Entrevista conjunta realizada por el Grupo Atletismo sin Fronteras
Javier Sotomayor, el rey indiscutible del salto de altura, no solo dejó una marca histórica con sus récords, sino que también enfrentó grandes desafíos durante su carrera deportiva. A través de esta entrevista, el saltador cubano comparte los momentos de tensión que lo marcaron, su visión sobre el presente y futuro del atletismo cubano, y su legado en un deporte que sigue admirándolo 30 años después de su histórico salto de 2.45 metros. 1.
¿Cuál fue el momento de tensión negativa en su carrera deportiva y por qué?
- En mi carrera tuve varios momentos de tensión negativa. Los que más me golpearon fueron: En 1990, el fallecimiento de mi entrenador Godoy. Su muerte me afectó profundamente. En 1996, cuando no tuve un buen papel en los Olímpicos de Atlanta. Muchos me criticaron, entre ellos González Guerra, presidente del COC, y lo hizo públicamente. Ese año, mi resultado fue producto de una lesión, no por lo que él alegó. En 1999, cuando me retiraron la medalla, ya que el comité organizador junto al laboratorio dijo que consumí una sustancia prohibida. No creo que para saltar 2.30 fuera necesario, una altura que había superado en más de 340 ocasiones.
Como alguien que ha vivido los altibajos del deporte de élite, ¿qué opinas sobre el futuro del atletismo cubano y los retos que enfrentan los jóvenes atletas hoy?
- El futuro del atletismo cubano, para mí, está en duda. Tenemos atletas establecidos y jóvenes con mucho talento, además de entrenadores capacitados. Sin embargo, la infraestructura no es la adecuada, especialmente en la base. Las instalaciones están en mal estado, faltan implementos, zapatos especializados, gimnasios, y no hay suficientes competencias.
¿Qué piensas sobre los avances en la ciencia del deporte y los métodos de entrenamiento actuales en comparación con tu época? ¿Cómo crees que habrían influido en tu rendimiento?
- La ciencia aplicada al deporte hoy en día está influyendo positivamente en los resultados. Yo hubiera sacado gran provecho de la medicina, ya que hoy en día la rehabilitación dura alrededor de un mes, mientras que en mi tiempo podía ser de tres o más. Además, en mi época no teníamos acceso a estudios biomecánicos ni a filmaciones de nuestros entrenamientos para hacer correcciones. Respecto a los planes de entrenamiento, no puedo diferir mucho. En mi época, los resultados eran buenos; manteníamos más la forma física y éramos más longevos. Sin embargo, reconozco que los avances científicos siempre ayudan a mejorar el rendimiento.
Siempre se ha dicho que quizás podrías haber saltado más de 2.45. ¿Hasta dónde crees que podrías haber llegado?
- Sí, creo que podría haber saltado 1 o 2 centímetros más. Creo que influyó en eso el fallecimiento de Godoy y las varias lesiones que tuve. Con él empecé en los 2.00 metros a los 14 años y fui mejorando anualmente hasta llegar a los 2.44. Luego, con mi entrenador Guillermo, logramos mejorar en un centímetro más para el récord del mundo.
Cuatro veces implantaste récord mundial: 2.43 al aire libre en Salamanca, 2.43 en Budapest, 2.44 en San Juan, y 2.45 nuevamente en Salamanca. ¿Qué representaron cada uno de ellos para ti en su momento?
- Cada uno de mis récords fue significativo, no solo los absolutos, sino también el de cadete y juvenil. De todos mis récords, el primero fue el más difícil de superar. Pero, espiritualmente, el 2.43 fue el más emocionante por lo que experimenté la primera vez. Ya para las siguientes ocasiones me sentí más preparado.
¿Qué tipo de trabajo te hacía sentir que estabas listo para conseguir una gran marca o un récord mundial?
- Por lo general, cuando hacía técnica en alturas entre 2.30 y 2.35 metros, dependiendo de cómo saltaba esas alturas, me daba una confianza extrema en que podía hacer grandes marcas.
Cuba ha tenido excelentes saltadores de altura, longitud y triple. Sin embargo, entre las mujeres, solo Silvia Costa e Ioamnet Quintero han llegado a la élite mundial. ¿Qué factores crees que influyen en la ausencia de saltadoras de altura, incluso a nivel regional?
- La ausencia de saltadoras de altura, tanto en hombres como en mujeres, se debe a la falta de infraestructura en la base. No hay colchones, varillas ni postes adecuados para la enseñanza. Además, faltan zapatos especializados y competencias. En eventos técnicos, es esencial hacer correcciones desde una edad temprana; de lo contrario, los atletas llegan a la preselección nacional con defectos casi imposibles de corregir.
¿Qué sientes al ver que tus saltos (2.43 y 2.45) han cruzado la barrera de los 30 años y siguen vigentes como récords mundiales?
- Me siento orgulloso. Jamás pensé en 1988 que, después de 36 años, aún tendría el honor de ser el recordista mundial. Sin embargo, estoy convencido de que algún día llegará un saltador que me supere. Ya dos atletas estuvieron muy cerca.
Desde el punto de vista técnico, ¿crees que tu forma de pasar la varilla influyó en tus resultados? Muy pocos te han imitado.
- Desde temprana edad fui un estudioso del salto de altura. Muchos de mis movimientos y estilos de salto fueron creados por mí, como el pie de péndulo, el último paso amplio, y la forma de sacar la cadera al franquear la varilla. Aunque en teoría no era el estilo correcto, en la práctica fue la técnica que más alto ha subido. Sin embargo, la técnica debe adaptarse a las características de cada saltador.
¿Qué crees que le ha faltado a las nuevas generaciones para superar tu récord?
- No tengo una respuesta exacta, sobre todo considerando los avances científicos aplicados al deporte. Sin embargo, en mi época había varios saltadores constantes con resultados superiores a los 2.35 metros. Si mi sueño era ser el mejor, tuve que saltar más de 2.42 metros, y quienes tenían esos récords estuvieron activos durante gran parte de mi vida deportiva.
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