Ahora, que estamos entrando en el ambiente de los XVIII Juegos Panamericanos, Lima 2019 y como homenaje al 43 aniversario del triunfo de Alberto Juantorena Danger en los XXI Juegos Olímpicos de Montreal 1976 ofrezco este trabajo, sobre una de las mayores hazañas en el deporte moderno. Vale recordar que Juantorena estuvo corriendo durante una semana, es decir, desde el 23, hasta el 31 de julio de 1976.

Alberto Juantorena, nació en Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 1950, e inicia la práctica del deporte mediante el baloncesto, deporte, donde los especialistas no le vieron cualidades para triunfar, siendo a partir de este descarte, que es atraído para el atletismo y de mano del entrenador polaco Zigmud Zabierzowski, inicia los primeros pasos en la especialidad de 400 metros planos.

Antes de esta cita, asiste a los Juegos Olímpicos de Münich en 1972 y se coloca entre los 16 semifinalistas, esto ya era un triunfo para él y su entrenador, pero este avezado técnico europeo sabía que el santiaguero tenía fibra para más y continua puliendo el diamante, así, se van cosechando distintos triunfos, como en los Juegos Mundiales Universitarios de Moscú en 1973, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo en 1974 y otras competencias de nivel en Europa, todo esto ocurre en los 400 metros, la disciplina favorita por esos tiempos para Juantorena.

Al arribar a Montreal, ya el cubano venía precedido de la etiqueta de favorito, motivado por las destacadas actuaciones que había desplegado desde su asistencia a la cita alemana en 1972.

En la temporada de 1975, la previa olímpica, Juantorena, ya es segundo en el listado mundial de los 400 metros, con crono de 44.80, solo antecedido por el estadounidense Ronald Ray, con 44.45 segundos y en el año olímpico, había logrado previo a Montreal, cronos de 44.7, el 3 de julio, en Ciudad de México y 44.7, el 5 de junio, en Ostrava. Estos tiempos logrado por el cubano, lo ubicaban como uno de los más firmes candidatos al título olímpico, junto a los estadounidenses, Maxie Parks (44.82) y Fred Newhouse (44.89).

Sin embargo, Zabierzowski unos días antes de la cita revela el plan que tenía concebido para que el criollo, también tomara la largada en los 800 metros, una disciplina en la que apenas había realizados dos o tres carreras en su trayectoria de preparación, siendo lo mejor, el 1:45.2 logrado en Formia, Italia, el 15 de mayo.

Inicialmente en esta especialidad estaban inscriptos 60 atletas, pero ante la retirada de casi la totalidad de los países africanos, salieron de la escena olímpica, varios contendientes, siendo necesario, correr solo seis series eliminatorias.

Así, el 23 de julio se puso en práctica la ingeniosidad del polaco Zabierzowski, algo que valorado ahora, al paso del tiempo, fue un gran riesgo, pues se iba a someter Juantorena a dos o tres carreras, en otra especialidad que no era la acostumbrada para él, con todo el desgaste físico que esto conllevaba, teniendo después que asumir su prueba favorita, para la cual, si estaba entre los principales candidatos a la cima del podio. Juantorena dominó la serie cuatro, con tiempo de 1:47.2, donde fue secundado por el italiano Carlo Grippo; los restantes heats quedaron así; el uno, lo ganó el estadounidense Richard Wohlhuter, con 1:45.7, seguido del indio Ram Sigh; en el dos, se impuso el inglés Clement, con 1:47.5, fue seguido del estadounidense Robinson; el tres lo dominó otro inglés, Steve Ovett, con 1:48.3, seguido del jamaicano Seymon Newman; en el cinco se impuso el alemán federal Willi Wulbeck, con tiempo de 1:48.5 y fue secundado por el trinitario Horance Tuitt y en la serie número seis, se impuso el belga Ivo Van Damme, con crono de 1:47.8, acompañado del yugoslavo Luciano Sunsaj, todos los mencionados clasificaron para la semifinal, que se corrió al día siguiente.

