En las primeras 17 ediciones, luego de su fundación en 1951, un total de cuatro récords mundiales se implantaron en la historia del atletismo de los Juegos Panamericanos, mientras que uno fue igualado.

Los dos primeros fueron conseguidos en la edición de México-1955, y los restantes llegaron en Cali-1971, México-1975 e Indianapolis-1987. Curiosamente, todos los nuevos récords corrieron a cargo de los hombres, mientras el igualado fue a la cuenta de una mujer.

El 16 de marzo de 1955, el triplista brasileño Adhemar Ferreira ‘voló’ hasta los 16.56 metros en el entonces Estadio Universitario de la capital mexicana e hizo añicos la anterior marca, 16.23, en poder del soviético Leonid Sherbakov, desde el 19 de julio de 1953.

Apenas dos días más tarde, 18 de marzo, el estadounidense Louis Jones, corrió los 400 metros en 45.4 segundos, para mejorar así los 45.8 del jamaicano George Rhoden, un primado que databa del 22 de agosto de 1950, en la urbe sueca de Eskilstuna.

El siguiente récord mundial en citas panamericanas, también en salto triple, fue materializado el 5 de agosto de 1971, en el Estadio Pascual Guerrero, en Cali, durante los VI Juegos, cuando el cubano Pedro Pérez Dueñas logró un 17.40, superando los 17.39 del soviético Viktor Sanaiev (Ciudad de México, 17 de octubre de 1968).

Ese salto de Pérez Dueñas constituyó, además, récord mundial juvenil, con la particularidad de haberlo logrado en la única ocasión en que el cubano saltó sobre los 17 metros.

Más adelante, en la edición de 1975, el Estadio Universitario de Ciudad de México volvió a ser testigo de otro récord mundial, también en salto triple. El protagonismo se lo llevó el brasileño Joao Carlos de Oliveira, quien logró una ‘triple samba’ de 17.89, dejando atrás los 17.44 de Sanaiev, impuesto en la entonces ciudad soviética de Sujumi (hoy Georgia), el 17 de octubre de 1972.

Por último, el récord universal igualado corresponde a la estadounidense Jacqueline ‘Jackie’ Joyner-Kersee. En Indianapolis-1987, la polémica atleta norteña dominó el salto de longitud con 7.45 metros, idéntico registro al realizado por la alemana Heike Dreschler-Daute, el 3 de julio de 1986, en Dresde.

OTROS REGISTROS DE PRIMER NIVEL EN PANAMERICANOS

Además de esas cinco historias fabulosas, otras grandes marcas cercanas a las cuotas mundiales se produjeron en Juegos Panamericanos.

El estadounidense Rodney Richard, en México-1955, marcó 20.7 segundos en los 200 metros cuando el patrón del mundo era 20.6 de su paisano Andy Stanfield, mientras, también en esa cita azteca, el saltador de longitud Roselyn Rangel logró 8.03, cercano a los añejos 8.13 de su coterráneo Jesse Owens.

En Winnipeg-1967, el saltador de longitud estadounidense Ralph Boston logró un estirón de 8.29, próximo a su propio récord mundial de 8.35, implantado el 29 de mayo de ese año. Por cierto, a Boston lo escoltó en la edición canadiense, el futuro recordista mundial Bob Beamon (8.07).

Cuatro años después, en la cita de Cali-1971, el jamaicano Donald Quarrie corrió los 200 metros en 19.86 segundos, a tres centésimas de los 19.83, un récord logrado por el estadounidense Tommie Smith en los Juegos Olímpicos de México-1968.

Precisamente, en la cita siguiente, correspondiente a la capital mexicana, en 1975, una cuarteta estadounidense de 4×100, integrada por Clancy Edwards, Larry Brown, Donald Merrick y Bill Collins detuvo los relojes en 38.31, apenas 12 centésimas inferior al primado mundial (38.19), en poder de otra posta norteña (Larry Black, Robert Taylor, Gerald Tinker y Eddie Hart), estampado en las Olimpiadas de Munich-1972.

El cubano Javier Sotomayor, por su parte, también estampó una marca impresionante en los Juegos de Mar del Plata-1995, al dominar el salto alto con 2.40 metros, sin embargo no intentó demoler su propio récord mundial de 2.45, impuesto el 27 de julio de 1993, en Salamanca, España.

Tomado de Prensa Latina