En el historial olímpico el campo y pista criollo acumula 11 títulos, 13 subtítulos y 17 preseas de bronce, un botín que coloca a Cuba dentro de los 20 primeros países en Juegos Olímpicos. Continuando con la historia, tenemos que, la primera gran actuación a este nivel, la escenificó Félix “El Andarín” Carvajal, con aquel comentado cuarto lugar durante la agotadora prueba de maratón en San Luis 1904. Resultado, que a mi juicio, tiene mucha más relevancia, tratándose de una especialidad de bajo perfil en el atletismo cubano y teniendo en cuenta, además, todos los sacrificios y penurias que el pretencioso Carvajal afrontó para hacerse presente en esa urbe estadounidense.

Siguiendo la ruta olímpica, 56 años después, Enrique Figuerola, repite en Roma 1960, la misma ubicación de “El Andarín” y cuatro años más tarde, en Tokio, el propio “Figaro”, conquista la primera medalla olímpica para el atletismo cubano, con plata, en los 100 metros, solo antecedido por el “gigantón” Bob Hayes (1.83m y 86kg). En México 1968, los relevos 4×100 (M-F) se vistieron de plata, mientras que en Münich 1972, Silvia Chivás, lograba bronce en 100 metros y guiaba el relevo 4×100 a ese propio metal, dejando la escena lista para la edición de 1976.

En Montreal llegó el oro olímpico y se inicia la era del florecimiento dorado, siendo ahora por partida doble, en 800 y 400 metros, gracias a la hazaña de Alberto Juantorena, que incluye la habilidad del entrenador polaco Zygmunt Zabierzowski para llevarlo a correr la primera prueba, donde no era el favorito y celebrándose antes de su especialidad principal, el resultado no pudo ser mejor, récord mundial.

En Moscú 1980, María Caridad Colón soltó un jabalinazo de oro, que dejó perplejo al Estadio Olímpico Luzhniki; algo parecido realizó 12 años después, Maritza Martén en el Estadio Montjuic de Barcelona, escenario donde Javier Sotomayor también dio un golpe táctico.

El santiaguero Anier García realizó en Sydney 2000, la competencia perfecta, mientras que Iván Pedroso mostraba toda su grandeza en la sexta y última ronda de saltos. En Atenas 2004, Osleidys Menéndez imitó a María Caridad, con un tirazo olímpico, en tanto, Yumileidi Cumbá se creció en Olimpia, la cuna del olimpismo.

En Beijing 2008, llegaron los últimos títulos olímpicos para el atletismo cubano, hasta el momento, el primero, con Dayron Robles cerrando una gran temporada, que lo había llevado al récord mundial y el segundo, para Yipsi Moreno, post Olympic Games, debido al dopaje de la bielorrusa Aksana Miankova. Las ediciones de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, no tuvieron la presencia de atletas cubanos en la cima del podio, algo que tampoco ocurrió en Atlanta 1996.

Hago esta apretada síntesis de la consecución de los títulos olímpicos por los atletas cubanos, para mostrar que todos fueron obtenidos en buena lid y llevaron, una gran cuota de entrega, sacrificio y voluntad por sus ejecutores, realizando, en cada caso, sino la mejor, una de sus mejores marcas en esa temporada, veamos: Juantorena, en 800 metros, realizó tres carreras, incluida la final, con una ejecución perfecta, 1:47.15 (ronda uno), 1:45.88 (semifinal) y 1:43.50, nuevo récord mundial, pero luego al día siguiente inició su bregar en 400 metros, donde tuvo que salir en cuatro ocasiones a la pista del Estadio Olímpico de Montreal, iniciando con 47.89 (ronda uno), 45.92 (cuarto de final), 45.10 (semifinal) y 44.26 en la final, en ese momento, tercer hombre en la historia de la prueba (Lee Evans, 43.86 y Larry James, 43.97).

María Caridad, enmudeció al Luzhniki, con un intento inicial de récord olímpico, 68.40 metros, que fue su marca personal hasta 1984. Estupefactas quedaron Gunba, Hommola y Fuchs. La Martén, tenía previo a Barcelona, 70.68 y 70.38, logrando en la Ciudad Condal, 70.06, tercera marca de esa temporada y la quinta de por vida; mientras que Sotomayor llegaba con 2.36 y dio un golpe de efecto, al saltar 2.34 en el primer intento, dejando atrás a los Sjöeberg, Partyka, Forsythe y Conway.

Anier llegó a Sydney con un 13.07, que había logrado en Lausana, donde Allen Johnson lo venció por la mínima (13.06), pero en la isla continente realizó la competencia perfecta, con 13.60 (ronda uno), 13.53 (cuartos de finales), 13.16 (semifinales) y 13.00 en la final, su marca personal y segunda de esa temporada, relegando al trío gringo (Trammell, Crear y Johnson) a posiciones secundarias. Por su parte Iván venía precedido de un 8.65 logrado en Jena (3 de junio) y ante el empuje del local Taurima, logró en la ronda de la verdad (sexta) su segunda marca del año, con 8.55 metros.
Osleidys se la puso difícil a Nerius, Manjani, Brejchová y compañía en Atenas, definiendo el título con el envío inicial, 71.53, su segundo mejor de por vida, en ese momento; mientras que Cumbá, con un balazo previo de 19.97, logró en Olimpia, 19.59, su segundo mejor y ante la descalificación de Korzhanenko, se colgó al cuello la medalla de oro.

En Beijing, Dayron, también lo hizo perfecto, claro, no se le podía pedir que volviera a romper el récord mundial (12.87) e inició con 13.39 (ronda uno), 13.19 (cuartos de final), 13.12 (semifinal) y 12.93 en la final, le bastó su cuarto mejor resultado del año. Cerrando la era del florecimiento dorado, Yipsi, que en aquel momento fue plata, con 75.20, su tercer mejor envío de esa temporada.

La era de la sequía dorada comprende las ediciones de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, agravada en esta última cita, donde el atletismo criollo solo fue capaz de lograr un metal bronceado, algo que no sucedió nunca, desde que Figuerola conquistó plata en Tokio 1964.

En mi criterio personal, el atletismo cubano tiene potencialidades actualmente para dejar atrás esa nada beneficiosa sequía dorada, pero es preciso que sus directivos, entrenadores y atletas involucrados, pongan los “dos” pies sobre la tierra y se enfoquen en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (24 de julio al 9 de agosto), como su único objetivo fundamental durante la próxima temporada, lo cual incluye, una correcta planificación del entrenamiento, donde los medios a emplear en cada etapa, se correspondan con esta y tributen al logro del resultado final.

También es imprescindible, durante el ciclo preparatorio, despojarse del afán ganador, en los eventos domésticos y foráneos, utilizando estas competencias para ir moldeando el resultado final, amén, de que puedan ser paradas de la Liga de Diamante u otras. Por lo tanto, es de vital importancia, conocer las características competitivas de cada atleta, para sobre esta base, establecer la ruta crítica idónea, que pueda incluir las competencias necesarias para llevarlo a expresar su mejor resultado en Estadio Olímpico de Tokio.

Si estos simples preceptos se cumplen y los atletas, no dejan marcas en casa en el primer período competitivo, que luego no sean capaces de superar o las hacen a destiempo en paradas de la Liga de Diamante y meeting del circuito europeo, la sequía dorada del atletismo cubano en Juegos Olímpicos, debe terminar en Tokio.