Al criollo le correspondió la serie uno, arrancó con lentitud, pero ya sobre los 200 metros (24.7) tomó el mando, pasando el primer 400 en 51,2 segundos y teniendo la prueba control, aflojó algo en la parte final para dominar con tiempo de 1:45.9, le escoltaron el belga Van Damme (1:46.0), el inglés Ovett (1:46.2) y el indio Sigh (1:46.4); la segunda serie, algo más lenta fue ganada por el estadounidense Wohlhuter con tiempo de 1:46.7, le siguieron el italiano Grippo (1:47.0), el yugoslavo Sunsaj (1:47.0) y el alemán Wulbeck (1:47.2), quienes junto a los antes mencionados en la serie uno, conformarían la final.

La carrera final se corrió el 25 de julio, partiendo por la senda uno Grippo, por la dos Wulbeck, por la tres Van Damme, por la cuatro Wohlhuter, por la cinco Juantorena, por la seis Sigh, por la siete Sunsaj y por la ocho Ovett. El cubano salió más lento que el resto, pero con sus agigantados pasos, fue devorando a los rivales, Wohlhuter era el líder de la carrera y sus parciales por los 200 metros, fueron de 25.5, mientras Juantorena marcó 25.7; ya sobre los 300 metros, el criollo toma la delantera en unión del indio Sigh, el paso por el 400 fue de 50.9 para ambos, de aquí en adelante Juantorena comanda la carrera, con Wohlhuter a la zaga, con un parcial de 1:17.0 para los 600 metros y es a partir de allí cuando el cubano le imprime mayor velocidad a sus extremidades para llegar a la meta triunfador, con nuevo récord mundial de 1 minuto, 43 segundos y 50 centésimas; Wohlhuter (1:44.12) no resistió la embestida del criollo y fue superado también por el belga Van Damme, que terminó segundo con tiempo de 1.43.86 minutos.

De esta manera lograba el atletismo cubano su primera medalla de oro en Juegos Olímpicos, quedándole al criollo, todavía la posibilidad de los 400 metros, su verdadera especialidad, para la cual no tendría descanso, pues el 26 de julio – fecha memorable para el pueblo cubano – iniciaba el camino hacia su segunda presea de oro. En la eliminatoria se corrieron seis heats, clasificando para los cuartos de finales, los cinco primeros de cada serie, por lo que Juantorena, no quiso gastar mucha energía y se dedicó a clasificar, siendo tercero en la serie seis, con tiempo de 47.89 segundos, le antecedieron el trinitario Michael Solomon (47.29) y el inglés Cohen (47.77), las restantes serie fueron dominadas; la uno por el estadounidense Herman Frazier (46.09); la dos, la más rápida, por otro estadounidense, Fred Newhouse (45.42); en la tres, se impuso el tercer corredor norteño, Maxie Parks (46.12); la cuatro fue para el belga Alfons Brijdenbach (46.79) y la cinco para el inglés David Jenkins (46.60).

Los cuartos de finales se corrieron en la tarde del propio 26 de julio, ya aquí Juantorena borró un poco la imagen del cansancio por estar corriendo desde el día 23 y aunque arrancó lento, fue mejorando la velocidad y dejó que el australiano Richard Mitchell ganara la serie, con 45.76 por 45.92, el cubano.

El 27 de julio fue día de descanso y las semifinales se corrieron el 28, Juantorena, dominó la serie uno, con tiempo de 45.10, le escoltaron Brijdenbach (45.28), Parks (45.61) y Mitchell (46.69); la otra serie fue para Newhouse, con el mejor tiempo de todos, 44.89 segundos, le siguieron Jenkins (45.20), Frazier (45.24) y el polaco Jan Werner (45.44), estos serían los contendientes de la final, al día siguiente.

