo etéreo.