Sobre las cuatro de la tarde, estaban en los tacos de partida, Jan Werner, por la uno, Juantorena, por la dos, quien tendría a dos estadounidenses a su espalda, Herman Frazier, por la tres y Fred Newhouse, por la cuatro, por la cinco partía David Jenkins, por la seis Ritchard Mitchell, por la siete el tercer estadounidense, Maxie Parks, quien tenía el mejor crono de todos los participantes antes de los Juegos con 44.82 y por la ocho lo hacía Alfons Brijdenbach.

Con el disparo, Newhouse y Frazier salen rápidos, en tanto Juantorena, lo hace algo más lento, pero se desplaza rápido para no dejarlos fugarse, Newhouse es el líder sobre los 200 metros, con un metro de ventaja sobre Frazier y tres sobre el cubano, en los 300 metros, Juantorena da alcance a Frazier, pero está dos metros detrás de Newhouse, parecía que el estadounidense podía resistir la embestida del criollo, pero a menos de 20 metros de la meta fue sobrepasado por el excelente ritmo de carrera que había emprendido Alberto Juantorena, lo cual le llevó a marcar un tiempo de 44 segundos y 26 centésimas, al cruzar la meta vencedor, era su segunda medalla de oro en esta cita y además realizaba una hazaña nunca antes materializada por atleta alguno, ganar los 400 y los 800 metros en unos Juegos Olímpicos.

El 30 de julio, se corrieron las semifinales del relevo 4×400 masculino, la posta cubana era liderada por Alberto Juantorena e integrada, además, por Dámaso Alfonso, Carlos Álvarez y Eddy Gutiérrez; cuarteta que logró el tercer lugar en su serie, con 3:05.19 minutos. La final se corrió el 31 de julio; pero los cubanos apenas pudieron obtener el séptimo lugar, aun cuando mejoraron hasta los 3:03.81 minutos, pero el líder de la posta, Juantorena, acumulaba en sus piernas, nueve carreras, cuatro en 400, tres en 800 metros y dos en el 4×400.

Ahora, que estamos entrando en el ambiente de los XVIII Juegos Panamericanos, Lima 2019 y como homenaje al 43 aniversario del triunfo de Albaerto Juantorena Danger en los XXI Juegos Olímpicos, de Montreal 1976, le ofrezco este trabajo, sobre una de las mayores hazañas en el deporte moderno. Vale recordar que Juantorena estuvo corriendo durante una semana, es decir, desde el 23, hasta el 31 de julio de 1976.

Alberto Juantorena, nació en Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 1950, e inicia la práctica del deporte mediante el baloncesto, deporte, donde los especialistas no le vieron cualidades para triunfar, siendo a partir de este descarte, que es atraído para el atletismo y de mano del entrenador polaco Zigmud Zabierzowski, inicia los primeros pasos en la especialidad de 400 metros planos.

Antes de esta cita, asiste a los Juegos Olímpicos de Münich en 1972 y se coloca entre los 16 semifinalistas, esto ya era un triunfo para él y su entrenador, pero este avezado técnico europeo sabía que el santiaguero tenía fibra para más y continua puliendo el diamante, así, se van cosechando distintos triunfos, como en los Juegos Mundiales Universitarios de Moscú en 1973, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo en 1974 y otras competencias de nivel en Europa, todo esto ocurre en los 400 metros, la disciplina favorita por esos tiempos para Juantorena.

Al arribar a Montreal, ya el cubano venía precedido de la etiqueta de favorito, motivado por las destacadas actuaciones que había desplegado desde su asistencia a la cita alemana en 1972.

En la temporada de 1975, la previa olímpica, Juantorena, ya es segundo en el listado mundial de los 400 metros, con crono de 44.80, solo antecedido por el estadounidense Ronald Ray, con 44.45 segundos y en el año olímpico, había logrado previo a Montreal, cronos de 44.7, el 3 de julio, en Ciudad de México y 44.7, el 5 de junio, en Ostrava. Estos tiempos logrado por el cubano, lo ubicaban como uno de los más firmes candidatos al título olímpico, junto a los estadounidenses, Maxie Parks (44.82) y Fred Newhouse (44.89).

Sin embargo, Zabierzowski unos días antes de la cita revela el plan que tenía concebido para que el criollo, también tomara la largada en los 800 metros, una disciplina en la que apenas había realizados dos o tres carreras en su trayectoria de preparación, siendo lo mejor, el 1:45.2 logrado en Formia, Italia, el 15 de mayo.

Inicialmente en esta especialidad estaban inscriptos 60 atletas, pero ante la retirada de casi la totalidad de los países africanos, salieron de la escena olímpica, varios contendientes, siendo necesario, correr solo seis series eliminatorias.

Así, el 23 de julio se puso en práctica la ingeniosidad del polaco Zabierzowski, algo que valorado ahora, al paso del tiempo, fue un gran riesgo, pues se iba a someter Juantorena a dos o tres carreras, en otra especialidad que no era la acostumbrada para él, con todo el desgaste físico que esto conllevaba, teniendo después que asumir su prueba favorita, para la cual, si estaba entre los principales candidatos a la cima del podio. Juantorena dominó la serie cuatro, con tiempo de 1:47.2, donde fue secundado por el italiano Carlo Grippo; los restantes heats quedaron así; el uno, lo ganó el estadounidense Richard Wohlhuter, con 1:45.7, seguido del indio Ram Sigh; en el dos, se impuso el inglés Clement, con 1:47.5, fue seguido del estadounidense Robinson; el tres lo dominó otro inglés, Steve Ovett, con 1:48.3, seguido del jamaicano Seymon Newman; en el cinco se impuso el alemán federal Willi Wulbeck, con tiempo de 1:48.5 y fue secundado por el trinitario Horance Tuitt y en la serie número seis, se impuso el belga Ivo Van Damme, con crono de 1:47.8, acompañado del yugoslavo Luciano Sunsaj, todos los mencionados clasificaron para la semifinal, que se corrió al día siguiente.

Al criollo le correspondió la serie uno, arrancó con lentitud, pero ya sobre los 200 metros (24.7) tomó el mando, pasando el primer 400 en 51,2 segundos y teniendo la prueba control, aflojó algo en la parte final para dominar con tiempo de 1:45.9, le escoltaron el belga Van Damme (1:46.0), el inglés Ovett (1:46.2) y el indio Sigh (1:46.4); la segunda serie, algo más lenta fue ganada por el estadounidense Wohlhuter con tiempo de 1:46.7, le siguieron el italiano Grippo (1:47.0), el yugoslavo Sunsaj (1:47.0) y el alemán Wulbeck (1:47.2), quienes junto a los antes mencionados en la serie uno, conformarían la final.

La carrera final se corrió el 25 de julio, partiendo por la senda uno Grippo, por la dos Wulbeck, por la tres Van Damme, por la cuatro Wohlhuter, por la cinco Juantorena, por la seis Sigh, por la siete Sunsaj y por la ocho Ovett. El cubano salió más lento que el resto, pero con sus agigantados pasos, fue devorando a los rivales, Wohlhuter era el líder de la carrera y sus parciales por los 200 metros, fueron de 25.5, mientras Juantorena marcó 25.7; ya sobre los 300 metros, el criollo toma la delantera en unión del indio Sigh, el paso por el 400 fue de 50.9 para ambos, de aquí en adelante Juantorena comanda la carrera, con Wohlhuter a la zaga, con un parcial de 1:17.0 para los 600 metros y es a partir de allí cuando el cubano le imprime mayor velocidad a sus extremidades para llegar a la meta triunfador, con nuevo récord mundial de 1 minuto, 43 segundos y 50 centésimas; Wohlhuter (1:44.12) no resistió la embestida del criollo y fue superado también por el belga Van Damme, que terminó segundo con tiempo de 1.43.86 minutos.

De esta manera lograba el atletismo cubano su primera medalla de oro en Juegos Olímpicos, quedándole al criollo, todavía la posibilidad de los 400 metros, su verdadera especialidad, para la cual no tendría descanso, pues el 26 de julio – fecha memorable para el pueblo cubano – iniciaba el camino hacia su segunda presea de oro. En la eliminatoria se corrieron seis heats, clasificando para los cuartos de finales, los cinco primeros de cada serie, por lo que Juantorena, no quiso gastar mucha energía y se dedicó a clasificar, siendo tercero en la serie seis, con tiempo de 47.89 segundos, le antecedieron el trinitario Michael Solomon (47.29) y el inglés Cohen (47.77), las restantes serie fueron dominadas; la uno por el estadounidense Herman Frazier (46.09); la dos, la más rápida, por otro estadounidense, Fred Newhouse (45.42); en la tres, se impuso el tercer corredor norteño, Maxie Parks (46.12); la cuatro fue para el belga Alfons Brijdenbach (46.79) y la cinco para el inglés David Jenkins (46.60).

Los cuartos de finales se corrieron en la tarde del propio 26 de julio, ya aquí Juantorena borró un poco la imagen del cansancio por estar corriendo desde el día 23 y aunque arrancó lento, fue mejorando la velocidad y dejó que el australiano Richard Mitchell ganara la serie, con 45.76 por 45.92, el cubano.

El 27 de julio fue día de descanso y las semifinales se corrieron el 28, Juantorena, dominó la serie uno, con tiempo de 45.10, le escoltaron Brijdenbach (45.28), Parks (45.61) y Mitchell (46.69); la otra serie fue para Newhouse, con el mejor tiempo de todos, 44.89 segundos, le siguieron Jenkins (45.20), Frazier (45.24) y el polaco Jan Werner (45.44), estos serían los contendientes de la final, al día siguiente.

Sobre las cuatro de la tarde, estaban en los tacos de partida, Jan Werner, por la uno, Juantorena, por la dos, quien tendría a dos estadounidenses a su espalda, Herman Frazier, por la tres y Fred Newhouse, por la cuatro, por la cinco partía David Jenkins, por la seis Ritchard Mitchell, por la siete el tercer estadounidense, Maxie Parks, quien tenía el mejor crono de todos los participantes antes de los Juegos con 44.82 y por la ocho lo hacía Alfons Brijdenbach.

Con el disparo, Newhouse y Frazier salen rápidos, en tanto Juantorena, lo hace algo más lento, pero se desplaza rápido para no dejarlos fugarse, Newhouse es el líder sobre los 200 metros, con un metro de ventaja sobre Frazier y tres sobre el cubano, en los 300 metros, Juantorena da alcance a Frazier, pero está dos metros detrás de Newhouse, parecía que el estadounidense podía resistir la embestida del criollo, pero a menos de 20 metros de la meta fue sobrepasado por el excelente ritmo de carrera que había emprendido Alberto Juantorena, lo cual le llevó a marcar un tiempo de 44 segundos y 26 centésimas, al cruzar la meta vencedor, era su segunda medalla de oro en esta cita y además realizaba una hazaña nunca antes materializada por atleta alguno, ganar los 400 y los 800 metros en unos Juegos Olímpicos.

El 30 de julio, se corrieron las semifinales del relevo 4×400 masculino, la posta cubana era liderada por Alberto Juantorena e integrada, además, por Dámaso Alfonso, Carlos Álvarez y Eddy Gutiérrez; cuarteta que logró el tercer lugar en su serie, con 3:05.19 minutos. La final se corrió el 31 de julio; pero los cubanos apenas pudieron obtener el séptimo lugar, aun cuando mejoraron hasta los 3:03.81 minutos, pero el líder de la posta, Juantorena, acumulaba en sus piernas, nueve carreras, cuatro en 400, tres en 800 metros y dos en el 4×400.

Así cerró la actuación de Alberto Juantorena, en Montreal, la que pasó a la historia, como una de las más grandes demostraciones de entrega, voluntad y elegancia, de atleta alguno, en citas olímpicas.

Así cerró la actuación de Alberto Juantorena, en Montreal, la que pasó a la historia, como una de las más grandes demostraciones de entrega, voluntad y elegancia, de atleta alguno, en citas olímpicas.